ideado trazar una fábrica de 125 pies de altura, 303 de longitud y 128 de latitud, sobre uno y medio de espesor en sus mismos fundamentos: pero la esperiencia de mas de 500 años no solo justifica la idea, sino que confirma la realidad de este milagro del arte. Su fábrica no es del todo gótica ni tudesca, puede muy bien llamarse de estilo oriental, porque es un conjunto de pilares, arcos, estribos arbotantes y ventanages, y como estos últimos son tantos y sus vidrios de diversos colores, hacen un efecto admirable mirados por la parte interior del templo. Principióse la construcción por el obispo don Manrique de Lara, que presidió en esta sede desde el año 1181 al 1203, y duró la obra mas de cien años; pero se ignora á punto fijo quién fué el autor de la traza, pues aun sobre la época de la fundación y nombre del fundador andan encontrados los pareceres.
Después de la catedral se ve el palacio de los Guzmanes, hermosa fábrica mandada edificar por don Juan de Guzman, obispo de Calahorra, y que pertenece ahora al marquesado de Toral, unido hoy á la casa del duque de Frias. Está bastante abandonado, sirviendo para depósito de granos, suerte común de esta clase de edificios en nuestro pais, desde el reinado de los Reyes Católicos, en que los grandes señores tomaron la costumbre de habitar constantemente en la corte, dejando sus antiguos torreones y castillos feudales entregados á la curiosidad del viagero ó á los recuerdos de la historia.
La iglesia de San Marcos de Leon es célebre no solo por su capacidad y solidez, por sus adornos de estilo gótico y por su magnífica sillería de coro, sino también por su historia, pues ha pertenecido á los caballeros de Santiago, y fué rival algún día del convento de Uclés. Por el tiempo de la confirmación de la orden, los ricos hombres del reino de Leon habían fundado cerca de esta ciudad, en el camino francés, un hospital, el cual, según dice el libro de la regla y establecimientos de los caballeros de Santiago, había sido edificado para servicio de Dios y bien de las ánimas, y por los muchos peligros que acaecían en aquel lugar á los romeros cuando iban y venían á visitar el Santo Apóstol. En vista de esto el obispo don Juan Albertino, que tenia á su cargo en compañía de los canónigos de Leon, la administración de este hospital, se lo cedió al ilustre don Suero Rodriguez, uno de los primeros caballeros á mediados del siglo XII, cuando la orden no estaba todavía confirmada, con el intento de que los canónigos del Loyo, que seguian la regla de San Agustín, y á los cuales para mayor santidad y decoro se habían reunido los primeros caballeros de Santiago, cuidasen del bien espiritual de los peregrinos los unos, en tanto que los otros proveian á su resguardo y seguridad. Tal es el origen de San Marcos, cuya grandeza fué creciendo después en la misma proporción que la de la orden, que en los siglos XII, XIII y XIV llegó á tan alto grado de esplendor, que las determinaciones de sus capítulos generales pesaban poderosamente en la balanza de los destinos de la nación.
No queremos dejar de hacer mérito aqui de un suceso que le ha dado renombre al convento de San Marcos de Leon en época mas reciente. En el reinado de Felipe IV, durante la administración del conde–duque de Olivares, fué encerrado estrechamente y tratado con el mayor rigor, en una de sus celdas, el poeta satírico don Francisco de Quevedo, uno de los talentos mas privilegiados de aquella privilegiada época. Allí lo aprisionaron crudamente bajo el pretesto, según unos, de un desacato cometido en haber hecho poner debajo de la servilleta del rey un papel satirico, anónimo que se le atribuyó; según otros, por supuestas inteligencias con la casa de Braganza, y según todas las probabilidades, por intrigas y manejos de cortesanos. Enséñase á los viageros la celda, donde resulta de su misma confesión, que se curaba y cauterizaba con sus propias manos dos heridas que tenia abiertas, desamparado como estaba de todo el mundo y sin cirujano que se las curase, á pesar de habérsele encancerado con la proximidad del rio y la humedad del pais. Desde aquella cárcel fué desde donde dirigió á su perseguidor el famoso memorial, página elocuente de la elevación de sentimientos de un grande hombre, aun en medio de una desgracia y tribulación de tal suerte irremediables.
Para completar nuestra descripción de las muchas curiosidades que encierra la ciudad de Leon, nos falta mencionar la iglesia de San Isidoro, donde está el panteón de los reyes, y á ella nos dirigimos.
Asolada esta ciudad por Almanzor, rey de Córdoba, la restauró Alfonso V, y edificó y dedicó á San Juan Bautista una pobre iglesia de luto et latere, como dice el epitafio de su sepulcro. Los reyes don Fernando de Castilla y doña Sancha de Leon, hija de don Alonso, la demolieron y erigieron otra de piedra labrada, que se tituló de San Isidoro, desde que los mismos reyes colocaron en ella el cuerpo de este santo, traido de Sevilla por diligencia suya.
Alonso V destinó esta iglesia para sepulcro de los reyes sus antecesores, y se pusieron en ella las antiguas reliquias que los cristianos llevaron consigo en las invasiones. Reedificada después, como queda dicho, por don Fernando el Magno hacia la mitad del siglo XI, fué entregada á los canónigos regulares de San Agustín, que don Alfonso VII trasladó allí del convento de Carvajal, una legua distante de Leon, y que han permanecido en ella hasta nuestros días.
La iglesia es bastante espaciosa, de tres naves; al fin de la principal, por debajo del coro, se halla la entrada del que llaman el Panteón, donde hay depositados por lo menos cuarenta y ocho cuerpos de personas reales; y es una capilla destinada á Santa Catalina, llena de sepulcros sencillos y sin ninguna suntuosidad, unos encima de otros y con esculturas de grosera labor.
Es también notable este suntuoso templo por la multitud de buenas obras de escultura y pintura, asi como por la cantidad inmensa de reliquias de varios santos que conserva, ademas del cuerpo de San Isidoro, que está sobre la mesa del altar mayor: antes de las guerras y trastornos de este siglo, era muy rico en alhajas de preciosa hechura y considerable valor, que han desaparecido en su mayor parte. Otro de los objetos apreciables de esta santa casa es la librería, en la que se encuentran códices y manuscritos rarísimos. Por último, en esta antigua iglesia se conserva una costumbre inmemorial que otros atribuyen á un concilio celebrado en ella y concluido en Lugo contra los arríanos sacraméntanos, cuya costumbre, que en la catedral de Lugo también se observa, consiste en tener constantemente al Santísimo manifiesto dia y noche, lo cual se ha practicado sin interrupción, según varios autores desde el siglo VII hasta el dia, pues aunque los moros tomaron la ciudad de Leon,
Después de la catedral se ve el palacio de los Guzmanes, hermosa fábrica mandada edificar por don Juan de Guzman, obispo de Calahorra, y que pertenece ahora al marquesado de Toral, unido hoy á la casa del duque de Frias. Está bastante abandonado, sirviendo para depósito de granos, suerte común de esta clase de edificios en nuestro pais, desde el reinado de los Reyes Católicos, en que los grandes señores tomaron la costumbre de habitar constantemente en la corte, dejando sus antiguos torreones y castillos feudales entregados á la curiosidad del viagero ó á los recuerdos de la historia.
La iglesia de San Marcos de Leon es célebre no solo por su capacidad y solidez, por sus adornos de estilo gótico y por su magnífica sillería de coro, sino también por su historia, pues ha pertenecido á los caballeros de Santiago, y fué rival algún día del convento de Uclés. Por el tiempo de la confirmación de la orden, los ricos hombres del reino de Leon habían fundado cerca de esta ciudad, en el camino francés, un hospital, el cual, según dice el libro de la regla y establecimientos de los caballeros de Santiago, había sido edificado para servicio de Dios y bien de las ánimas, y por los muchos peligros que acaecían en aquel lugar á los romeros cuando iban y venían á visitar el Santo Apóstol. En vista de esto el obispo don Juan Albertino, que tenia á su cargo en compañía de los canónigos de Leon, la administración de este hospital, se lo cedió al ilustre don Suero Rodriguez, uno de los primeros caballeros á mediados del siglo XII, cuando la orden no estaba todavía confirmada, con el intento de que los canónigos del Loyo, que seguian la regla de San Agustín, y á los cuales para mayor santidad y decoro se habían reunido los primeros caballeros de Santiago, cuidasen del bien espiritual de los peregrinos los unos, en tanto que los otros proveian á su resguardo y seguridad. Tal es el origen de San Marcos, cuya grandeza fué creciendo después en la misma proporción que la de la orden, que en los siglos XII, XIII y XIV llegó á tan alto grado de esplendor, que las determinaciones de sus capítulos generales pesaban poderosamente en la balanza de los destinos de la nación.
No queremos dejar de hacer mérito aqui de un suceso que le ha dado renombre al convento de San Marcos de Leon en época mas reciente. En el reinado de Felipe IV, durante la administración del conde–duque de Olivares, fué encerrado estrechamente y tratado con el mayor rigor, en una de sus celdas, el poeta satírico don Francisco de Quevedo, uno de los talentos mas privilegiados de aquella privilegiada época. Allí lo aprisionaron crudamente bajo el pretesto, según unos, de un desacato cometido en haber hecho poner debajo de la servilleta del rey un papel satirico, anónimo que se le atribuyó; según otros, por supuestas inteligencias con la casa de Braganza, y según todas las probabilidades, por intrigas y manejos de cortesanos. Enséñase á los viageros la celda, donde resulta de su misma confesión, que se curaba y cauterizaba con sus propias manos dos heridas que tenia abiertas, desamparado como estaba de todo el mundo y sin cirujano que se las curase, á pesar de habérsele encancerado con la proximidad del rio y la humedad del pais. Desde aquella cárcel fué desde donde dirigió á su perseguidor el famoso memorial, página elocuente de la elevación de sentimientos de un grande hombre, aun en medio de una desgracia y tribulación de tal suerte irremediables.
Para completar nuestra descripción de las muchas curiosidades que encierra la ciudad de Leon, nos falta mencionar la iglesia de San Isidoro, donde está el panteón de los reyes, y á ella nos dirigimos.
Asolada esta ciudad por Almanzor, rey de Córdoba, la restauró Alfonso V, y edificó y dedicó á San Juan Bautista una pobre iglesia de luto et latere, como dice el epitafio de su sepulcro. Los reyes don Fernando de Castilla y doña Sancha de Leon, hija de don Alonso, la demolieron y erigieron otra de piedra labrada, que se tituló de San Isidoro, desde que los mismos reyes colocaron en ella el cuerpo de este santo, traido de Sevilla por diligencia suya.
Alonso V destinó esta iglesia para sepulcro de los reyes sus antecesores, y se pusieron en ella las antiguas reliquias que los cristianos llevaron consigo en las invasiones. Reedificada después, como queda dicho, por don Fernando el Magno hacia la mitad del siglo XI, fué entregada á los canónigos regulares de San Agustín, que don Alfonso VII trasladó allí del convento de Carvajal, una legua distante de Leon, y que han permanecido en ella hasta nuestros días.
La iglesia es bastante espaciosa, de tres naves; al fin de la principal, por debajo del coro, se halla la entrada del que llaman el Panteón, donde hay depositados por lo menos cuarenta y ocho cuerpos de personas reales; y es una capilla destinada á Santa Catalina, llena de sepulcros sencillos y sin ninguna suntuosidad, unos encima de otros y con esculturas de grosera labor.
Es también notable este suntuoso templo por la multitud de buenas obras de escultura y pintura, asi como por la cantidad inmensa de reliquias de varios santos que conserva, ademas del cuerpo de San Isidoro, que está sobre la mesa del altar mayor: antes de las guerras y trastornos de este siglo, era muy rico en alhajas de preciosa hechura y considerable valor, que han desaparecido en su mayor parte. Otro de los objetos apreciables de esta santa casa es la librería, en la que se encuentran códices y manuscritos rarísimos. Por último, en esta antigua iglesia se conserva una costumbre inmemorial que otros atribuyen á un concilio celebrado en ella y concluido en Lugo contra los arríanos sacraméntanos, cuya costumbre, que en la catedral de Lugo también se observa, consiste en tener constantemente al Santísimo manifiesto dia y noche, lo cual se ha practicado sin interrupción, según varios autores desde el siglo VII hasta el dia, pues aunque los moros tomaron la ciudad de Leon,
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