Hablando de los habitantes de los Alpes no se puede dejar de decir algunas palabras de las paperas y del cretinismo. Las paperas son una gordura mas ó menos grande, producida por el infarto de las glándulas del cuello; en las montañas hay una multitud de personas acometidas de esta enfermedad. El cretinismo es una verdadera imbecilidad, una inercia estúpida. Los cretinos tienen todos paperas; pero en ellos parece efecto de flojedad de la fibra, mas bien que una obstrucción propiamente dicha; porque todo indica en ellos una estremada flojedad; sus carnes son fofas y flacas, su piel marchita y arrugada, su lengua torpe, sus labios y párpados gordos y salientes y su color amarillo bronceado. La misma flojedad se manifiesta en su carácter, y aunque la necesidad los escite á hacer los movimientos indispensables á su conservación, se ve en ellos una apatía é indolencia escesivas, no son capaces de ningún movimiento espontáneo, á no ser el de la deglución, y hay que darles el alimento con la cuchara como á los niños recien nacidos. Este es el último grado de la enfermedad, pues mas allá de este término cesan las funciones vitales y el individuo no tiene los resortes necesarios para vivir. Pero desde este grado hasta la perfecta inteligencia, se encuentran en el Valais, en el valle de Aoste y en la Maurienne todas las gradaciones intermediarias que se pueden imaginar. Se ven cretinos que no profieren mas que sonidos inarticulados, otros que balbucean algunas palabras, otros que sin tener uso de razón, son capaces, sin embargo, de aprender por imitación á desempeñar algunos trabajos de la casa ó del campo, y también los hay que se casan y cumplen mejor ó peor los deberes de la sociedad. Las personas acometidas de esta enfermedad no se encuentran mas que en los valles: en los llanos y en las alturas no.
El punto mas elevado de la Saboya y aun de toda la Europa es el monte Blanco. Está á 4,892 metros sobre el nivel del mar. Mr. de Saussure no pudo llegar hasta su cima, solo se elevó cerca de 3,800 metros, y ningún observador europeo ha llegado después á esta altura. En todas las mas altas montañas donde él estuvo, ha hecho una singular observación, y es, que se siente un sueño irresistible, lo cual es efecto del enrarecimiento del aire; si se sucumbe al deseo de dormir, bien pronto se queda uno helado en medio de las nieves y los témpanos y alli se muere; por eso es necesario agitarse todo lo posible hasta que se desciende á una atmósfera mas densa.
«No pude dejar estos sitios, dice el mismo viagero, sin visitar el hospicio del gran San Bernardo, una de las instituciones mas útiles que la religion ha inspirado á los hombres en beneficio de sus semejantes. El monte San Bernardo está situado en los confines del Valais y del Piamonte. Saliendo de la ciudad de Aoste para ir á él, atravesé unos viñedos que miran al Mediodía, en la pendiente de una montaña desquebrajada y árida; los agudos y repetidos gritos de las cigarras hacian creer que estaba en un pais mucho mas meridional, las moreras, los almendros y los almeces que por todas partes crecen, favorecen esta ilusión, y se desea la frescura de sombrosas arboledas; pero después de haber caminado como unas cuatro horas, se comienza á sentir un frió muy vivo, y una hora después se traslada uno al clima de Spitzberg y de Groenlandia, y no se suspira mas que por las estufas y el buen fuego que esperan en el convento. Después de pasar un tortuoso sendero entre dos rocas, se encuentra un pequeño valle, á la estremidad del cual se descubre el hospicio. El aspecto de éste es muy triste; es un gran edificio cuadrado y sin ninguna especie de adorno; alrededor de él no hay árboles ni verdura. El convento llena el fondo de una garganta cerrada entre altas montañas, á la orilla de un pequeño lago que parece negro á causa de su profundidad y sobre todo por las nieves de que casi está siempre rodeado.
»El cielo estaba puro y sin nubes cuando llegamos al convento, y el sol mas brillante iluminaba aquellas soledades. Difícil seria esplicar las diferentes sensaciones que á la vez se esperimentan; la primera que se distingue es un pasmo ocasionado por la dificultad de respirar; parece que los pulmones no tienen la ordinaria elasticidad y les falla capacidad para contener el aire aspirado. La diferencia del que se respira en semejantes alturas es muy sensible al que solo está acostumbrado al aire de las llanuras, aquel es mas raro y mas puro, porque está menos cargado de vapores, y el cielo es de un azul mas bello, de un color mas vivo, desconocido á los habitantes de los llanos. El aspecto de estas áridas montañas llama al instante la atención. La mezcla de una viva luz reflejada por la blancura de las nieves que cubren todas las cimas, y la de estas rocas peladas que tiñe el sol de color de rosa y de un azul bajo, hacian un singular contraste con las grandes masas de sombra, producidas por las montañas cuyas cimas parecen desgarradas y cubiertas de puntas de roca, que, horadando las nieves, coronan lo alto de este cuadro.
»Un religioso, destinado para recibir á los viageros, cuya bondad y afabilidad nos previno en su favor, nos sacó del éxtasis y de la admiración que producen los grandes espectáculos de la naturaleza. A pesar del calor que habia hecho el dia que llegamos, la noche fué fría. Al dia siguiente, 30 de julio, lo alto de la montaña estaba cubierto de nubes espesas, pero tranquilas, ninguna agitación habia en el aire. Por la tarde hizo frio; el termómetro, que por la mañana marcaba cuatro grados bajo cero, subió á tres sobre cero á las nueve de la noche, y durante toda ella, cayó una horrible lluvia mezclada de nieve y acompañada de un espantoso viento. La lluvia continuó al dia siguiente; á la lluvia sucedió la nieve, el viento arreció viniendo de abajo arriba, y puso en movimiento las nubes hacia el valle por donde se viene del Valais, y las hizo desfilar siguiendo las sinuosidades del terreno hasta que se sumergieron en una hondonada donde está el pequeño lago; alli las nubes se iban apretando y amontonando sucesivamente; al abrigo del viento que por encima corria, permanecían tranquilas en este fondo, y su espesor y oscuridad aumentaban á medida que el aire soplaba con mas violencia, volviéndose por último este lugar en estremo tenebroso. El rigor del frio y del viento nos habia obligado á dejar este singular espectáculo para aproximarnos al fuego. A poco fué general la oscuridad alrededor del convento; el trueno comenzó á rugir sordamente, aumentándose poco á poco hasta estallar con gran violencia; parecía que dentro de las habitaciones se chocaban las nubes, sintiéndose el estruendo por debajo y por encima de si; la lluvia, la nieve y el granizo se sucedían, y también caian juntos con frecuencia; á todo esto se mezclaban los relámpagos, presentando el espectáculo del choque y
El punto mas elevado de la Saboya y aun de toda la Europa es el monte Blanco. Está á 4,892 metros sobre el nivel del mar. Mr. de Saussure no pudo llegar hasta su cima, solo se elevó cerca de 3,800 metros, y ningún observador europeo ha llegado después á esta altura. En todas las mas altas montañas donde él estuvo, ha hecho una singular observación, y es, que se siente un sueño irresistible, lo cual es efecto del enrarecimiento del aire; si se sucumbe al deseo de dormir, bien pronto se queda uno helado en medio de las nieves y los témpanos y alli se muere; por eso es necesario agitarse todo lo posible hasta que se desciende á una atmósfera mas densa.
«No pude dejar estos sitios, dice el mismo viagero, sin visitar el hospicio del gran San Bernardo, una de las instituciones mas útiles que la religion ha inspirado á los hombres en beneficio de sus semejantes. El monte San Bernardo está situado en los confines del Valais y del Piamonte. Saliendo de la ciudad de Aoste para ir á él, atravesé unos viñedos que miran al Mediodía, en la pendiente de una montaña desquebrajada y árida; los agudos y repetidos gritos de las cigarras hacian creer que estaba en un pais mucho mas meridional, las moreras, los almendros y los almeces que por todas partes crecen, favorecen esta ilusión, y se desea la frescura de sombrosas arboledas; pero después de haber caminado como unas cuatro horas, se comienza á sentir un frió muy vivo, y una hora después se traslada uno al clima de Spitzberg y de Groenlandia, y no se suspira mas que por las estufas y el buen fuego que esperan en el convento. Después de pasar un tortuoso sendero entre dos rocas, se encuentra un pequeño valle, á la estremidad del cual se descubre el hospicio. El aspecto de éste es muy triste; es un gran edificio cuadrado y sin ninguna especie de adorno; alrededor de él no hay árboles ni verdura. El convento llena el fondo de una garganta cerrada entre altas montañas, á la orilla de un pequeño lago que parece negro á causa de su profundidad y sobre todo por las nieves de que casi está siempre rodeado.
»El cielo estaba puro y sin nubes cuando llegamos al convento, y el sol mas brillante iluminaba aquellas soledades. Difícil seria esplicar las diferentes sensaciones que á la vez se esperimentan; la primera que se distingue es un pasmo ocasionado por la dificultad de respirar; parece que los pulmones no tienen la ordinaria elasticidad y les falla capacidad para contener el aire aspirado. La diferencia del que se respira en semejantes alturas es muy sensible al que solo está acostumbrado al aire de las llanuras, aquel es mas raro y mas puro, porque está menos cargado de vapores, y el cielo es de un azul mas bello, de un color mas vivo, desconocido á los habitantes de los llanos. El aspecto de estas áridas montañas llama al instante la atención. La mezcla de una viva luz reflejada por la blancura de las nieves que cubren todas las cimas, y la de estas rocas peladas que tiñe el sol de color de rosa y de un azul bajo, hacian un singular contraste con las grandes masas de sombra, producidas por las montañas cuyas cimas parecen desgarradas y cubiertas de puntas de roca, que, horadando las nieves, coronan lo alto de este cuadro.
»Un religioso, destinado para recibir á los viageros, cuya bondad y afabilidad nos previno en su favor, nos sacó del éxtasis y de la admiración que producen los grandes espectáculos de la naturaleza. A pesar del calor que habia hecho el dia que llegamos, la noche fué fría. Al dia siguiente, 30 de julio, lo alto de la montaña estaba cubierto de nubes espesas, pero tranquilas, ninguna agitación habia en el aire. Por la tarde hizo frio; el termómetro, que por la mañana marcaba cuatro grados bajo cero, subió á tres sobre cero á las nueve de la noche, y durante toda ella, cayó una horrible lluvia mezclada de nieve y acompañada de un espantoso viento. La lluvia continuó al dia siguiente; á la lluvia sucedió la nieve, el viento arreció viniendo de abajo arriba, y puso en movimiento las nubes hacia el valle por donde se viene del Valais, y las hizo desfilar siguiendo las sinuosidades del terreno hasta que se sumergieron en una hondonada donde está el pequeño lago; alli las nubes se iban apretando y amontonando sucesivamente; al abrigo del viento que por encima corria, permanecían tranquilas en este fondo, y su espesor y oscuridad aumentaban á medida que el aire soplaba con mas violencia, volviéndose por último este lugar en estremo tenebroso. El rigor del frio y del viento nos habia obligado á dejar este singular espectáculo para aproximarnos al fuego. A poco fué general la oscuridad alrededor del convento; el trueno comenzó á rugir sordamente, aumentándose poco á poco hasta estallar con gran violencia; parecía que dentro de las habitaciones se chocaban las nubes, sintiéndose el estruendo por debajo y por encima de si; la lluvia, la nieve y el granizo se sucedían, y también caian juntos con frecuencia; á todo esto se mezclaban los relámpagos, presentando el espectáculo del choque y
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