do su antiguo nombre hoy desconocido en el de Pompeyo–polis, ó ciudad de Pompeyo. El rey godo Eurico se hizo dueño de esta población en 466, pero adicta a los romanos, se segregó pronto de la dominación de aquel. También perteneció momentáneamente á los reyes francos, Clotario y Childeberto que se habían apoderado de ella el año 552. Rindióse á los moros en 738, y en 750 los pamploneses degollaron la guarnición que estos habían dejado, y recobraron su independencia poniéndose bajo la protección y amparo de Carlo–Magno. Este, abusando de su preponderancia y relaciones en el pais, quiso arrebatarle del todo su amada libertad, pero encontró siempre la mas decidida oposición, asi también como los moros y los reyes de Asturias. Cuando aquel renombrado emperador franco marchó con su ejército sobre Zaragoza, atravesó esta comarca, y á su regreso destruyó las murallas de Pamplona, con objeto de castigar la ciudad rebelde al yugo, á que sin razón intentaba sujetarla. El célebre Garsea–Eneco, ó sea Iñigo Arista, después de vencer en varios encuentros á los moros, logro fijar su residencia en Pamplona, pero á su muerte cayó esta ciudad, aunque por poco tiempo, baja la dependencia de los reyes de Oviedo. Sancho Garcés Abarca hizo en 905 á Pamplona corte de un reino del mismo nombre (que era el de Navarra, y después cedió su señorío y el de todo su término á la iglesia de Santa María. Los reyes sucesores de Sancho Abarca, con objeto de aumentar mas y mas la importancia y población de Pamplona, edificaron varios burgos ó barrios, cada uno con su fuero y jurisdicción especial El mas notable, y que disfrutaba de mas franquicias y privilegios, era el que habitaban los antiguos Moradores del pais, llamado Navarrería. Don Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Navarra, formó otro con franceses el año 1129, y le dio el fuero de Jaca. Cuatro burgos ó poblaciones distintas componían la de Pamplona el año 1213, y eran la Navarrería, San Nicolás, San Saturnino y San Miguel, cuyos respectivos habitadores solían estar divididos y en guerra unos con otros. Sancho el Fuerte, de acuerdo con el obispo, otorgó para tranquilizarlos ciertos fueros y medidas convenientes, entre otras esta que manifiesta el espíritu caballeresco de la época: «Que si ocurriese enemistad que durase una noche y un dia, ninguno de los enemistados se hiciese daño hasta desafiarse delante de ocho nombres honrados, dos de cada población (ó barrio), y que antes del duelo pasasen diez dias: si en este intermedio matare ó hiriere el uno al otro, fuese preso como traidor y pagase mil sueldos de multa.» Aun se renovaron estos funestos disturbios en 1222, resultando muertes é incendios, pero también el rey y el prelado las pacificaron. El año 1271 el rey Enrique el Gordo juro guardar los fueros de Pamplona, y el de 1277 fué quemado el burgo de la Navarrería por un ejército francés, á causa de haberse pronunciado en contra de la reina doña Juana, y no volvió á reedificarse hasta 1321. Carlos 1 dispuso en 1336, que los judíos que entonces vivían mezclados con los cristianos, morasen en una judería ó barrio aparte, que se fundó á propósito cerca del puente de la Magdalena. Carlos III de Navarra todavía encontró á Pamplona dividida en tres partes, la Navarrería, la Poblacion y el Burgo, y juntó en una sus tres jurisdicciones el año 1423, al mismo tiempo que se celebraban Córtes en esta ciudad. El 24 de julio de 1512, entró en ella el duque de Alba, general de Fernando el Católico, el cual, hallándose en Logroño en el mismo año, confirmó á Pamplona todos sus fueros y privilegios. Juan de Labrit se hizo dueño del castillo de esta ciudad en 1521, cuando apoyado por la Francia intentaba reconquistar el trono de sus abuelos. Entonces defendiendo aquella fortaleza á nombre de los Reyes Católicos, el valiente capitán don Ignacio de Loyola, que después fundó la célebre compañía de Jesus, fué herido de una bala de cañón. El general D'Armagnac que lo era de Napoleon, se apoderó por sorpresa y alevosamente de la plaza y ciudadela en 1808. Derrotadas las tropas que mandaba el intruso rey José, en la batalla de Vitoria, se acogieron (con él) á Pamplona, donde permanecieron pocos dias. Fué después sitiada la plaza por el conde de La Bisbal y don Cárlos España, y volvió al poder de las tropas españolas. Desde entonces el suceso mas notable ocurrido en Pamplona es la sublevación militar de 1841, contra el regente del reino, duque de la Victoria, á cuyo frente estaba el general Odonell, que se hizo fuerte por algún tiempo en la ciudadela. Las armas de la ciudad consiste en un león rampante, orlado de las cadenas de Navarra y timbrado de una corona. Es patria de muchos personages de nombradía, entre los que merece honrosa mención Martin de Ezpilueta.
Pamplona es la capital del antiguo reino de Navarra, ahora provincia del mismo nombre; de una capitanía general; también de una merindad, que era la primera, de un partido judicial que comprende una ciudad, veinte y nueve villas, doscientos sesenta y dos lugares y cuatro palacios, que forman ciento ocho ayuntamientos, y veinte y dos valles, y de un obispado de bastante estension compuesto de una iglesia catedral, otra colegial, diez y siete arciprestazgos y ochocientas treinta y cinco parroquias. El total de las almas de la provincia es de 235,874, y el de la ciudad de 15,715. Las calles son en general limpias, derechas, de bastante anchura y de buen piso. La mejor plaza es la que antes se denominaba del Castillo y ahora de la Constitución, que ostenta en su centro una hermosa fuente. La catedral fué edificada pobremente según se cree, por San Fermín, primer obispo de Pamplona (que se hace subir al año 80 de J. C), el cual colocó en ella la efigie de Nuestra Señora llamada Santa María la Blanca, ó Santa María de Pamplona, la que cuando la irrupción de los árabes fué llevada al monasterio de Leyre, donde permaneció doscientos años. La iglesia fue destruida por aquellos, y comenzada á restaurar por el rey Sancho el Mayor, el año de 1023 en que se consagró. Reinando en Navarra Carlos III, el Noble, se arruinó de nuevo por un incidente imprevisto, pero desde luego se reedificó; y finalmente, al terminar el último siglo se construyó una nueva y magnífica fachada según el gusto que reinaba en aquella época, y en ella un suntuoso pórtico formado por columnas corintias que sustentan un fronton. Remata esta fábrica con una gran cruz de piedra, adorada por dos ángeles, y tiene á sus costados dos torres de 175 pies de elevación, en las que hay diez campanas, un reloj de máquina, y otro de sol. Rodean á toda la fachada un estenso atrio terminado por una elegante y sólida verja interrumpida por pilares que sontienen jarrones.
El interior del templo pertenece al gusto gótico, es de forma de cruz latina, y se compone de cinco naves. La mayor tiene de longitud 233 pies, y de latí–
Pamplona es la capital del antiguo reino de Navarra, ahora provincia del mismo nombre; de una capitanía general; también de una merindad, que era la primera, de un partido judicial que comprende una ciudad, veinte y nueve villas, doscientos sesenta y dos lugares y cuatro palacios, que forman ciento ocho ayuntamientos, y veinte y dos valles, y de un obispado de bastante estension compuesto de una iglesia catedral, otra colegial, diez y siete arciprestazgos y ochocientas treinta y cinco parroquias. El total de las almas de la provincia es de 235,874, y el de la ciudad de 15,715. Las calles son en general limpias, derechas, de bastante anchura y de buen piso. La mejor plaza es la que antes se denominaba del Castillo y ahora de la Constitución, que ostenta en su centro una hermosa fuente. La catedral fué edificada pobremente según se cree, por San Fermín, primer obispo de Pamplona (que se hace subir al año 80 de J. C), el cual colocó en ella la efigie de Nuestra Señora llamada Santa María la Blanca, ó Santa María de Pamplona, la que cuando la irrupción de los árabes fué llevada al monasterio de Leyre, donde permaneció doscientos años. La iglesia fue destruida por aquellos, y comenzada á restaurar por el rey Sancho el Mayor, el año de 1023 en que se consagró. Reinando en Navarra Carlos III, el Noble, se arruinó de nuevo por un incidente imprevisto, pero desde luego se reedificó; y finalmente, al terminar el último siglo se construyó una nueva y magnífica fachada según el gusto que reinaba en aquella época, y en ella un suntuoso pórtico formado por columnas corintias que sustentan un fronton. Remata esta fábrica con una gran cruz de piedra, adorada por dos ángeles, y tiene á sus costados dos torres de 175 pies de elevación, en las que hay diez campanas, un reloj de máquina, y otro de sol. Rodean á toda la fachada un estenso atrio terminado por una elegante y sólida verja interrumpida por pilares que sontienen jarrones.
El interior del templo pertenece al gusto gótico, es de forma de cruz latina, y se compone de cinco naves. La mayor tiene de longitud 233 pies, y de latí–
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