sábado, marzo 24, 2012

Viage ilustrado (Pág. 626)

ros y la derecha para los segundos. Asdrubal, sucesor de Amilcar, dio muerte á un señor celtíbero, y un doméstico de éste lo vengó, quitando la vida al gefe cartaginés. Aníbal, hijo de Amilcar, contrayendo alianzas con varias ciudades celtíberas enemigas de Roma, enciende la segunda guerra púnica y se hace dueño de la orilla opuesta del Ebro, faltando á los anteriores tratados. Los habitantes del pais siguen el partido de unos y otros de sus ambiciosos conquistadores. Pierden primero los cartagineses, pero abandonado después Cneyo Escipion por los celtíberos, vuelve á enseñorearse Asdrubal, hermano de Aníbal, de la Celtiberia en 212 para perderla de nuevo. Dueños por fin del campo los romanos, sostienen contra ellos una desastrosa guerra por mas de 200 años en la que sucumbieron mas ejércitos y generales de la ciudad eterna que en la conquista del mundo entero, por confesión de sus mismos historiadores, y mereciendo en el senado la Celtiberia por único nombre el de Natio revellatrix. César, por fin, tuvo la gloria de sujetar definitivamente esta nación indómita é independiente, que formó desde entonces parte del gran mundo romano, quedando incorporada a la provincia Tarraconense. De aquella época data la desaparición del antiguo idioma celtibero, del que quedan solo muestras indescifrables en las inscripciones de sus monedas ó medallas. Cuando la invasion de los godos, aunque los habitantes de este país coadyuvaron á los vascones en sus guerras, siguieron la suerte de la generalidad de los españoles. Los árabes en el primer ímpetu de su conquista, en el siglo VIII, se apoderaron de todas las tierras de la antigua Celtiberia, escepto de algunas comarcas escondidas en las fragosidades de los Pirineos, que sirvieron, como los montes de Asturias, de cuna de la libertad é independencia de


…………………….«otra España y otra patria
mas grande y mas feliz que la primera (1).»


Aqui empiezan las cuestiones de los historiadores, sobre el origen de la monarquía aragonesa. Unos guiados por las tradiciones, por inscripciones sepulcrales y privilegios de antiguos monasterios, aseguran que en 758, habiéndose reunido 300 varones en una cueva del monte Uruel, cerca de Jaca, para celebrar las exequias de un santo ermitaño llamado Juan de Altares, nombraron por su rey ó caudillo á cierto caballero que tenia por nombre García Jimenez, señor de Amezcoa y Arbazuza, el cual fué tronco de los reyes de Sobrarbe, de Navarra y Aragón. Otros combinando las crónicas francesas con las españolas y arábigas conceden esta gloria á Iñigo Arista, conde de Bigorre, el cual fué elegido por estos 300 montañeses en 885, y al mismo tiempo se le atribuye la formación del famoso fuero de Sobrarbe, en que están consignadas las libertades aragonesas. Espresan en él los electores, que pues dé su libre voluntad formaban un rey que los gobernase, éste debia jurar mantenerles sus derechos, repartir con igualdad las tierras que á los moros conquistasen y no poder tener corte ó juzgar, sin el acuerdo de un consejo compuesto de doce ricos hombres ó ancianos del pais. También se refiere á aquella la institución particular del justicia mayor, especie de magistrado mediador entre el pueblo y el trono, y cuyo principal cuidado era mantener la integridad de las leyes. Lo que está averiguado con certeza es que al terminar el siglo VIII existia en estas comarcas de Sobrarbe á las faldas del Pirineo, un pequeño estado cristiano, el cual pidió protección á Luis el Benigno, rey de Aquitania, y este le dio por caudillo en 798 á un conde llamado Aureolo. Muy confusa se muestra por entonces la historia de este territorio, que ya vemos bajo el dominio de los musulmanes, de los franceses, y finalmente en el de los condes y reyes de Navarra. En la etimología del nombre Aragón, que por entonces se empezó a dar á este condado, están también muy discordes los cronistas pero parece la mas razonable la de que proviene de una Ara ó altar erigido á Hércules y de los juegos agonales que se celebraban en honor de este semidiós. Sancho el Mayor, rey de Navarra, tuvo un hijo bastardo llamado Ramiro, á cuya madre unos nombraban Urraca y otros doña Caya, señora del valle de Aivar, y le dejó á su muerte el condado de Aragón, decorado con el titulo de reino, el año 1033. Desde entonces su historia puede decirse se reduce á una serie de victorias que convirtieron bien pronto la reducida region de Sobrarbe en un poderoso estado, merced al valor de sus reyes, que mas bien que este dictado, merecerían el de valientes capitanes.
El primer rey, don Ramiro, murió en la batalla de Graus en 1063, peleando con el famoso Cid Campeador; su hijo y sucesor Sancho Ramirez, después de varias conquistas sobre los moros, cercó á Huesca, pero recibió una herida mortal causada por una flecha, y no permitió se la estrajesen hasta que sus hijos jurasen no abandonar aquella empresa y hacerse dueños de la plaza: don Alfonso I, el Batallador, hijo segundo de Sancho Ramirez, unió por algún tiempo al reino de Aragón y de Navarra, que poseía, los de Leon y Castilla, que eran pertenencia de su esposa doña Urraca, tomó el título de emperador y después de ganar á los moros veinte y nueve batallas campales, murió en la de Fraga en 1134. Por el matrimonio de la reina doña Petronila, hija de Ramiro el Monge, en 1174 , con Ramon Berenguer, conde de Barcelona, se unió este estado al de Aragón. Durante el glorioso reinado de Jaime I, el Conquistador, se le agregaron por la fuerza de las armas, las islas Baleares y el reino de Valencia, y Pedro III, su hijo, le acrecentó aun mas con la Sicilia que pertenecía á su esposa doña Constanza. Pedro IV el Cruel ó el Ceremonioso, quiso falsear las leyes fundamentales y (2)

(1) Quintana, tragedia del Pelayo,

(2) Entre estas deben mencionarse aquella que autorizaba al pueblo á reunirse para defender su libertad cuando la viese amenazada: la que establecia que en caso de ser algún subdito agraviado por el rey, se hiciesen los nobles é infanzones cargo de su causa, y evitasen el pago de toda clase de tributo en tanto aquel no satisficiese al subdito, y finalmente la ley de las coronaciones por la que el nuevo rey con la cabeza descubierta, se inclinaba de rodillas ante el justicia mayor, el que sentado y cubierto le tomaba el solemne juramente de guardar las leyes y fueros del reino y luego le decia á nombre del pueblo estas palabras: «Nos que somos tanto como vos, é todos juntos valemos mas que vos, os facemos rey con la condición de guardar nuestros fueros é privilegios, é si no non.» Subsistió esta última ley hasta el reinado de Pedro IV, el Ceremonioso, que la hizo anular en Cortes, y habiéndole estas presentado un pergamino en que estaba escrita, lo rompió en pedazos con su puñal. Al tirar de este se hirió en una mano y viendo su sangre esclamó: «Ley que daba poder á los vasallos para nombrar rey, sangre e rey debe costar.» Por este hecho le llamaron don Pedro el del puñal. Es también muy notable la ley de Aragón que escluye á las hembras de la corona.

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