martes, abril 24, 2012

Viage ilustrado (Pág. 633)

do este denodado caudillo las conquistas marchó al frente de los tercios de Daroca, Teruel y Calatayud hacia Albaida, con objeto de sitiar el castillo de Chio, no lejos de Játiva; pero atacado de improviso por multitud de sarracenos, se vio precisado á hacerse fuerte en una posición ventajosa llamada Puig del Codol. Cercados alli los cristianos, y no pudiendo evitar la batalla, quiso el piadoso Berenguer, antes de combatir, oir misa y recibir la comunión en compañía de otros cinco caudillos ó gefes de su abreviado ejército. Era el capellán Mosen (1) Mateo Martinez, rector de la parroquia de San Cristóbal de Daroca, y natural de esta ciudad, y comenzó á celebrar el santo sacrificio en una tienda de campaña. Habia ya consagrado las seis formas con que debían de comulgar los capitanes y la hostia de la misa cuando los moros cayeron sobre la hueste aragonesa. Corrieron los guerreros á la pelea, y Mosen Mateo sorprendido, consumió precipitadamente su hostia y guardó las seis formas para que no fuesen profanadas por los infieles, entre los Corporales, y debajo de unas piedras. La victoria fué de Berenguer y los suyos, y el buen sacerdote fué en busca de los corporales; pero se encontró con el prodigio de que las seis formas manaban sangre y estaban pegadas al lienzo (2). Asombrada del milagro la hueste cristiana, se postró humildemente dando gracias á Dios, y luego empezó una reñida y piadosa disputa sobre cual de las tres ciudades á quien pertenecían aquellos tercios, deberia guardar los milagrosos corporales. Sorteóse por tres veces, y todas tocó á Daroca. Pusiéronse estos, en una caja de plata y sobre una muía indómita, y se dejó á ésta marchar adonde quisiese. Desde luego dio en correr, y no paró hasta Daroca, donde cayó reventada al frente del hospital de San Marcos, donde mucho después se edificó el convento de Trinitarios Calzados, y en cuyo pórtico se ve aun en mármol y en relieve representada la mula. Los referidos corporales se guardan con la mayor devoción en un relicario de oro, donación de Fernando el Católico, en una hermosa capilla que él mismo edificó con tal objeto en la colegiala de que hablamos. Muéstranse al público el dia del Corpus desde una capilleta hecha á propósito en lo alto déla muralla de la ciudad, por no poderse contener en la iglesia la inmensa concurrencia que acude. El clero de esta debe constar de un dean, doce canónigos, seis racioneros y cinco capellanes. Hubo seis conventos de religiosos, de los que se conserva el de Trinitarios de San Marcos, dedicado á hospital, el de Mercenarios á cuartel, el del Rosario ocupado por monjas, y el de la Escuela Pía, que es un buen edificio, y que conserva su antigua institucion. También subsisten dos ermitas. En el citado convento de la Trinidad hay una figurita de pie y medio de alto, ejecutada en piedra, la cual, según varias opiniones fué puesta alli para perpetuar la memoria del milagro que Dios obró con cierto ciudadano daroquense, al que en castigo de ir á robar la viña de un vecino, redujo su aventajada estatura en la muy disminuida que representa la estátua.
Daroca es, sin duda, el pueblo predilecto del cielo en cuanto á milagros; pues ademas del de las formas ensangrentadas y del ladrón de la viña, nos refieren otro de que no debemos defraudar á nuestros lectores, y que se designa con el nombre del Santo Ruejo. La situación especial de esta ciudad la espone á continuas inundaciones, y un cierto dia que iba á ser del todo anegada, el Ruejo, ó sea rueda de molino (pues no es otra cosa), se apartó sobrenaturalmente del sitio en que estaba apoyado, y dejó abierta una profunda sima, por la que se precipitaron las aguas, y Daroca se salvo. El Buero volvió por sí mismo a ocupar su antigua posición, y para memoria se alzó á su alrededor una pequeña capilla ó humilladero donde se conserva la prodigiosa piedra con gran veneración. Para precaver las citadas inundaciones, que sin duda hubieran ya arruinado la población, se construyó en el siglo XVI una obra colosal, que es la primera de su clase en España, y que llaman la Gran mina. Consiste esta en un dilado tunnel ó canal subterráneo que taladra de parle á parte un alto monte, y que tiene por objeto recoger la gran cantidad de aguas que, procedentes de las lluvias, se desprenden desde las alturas, y encaminarlas al Jiloca. Tiene de longitud 750 pasos, 8 varas de latitud y 11 en su mayor altura. Hay en el interior de este mina una lápida con inscripción, que recuerda la época en que se construyó, y el coste que tuvo. Fué el arquitecto Pierres Bedel, y se terminó en 1562. La vella vega de dos leguas, fertilizada por el Jiloca, en que está asentada esta ciudad, facilita á sus habitantes amenos paseos. Es también capital de un juzgado compuesto de cuarenta y nueve ayuntamientos, y tiene de población 2,216 almas. Al salir de Daroca, el primer lugar que se encuentra es Baquena, que ya pertenece á la provincia de Teruel, y que ocupa una situación deliciosa á la fértil orilla del Jiloca, y sobre el que tiene un buen puente de piedra de tres ojos. La carretera pasa por medio del pueblo, que está habitado por 935 almas, y en el cual hay de notable la iglesia parroquial, dedicada á la Virgen, buen edificio de tres naves y con once altares, y en una torre se ve aun la divisa de los templarios, sus antiguos poseedores; el convento de monjas con buena iglesia una ermita y un arruinado castillo, del que subsiste una memoria histórica que no debemos olvidar. Cuando Pedro I el Cruel, rey de Castilla, invadió en 1363 los estados de Pedro IV de Aragón, también apellidado el Cruel, sitió esta fortaleza de Baquena. Su alcaide, Miguel de Bernabé, le opuso una tenaz resistencia , y el monarca sitiador, deseando ganar tiempo, le hizo las mas pomposas promesas para comprar la llave confiada á su fidelidad; pero el leal aragonés prefirió morir con los suyos en las llamas que él mismo encendió antes que faltar á sus juramentos. Al cuarto de legua de Baquena está Burbaguena, cuya iglesia parroquial, llamada de Nuestra Señora de los Angeles, ostenta una linda torre, y en cuyo pueblo hay también los vestigios de un castillo. Después se encuentra Calamocha, población de 1,400 habitantes, y cabeza de un juzgado compuesto de una villa y treinta y un lugares que comprenden treinta y dos ayuntamientos, con una parroquia, un convento de monjas, otro extramuros, que fué de religiosos, y dos ermitas. De alli se va á Monreal del Campo, villa situada en una estensa llanura y á la izquierda del Jiloca. Este pueblo aun conserva rastro de la última desastrosa guerra civil que tanto tiempo afligió á varias provincias, pues el carlista Llangoslera hizo demoler la iglesia parroquial que tenia la abvocacion de la Natividad de

(1) Titulo de honor que se da en Aragón á los eclesiásticos.
(2) Véase entre otros muchos á Mariana, lib. X1II. cap. II.



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