mo precio, los que habia separado eran de inferior calidad: los reemplazó con otros y me entregó todo el surtido. Ya me habia alejado cuando me llamó para darme el ramillete de rosas que habia dejado olvidado encima del mostrador; lo cogí y ofrecí á su hija, que me dio las gracias en francés; el padre hizo lo mismo, y cuando estaba en el umbral de la puerta se levantó para saludarme afectuosísimamente.
Habia adquirido un conocimiento; desde entonces aquel almacén fué el centro de mis correrías por aquel cuartel; entré dos ó tres veces en él sin que comprase cosa alguna. Cuando llegaba, el buen hombre gritaba: ¡Amelia, Amelia! y la linda joven salía á recibirme.
Estas buenas gentes nunca me hicieron la menor pregunta, aunque yo en calidad de estrangero que desea instruirse, procuré me informasen de cuanto deseaba saber, y siempre era la señorita Amelia la que contestaba. En aquel pais el hablar es trabajo grave, y las jóvenes toman á su cargó aliviar de él á sus ancíanos padres. Cuando hice mi visita de despedida, la señorita Amelia me dijo:
—Vos, caballero, sabéis mi nombre, y yo desaria saber el vuestro para poder nombraros cuando hable de vos con mi padre después de que os hayáis ausentado.
He aqui la única vez que se me hizo semejante pregunta; mas fué con una intención tan delicada, espresada con un acento tan dulce, tan natural y sencillo, que tuvo todo el encanto, toda la gracia de la amable verdad.
Me dio el adiós postrero, yo le estreché la mano diciéndola mi apellido; me desearon un viage feliz, habiéndome dicho antes con mucho agrado que para conocer bien á Londres se necesitaba visitarlo mas de una vez.
Tal es el proceder y modo de conducirse estos honrados y sencillos vecinos de la Cité, que en otro tiempo tuvieron por cuna á la amable Flandes.
En las diferentes tiendas y almacenes que recorrí, probé á regatear el precio de los objetos que queria comprar; en semejante caso el mercader al principio no comprende lo que esto significa, y cree que se ha equivocado en el numero de la contraseña; pero luego que ha comprendido vuestra idea su sorpresa se manifiesta, y con el ademan de hombre caballeroso que se ve humillado por no haberse conocido su honradez, ó que por equivocación se sospecha que trata de engañaros, os hace entender con lisura, mas de un modo indulgente y cortés, que siendo el comercio demasiado honrado y cabal en sus tráficos para subir los precios mas de lo justo, no hay motivo para rebajarlos. Todo esto dicho con un gesto, una sonrisa y un tono de voz tan claramente espresado, que solo un necio seta capaz de insistir.
Alejándome de la Cité, me dirigia á Chancery−lane, cuando recibiendo un golpe en la espalda me vi asaltado por diez pares de botas... pintadas en una tabla que andaba sola. Asi me pareció en un principio, pero luego vi detrás á un hombre que la paseaba para enseñar a las gentes aquel colosal cartel. Yo escapé, y atravesando el soportal de los abogados, monumento gótico moderno muy caprichoso y de aspecto algo chinesco, me encontré en Lincolus in fields, uno de los mas estensos squares y el mas poblado de altos árboles. Estando alli me acordé que tenia una esquela para poder visitar et museo Soane, y dejando á mí espalda el colegio de Cirugía me dirigí á él. Mediante la tarjeta que presenté me franquearon la entrada en esta casa demasiado angosta, en donde está depositada la colección de antigüedades, objetos raros y curiosos y cuadros colocados con cierta elegancia que el distinguido aficionado Mr. John Soane, legó á su país. Se encuentran en este recinto consagrado á las artes, mármoles griegos y romanos, con fragmentes de la época bizantina; dibujos originales, vasos, camafeos, vidrieras pintadas y algunos cuadros interesantes, entre los cuales citaré una copia en pequeño del ex-voto que pintó fray Bartolomé para la familia de Carondelet, cuyo original pertenece al cabildo de Besanzon. Éste cuadro se conoce con el nombre de San Sebastian, solo con la diferencia de que en este en vez del fundador se ve á una muger pintada puesta de rodillas. Se encuentran también alli la Ripa dei sciavoni en Venecia, pintura de Canaletto, una de las dos mas admirables que existen. Pero lo mas interesante de esta colección, y que encargo vean con detención los viageros, son las obras del profesor William Hogarth, tan raras como originales en su clase. En este museo están sus diez mas interesantes lienzos, divididos en dos series: la una consta de cuatro cuadros en que se representan los incidentes que ocurren en un pueblo cohechado en tiempo de las elecciones para la cámara de los Comunes. Estos cuadros gozan de una celebridad muy justa: el buril los ha reproducido: se habla de ellos en todas las biografías, y muchos viageros vuelven de Londres sin haberlos visto por ignorar su paradero. Jamás en obra alguna se han llevado tan lejos ni espresado con tan vivos colores como en estos lienzos la vida, el movimiento, la jovialidad y el talento crítico. Componen una pintura de las costumbres tan atractiva, tan clara y tan completa, que jamás escritor crítico podrá bosquejar en el papel; no es solo una representación, una pintura, es la realidad, la verdad misma. El observador asiste á la junta, y es tan curiosa la escena que la estaria contemplando horas enteras. La lucha de los dos candidatos, la animación de sus partidarios, la seduccion en la taberna, los electores impedidos ó moribundos que traen casi arrastrando al escrutinio, los speeches al aire libre, los hurras al vencedor, las cencerradas y silbidos al vencido, los toneles sin tapa y vacíos, las pendencias y alborotos, los secretos sobornos, las ventas vergonzosas, todo esto se mezcla, se confunde y está en movimiento; cada uno grita y se resiste: la escena está en todas partes, los semblantes, las fisonomías hablan. Solo la naturaleza es capaz de distribuir y coordinar con claridad una serie de ademanes y caricaturas tan variadas y diferentes en medio de una baraunda que bulle y se agita hasta tal punto. Una descripción minuciosa y bien coordinada de estos cuatro asuntos compondrian un romance satírico tan completo como divertido.
La segunda serie de los cuadros de W. Hograth se llama: El aldeano pervertido y de ellos se ha tomado el argumento de la novela y el drama francés de este nombre; pero la escrita por el pintor en sus lienzos es mas dramática, mas espantosa y cómica, á un mismo tiempo. Se recorre con la vista los seis cuadros, que son otros tantos actos de una composición teatral filosóficamente combinada. Iba ya á desposarse un lugareño con una hermosa jovencita de su pueblo cuando hereda un rico patrimonio. Vedlo ya á vueltas con mayordomos, administradores, y abogados. Deslum−
Habia adquirido un conocimiento; desde entonces aquel almacén fué el centro de mis correrías por aquel cuartel; entré dos ó tres veces en él sin que comprase cosa alguna. Cuando llegaba, el buen hombre gritaba: ¡Amelia, Amelia! y la linda joven salía á recibirme.
Estas buenas gentes nunca me hicieron la menor pregunta, aunque yo en calidad de estrangero que desea instruirse, procuré me informasen de cuanto deseaba saber, y siempre era la señorita Amelia la que contestaba. En aquel pais el hablar es trabajo grave, y las jóvenes toman á su cargó aliviar de él á sus ancíanos padres. Cuando hice mi visita de despedida, la señorita Amelia me dijo:
—Vos, caballero, sabéis mi nombre, y yo desaria saber el vuestro para poder nombraros cuando hable de vos con mi padre después de que os hayáis ausentado.
He aqui la única vez que se me hizo semejante pregunta; mas fué con una intención tan delicada, espresada con un acento tan dulce, tan natural y sencillo, que tuvo todo el encanto, toda la gracia de la amable verdad.
Me dio el adiós postrero, yo le estreché la mano diciéndola mi apellido; me desearon un viage feliz, habiéndome dicho antes con mucho agrado que para conocer bien á Londres se necesitaba visitarlo mas de una vez.
Tal es el proceder y modo de conducirse estos honrados y sencillos vecinos de la Cité, que en otro tiempo tuvieron por cuna á la amable Flandes.
En las diferentes tiendas y almacenes que recorrí, probé á regatear el precio de los objetos que queria comprar; en semejante caso el mercader al principio no comprende lo que esto significa, y cree que se ha equivocado en el numero de la contraseña; pero luego que ha comprendido vuestra idea su sorpresa se manifiesta, y con el ademan de hombre caballeroso que se ve humillado por no haberse conocido su honradez, ó que por equivocación se sospecha que trata de engañaros, os hace entender con lisura, mas de un modo indulgente y cortés, que siendo el comercio demasiado honrado y cabal en sus tráficos para subir los precios mas de lo justo, no hay motivo para rebajarlos. Todo esto dicho con un gesto, una sonrisa y un tono de voz tan claramente espresado, que solo un necio seta capaz de insistir.
Alejándome de la Cité, me dirigia á Chancery−lane, cuando recibiendo un golpe en la espalda me vi asaltado por diez pares de botas... pintadas en una tabla que andaba sola. Asi me pareció en un principio, pero luego vi detrás á un hombre que la paseaba para enseñar a las gentes aquel colosal cartel. Yo escapé, y atravesando el soportal de los abogados, monumento gótico moderno muy caprichoso y de aspecto algo chinesco, me encontré en Lincolus in fields, uno de los mas estensos squares y el mas poblado de altos árboles. Estando alli me acordé que tenia una esquela para poder visitar et museo Soane, y dejando á mí espalda el colegio de Cirugía me dirigí á él. Mediante la tarjeta que presenté me franquearon la entrada en esta casa demasiado angosta, en donde está depositada la colección de antigüedades, objetos raros y curiosos y cuadros colocados con cierta elegancia que el distinguido aficionado Mr. John Soane, legó á su país. Se encuentran en este recinto consagrado á las artes, mármoles griegos y romanos, con fragmentes de la época bizantina; dibujos originales, vasos, camafeos, vidrieras pintadas y algunos cuadros interesantes, entre los cuales citaré una copia en pequeño del ex-voto que pintó fray Bartolomé para la familia de Carondelet, cuyo original pertenece al cabildo de Besanzon. Éste cuadro se conoce con el nombre de San Sebastian, solo con la diferencia de que en este en vez del fundador se ve á una muger pintada puesta de rodillas. Se encuentran también alli la Ripa dei sciavoni en Venecia, pintura de Canaletto, una de las dos mas admirables que existen. Pero lo mas interesante de esta colección, y que encargo vean con detención los viageros, son las obras del profesor William Hogarth, tan raras como originales en su clase. En este museo están sus diez mas interesantes lienzos, divididos en dos series: la una consta de cuatro cuadros en que se representan los incidentes que ocurren en un pueblo cohechado en tiempo de las elecciones para la cámara de los Comunes. Estos cuadros gozan de una celebridad muy justa: el buril los ha reproducido: se habla de ellos en todas las biografías, y muchos viageros vuelven de Londres sin haberlos visto por ignorar su paradero. Jamás en obra alguna se han llevado tan lejos ni espresado con tan vivos colores como en estos lienzos la vida, el movimiento, la jovialidad y el talento crítico. Componen una pintura de las costumbres tan atractiva, tan clara y tan completa, que jamás escritor crítico podrá bosquejar en el papel; no es solo una representación, una pintura, es la realidad, la verdad misma. El observador asiste á la junta, y es tan curiosa la escena que la estaria contemplando horas enteras. La lucha de los dos candidatos, la animación de sus partidarios, la seduccion en la taberna, los electores impedidos ó moribundos que traen casi arrastrando al escrutinio, los speeches al aire libre, los hurras al vencedor, las cencerradas y silbidos al vencido, los toneles sin tapa y vacíos, las pendencias y alborotos, los secretos sobornos, las ventas vergonzosas, todo esto se mezcla, se confunde y está en movimiento; cada uno grita y se resiste: la escena está en todas partes, los semblantes, las fisonomías hablan. Solo la naturaleza es capaz de distribuir y coordinar con claridad una serie de ademanes y caricaturas tan variadas y diferentes en medio de una baraunda que bulle y se agita hasta tal punto. Una descripción minuciosa y bien coordinada de estos cuatro asuntos compondrian un romance satírico tan completo como divertido.
La segunda serie de los cuadros de W. Hograth se llama: El aldeano pervertido y de ellos se ha tomado el argumento de la novela y el drama francés de este nombre; pero la escrita por el pintor en sus lienzos es mas dramática, mas espantosa y cómica, á un mismo tiempo. Se recorre con la vista los seis cuadros, que son otros tantos actos de una composición teatral filosóficamente combinada. Iba ya á desposarse un lugareño con una hermosa jovencita de su pueblo cuando hereda un rico patrimonio. Vedlo ya á vueltas con mayordomos, administradores, y abogados. Deslum−
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