martes, febrero 07, 2012

Viage ilustrado (Pág. 612)

aquel cuerpo muerto con su agudo puñal, varias en partes... Volvió Orsini al castillo, salióle a recibir Engracia con las mayores muestras del mas puro cariño, y él por su parte disimulndo también el furor que le devoraba, abrazó a la pérfida esposa y la dijo, que apenas llegado a Pamplona con mosen Fernando, habia dado la vuelta para volar á su lado, y celebrar juntos al dia siguiente, el primer aniversario de su dichosa union. Al efecto dispuso un gran banquete al que asistieron varios nobles del pais inmediato. A uno de estos llamó la atención un cierto objeto, cubierto con un paño de seda rojo, que dos criados colocaron cuidadosamente en un ángulo del salon; mas Octavio Orsini le dijo era un presente con que pensaba sorprender agradablemente á su esposa después de la comida. Reinó en esta la mayor alegría, y á los postres sirvieron cierta especie de jelatina, en tantos platos como convidados habia. El destinado para Engracia se distinguía de los demás, por una cifra de confitura en que se leia su nombre, galantería que fué celebrada por todos. En seguida hizo traer Orsini el objeto encubierto de que hablamos antes, que era un largo cajón, del que entregó la llave á su esposa; fué esta á abrirlo gozosa, y retrocedió dando un espantoso grito. Todas las miradas de los circunstantes se dirigieron al fondo de la caja misteriosa, y descubrieron con horror un esqueleto, que en sus manos recientemente descarnadas, tenia un pergamino en el que se leia en abultados caracteres:


«Yo fui mosen Fernando de Alvarado.»


Orsini con infernal sonrisa dijo entonces á Engracia: «Mírale, infame adúltera, mírale y emplea en esa agradable ocupación, los pocos momentos que te restan de vida, pues acabas de comer el corazón de tu cómplice, preparado por mí con una activa ponzoña que te hará morir con horribles dolores. Dicho esto, desapareció Octavio Orsini, y no se le vio mas; se dijo habia vuelto á su pais. Inútil es añadir que Engracia murió en efecto pocos momentos después.
Sangüesa es población antigua y de origen desconocido; estaba situada en lo primitivo donde hoy la pequeña villa de Rocaforte, que se llamó también Sangüesa la Vieja. Era alli una de las fortalezas que defendian la frontera de Navarra contra los aragoneses. En 1034 fué donada en rehenes por el rey Sancho III, el de Peñalen, al de Aragón don Ramiro I. Sancho Ramirez la dio fueros, y su hijo Alfonso, el Batallador, la trasladó al sitio que hoy ocupa, pero conservando algunos habitantes en el antiguo. Los fueros y franquicias de Sangüesa fueron aumentados en 1298 por Felipe el Hermoso, y en 1307 por Luis Hutin. A este mismo escribieron los habitantes de Sangüesa una carta el 22 de agosto de 1311, en que le participaban que el ejército del rey de Aragón estaba cercando á Pitilla, pero que se ofrecían á marchar á su socorro, con tal que enviase algunos soldados de refuerzo, lo que Luis verificó. También derrotaron los moradores de Sangüesa á los aragoneses en el vado de San Adrian, apoderándose en esta jornada del pendón real, por lo que esta ciudad cambió sus antiguas armas, que consistían en castillo en campo de plata, en los cuatro palos de gules de Aragón, á los lados las letras S A, y al timbre corona real. Una inundación del rio Aragón destruyó en 1330 la mayor parte de la ciudad, desastre que se repitió en 1431 y en 1787.
De Sangüesa habia salido la reina doña Juana Enriquez en 1452 á encontrar á su esposo don Juan II, cuando se sintió acometida de los dolores de parto, y dio á luz en Sos, al célebre Fernando el Católico. También figura Sangüesa en la historia moderna, pues en sus cercanías consiguió Mina el 11 de enero de 1812, un señalado triunfo contra los franceses, y en la última guerra sostuvieron en ella una acción los caudillos carlistas Manolin y el Rojo de San Vicente.
Se pasa después por Liedena (1), pequeño lugar de sesenta y ocho casas, y dejando á la derecha el rio Salazar. Lumbier, es la antigua capital de los pueblos Ilumberitanos, que menciona Plinio entre los que estaban sujetos al convento jurídico de Zaragoza. Fué repoblada esta villa por Sancho el Fuerte, y Teobaldo I, que la concedieron fueros. Ocupa una montaña entre los rios Irati y Salazar, tiene un monasterio de benidictinas, una parroquia con nombre de la Asuncion de la Vírgen, cuatro ermitas, dos paseos con árboles y trescientas casas habitadas por mil seiscientas personas. A tres cuartos de legua de Lumbier y al terminar la garganta de Foz, habia entre dos peñascos un atrevido puente que cruzaba el Irati, llamado puente del Diablo después de Jesus, que dirigía á Jaca, y fué cortado por el general Mina en la guerra de la Independencia.
Lumbier pertenece al valle de Aibar, que comprende muchas poblaciones y está rodeado de una sierra altísima en cuyo centro se ve la villa capital del mismo nombre. Pertenecen á este valle algunas leyendas históricas, entre las que no debe pasar olvidada la del célebre Sancho Abarca. Cuentan que su padre García Garcés ó García Iñiguez, como le llaman otros, tuvo en el valle de Aibar una reñida batalla con los moros, en la que después de combatir valerosamente cayó traspasado de heridas. Su varonil esposa, doña Urraca, que se hallaba en cinta y le acompañaba en esta jornada, fue también muerta de un golpe de lanza, quedando su cuerpo en el campo de batalla. A la sazón acertó á pasar un noble paladin, llamado Sancho de Guevara, y viendo al infante que sacaba el brazo por una de las heridas de la madre acordó de abrir el vientre y sacar el niño (2). Llevósele el buen caballero á su castillo, donde le educó secretamente disfrazado de pastor, hasta que cumplidos diez y nueve años lo presentó á las Cortes que lo aclamaron rey. Hízose Sancho digno de este título, pues fué uno de los guerreros mas célebres de su tiempo; estendió por todas partes los límites de su pequeño reino y pasó los Pirineos para conquistar la parte de Vasconia, que obedecía á los reyes de Francia. En tanto los moros penetraron en Navarra, llegando hasta cerca de Pamplona. Don Sancho, no obtante lo crudo de la estación en lo mas rigoroso del invierno, voló á socorrer su capital, y para que los soldados pudiesen trepar por los puertos cubiertos de nieve, los hizo calzar abarcas, motivo por el que se dio á este soberano el nombre de Abarca. Retiróse por algún tiempo al monasterio de Leyre, y después de un glorioso reinado murió en la batalla de Gollanda, peleando cuerpo á cuerpo con el famoso conde de Castilla Fernán Gonzalez.
El célebre monasterio cisterciense de San Salvavador de Leyre, tan renombrado en las crónicas na–

(1) Aquí hay una barca para pasar el rio Irati.
(2) Mariana, libro VIII, cap. IV.

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