sábado, abril 28, 2012

Viage ilustrado (Pág. 635)

del altar dedicado á San Cosme y San Damián se encontraron los cuerpos de los amantes, que bastante bien conservados subsisten en una alacena del claustro de esta iglesia y se muestran á los viageros que quieren verlos. Es también parroquial la iglesia del Salvador, de bastante estension, pero de escaso mérito artístico. En ella se venera el Cristo de las tres manos, de gran devoción en la ciudad, y que tiene tan estraña advocación, porque ademas de las dos manos clavadas en la cruz, tiene otra pegada al costado derecho. También se ve en esta iglesia una momia perfectamente conservada, que se dice ser de un soldado del tiempo de Felipe V, muerto de un balazo en la guerra de sucesión, y cuya herida se distingue sobre el pecho. La iglesia de Santiago, se asegura fué mezquita y su torre prisión en tiempo de los romanos, y en la que estuvieron encerrados cuando los conducian á Valencia los santos mártires Valero y Vicente. El seminario, en otro tiempo colegio de jesuitas, es muy grande y con bella iglesia, pero está cerrada al culto y sirve de almacén de armas, y lo restante del edificio de cuartel. El convento de San Francisco, fundado por uno de los discípulos del mismo en 1217, tiene una iglesia de arquitectura gótica que hoy sirve de depósito de madera. La casa de Misericordia, extramuros de la ciudad, es también de gran capacidad, y su construcción dala de 1798. En ella se reciben los espósitos y se les da la educación conveniente. El teatro, que fué antes cuartel, y que está destinado á aquel objeto hace pocos años, no pasa de regular, y puede contener setecientas personas. La antigua casa de la Comunidad, donde hoy se reúne la diputación provincial, es muy grande y sólida, y fué construida en el siglo XVI. La de ayuntamiento, también bastante capaz, está hoy amenazando ruina. Merecen mencionarse entre los edificios notables de Teruel la casa de la marquesa de la Cañada, la de Acuavera, las bellas torres árabes de las parroquias de San Martin y el Salvador, la del mismo género denominada la Lombardela, la romana llamada de Ambeles, parte de las antiquísimas fortificaciones de la ciudad, y de la que salen varias minas ó subterráneos que conducen á la orilla del Guadalaviar; y finalmente el elegante acueducto, muy semejante á los que construían los romanos, fabricado en el siglo XVI por un tal Pedro Bedel, arquitecto francés. Teruel es cabeza de obispado y de juzgado, y capital de una de las tres provincias en que actualmente se divide el Aragón, que comprende dos ciudades, ciento setenta y dos villas, ciento once lugares y seis aldeas, divididos en doscientos ochenta y cinco ayuntamientos y diez partidos judiciales, con 250,000 habitantes. La ciudad es residencia de todas las autoridades y oficinas de la provincia, y está dividida en siete parroquias. Hay dos conventos de monjas, una casa de beneficencia, un hospital, un seminario conciliar, instituto de segunda enseñanza, una plaza de toros, un teatro, y hubo cuatro conventos de religiosos. Celebra ferias el 30 de mayo y 21 de setiembre, y un mercado semanal, y cuenta 7.160 almas. Contaremos la estrañísima historia de sus famosos amantes tan popular en España, según aparece de un antiguo pergamino que se custodia en el archivo de la ciudad, y que empieza asi:

«Ya que fallamos tanto de guerras,
digamos algo de amores.»

Era entrado el siglo XIII cuando vivían en esta ciudad dos jóvenes que se amaban apasionadamente desde sus primeros años, llamados Juan Diego Martinez Garcés de Marcilla é Isabel de Segura, pertenecientes ambos á muy notables familias y cuyos apellidos se conservan aun bastante estendidos en Aragón. Aunque la categoría era igual, no lo era la riqueza, pues Isabel, heredera de una rica fortuna, debía esperar un enlace muy ventajoso, al paso que el muy noble don Diego Marcilla que no contaba con otros bienes que su mérito personal y su esclarecido linage, no podia aspirar á ser el esposo de Isabel. Asi esí que cuando pidió al padre de esta el beneplácito para casarse, aquel orgulloso hidalgo se lo negó dándole por única causa su escaso caudal. Sin embargo, se compadeció de sus ruegos y lágrimas, y dijo á Marcilla que le daba de término seis años para que se enriqueciese, y que le empeñaba su palabra de no disponer de la mano de su hija en todo este plazo. Partió Diego de Teruel para Francia, y allí se alistó en las huestes que marchaban á la conquista de la Tierra Santa, en las que se distinguió por su valor. También adquirió con los despojos que le tocaron de una ciudad saqueada, las riquezas que le faltaban para asegurar su felicidad, y después de largo tiempo y de haber alcanzado el grado de capitán ó gefe de un cuerpo de soldados, dio vuelta á España. En tanto, nada se sabia en Teruel de Marcilla, y se supuso había muerto, por lo que el padre de Isabel arregló el casamiento con un caballero de la poderosa familia de los Azagras, próximo pariente del señor de Albarracin; mas por respeto á su palabra, no permitió se verificase la ceremonia hasta el mismo día y hora (que era la de entrar á vísperas), en que se cumplían los seis años de la ausencia de Marcilla. Pocos momentos después de celebrarse el desposorio, éste, acompañado de un escudero, llegó al arrabal de la ciudad, y encontrando casualmente á uno de sus antiguos amigos, supo de su boca la triste nueva. Entonces se apeó del caballo y se entró en una casa para entregarse con libertad al mas terrible dolor, habiendo antes encargado á su amigo nada dijese de su llegada. Decidióse el desventurado amante á volver á Francia y ausentarse para siempre; mas no tuvo valor para dejar de ver á Isabel por la vez postrera, y envolviéndose en una larga capa, se dirigió á la casa de su amada tan luego como vino la noche. Habia en aquellos instantes comenzado un gran sarao compuesto de todo lo mas notable de la ciudad para celebrar las bodas, y Marcilla logró penetrar, sin ser observado, por entre la multitud de pages, escuderos y oíros domésticos, hasta la retirada cámara de Isabel, y se ocultó bajo el suntuoso lecho nupcial aderezado en ella. Largo tiempo hacia que aguardaba, cuando los desposados se retiraron. Marcilla oyó con secreto placer los desesperados sollozos de su amada, y las súplicas que hacia á su rival para que por aquella noche la respetase y se abstuviese de usar de los derechos que le daba su calidad de esposo, pues quería cumplir cierto voto. Azagra, deseoso de aplacar la aflicción de Isabel, le prometió lo que le pedia, y en seguida se acostó y se quedó muy en breve dormido profundamente. Entonces salió Marcilla de su escondite y se puso delante de la desdichada muger, objeto de su ternura, la que casi se desmayó con la sorpresa de esta aparición, que en el primer momento juzgó sobrenatural. Calmóla en fin, y la dijo, que no era su intención turbar su tranquilidad, y sí solo des–



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