sábado, agosto 23, 2008

Viage ilustrado (Pág. 281)

Vendedoras de pescado en la puerta de España en Bayona

da, se ve una cortina de congelación, de una altura que no puede medirse, sembrada de brillantes, plegada con gracia y tocando el suelo por una punta, como si hubiese sido colocada por un hábil artista. Cascadas petrificadas, blancas unas y amarillas las otras, que parecían caer en vagos montones; muchas columnas, unas truncadas y otras en obeliscos; la bóveda cargada de festones y banderas, trasparentes como el cristal, las unas y blancas como el alabastro las otras; el conjunto de estos objetos nuevos, el silencio y la oscuridad de esta vasta caverna, llenaron á los viageros de espanto y admiración.
Continuando hacia la izquierda se encuentra una tercera sala muy larga y ancha, en forma de galería alrededor, por donde se marcha largo tiempo hasta llegar á una pequeña bóveda aplastada, donde no se puede marchar sino encorvado; esta bóveda se llama el Horno, á causa de su forma baja y redonda. Este horno tiene dos descensos, y las congelaciones son alli blancas y forman granos, y figuran gragea de todos tamaños.
A la derecha se deja otro horno menos curioso, y se entra en una sala muy grande, donde no se vé mas que rocas arrancadas, hechas pedazos, caídas, que anuncian violentas convulsiones en el seno de la tierra; todo es triste y lúgubre en esta caverna, y se sale de ella pronto, temiendo que se desprendan algunas de aquellas enormes piedras, que parecen amenazar sobre las cabezas.
Estas salas subterráneas eran desconocidas en el pais. Los viageros, queriendo llevar mas lejos sus descubrimientos, llegaron en fin á un estrecho pasadizo en forma de rampa, y este agujero los condujo á una pequeña pieza, donde pueden caber hasta doce personas. Detrás de tres pequeños pilares, se encuentra un estanque, cuya agua es salada y cenagosa.
Muchos murciélagos habitaban aquel recinto, donde se ven cristalizaciones en forma de plantas, blancas y brillantes, y que contrastaban con el fondo negro sobre que se dibujaban. Esta sala está abierta por el lado opuesto á la entrada. Por esta abertura se percicibia un espacio que la vista no podia medir, y para penetrar en esta profundidad formaba el primer escalón una roca cortada á pico, de 16 metros; una piedra arrojada en este horrible precipicio, gastaba considerable tiempo en su caída, se la oia saltar y rodar de roca en roca, y después no se oia mas.
Nuestros viageros, intimidados al pronto por el

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