sábado, mayo 09, 2009

Viage ilustrado (Pág. 390)

cuando se ignora su causa, y demostrando, cuando se la conoce, cuan grande es la masa de los témpanos de hielo, cuya caida produce tan terrible ruido.
»He observado, continúa Mr. de Saussure, dos géneros de ventisqueros distintos, á los cuales se pueden reducir todas sus variedades, por mas numerosas que sean. Los unos están encerrados en valles mas ó menos profundos, que aunque muy elevados, se hallan dominados, sin embargo, por montañas mas altas todavía; los otros no están encerrados en valles, sino estendidos sobre las puntas de las altas cimas.
«Los ventisqueros de la primera clase, es decir, los que están encerrados en el fondo de los altos valles, son los mas considerables, tanto por su estension, como por su profundidad. En los Alpes hay algunos cuya longitud es de muchos kilómetros; el de Bois, en el valle de Chamouny, tiene cerca de 20 kilómetros, sin interrupción alguna, y una anchura que varia, pero que cerca de lo alto es de mas de cuatro kilómetros. El espesor del hielo, varia también; en el mismo ventisquero de Bois lo he encontrado comunmente de 26 á 33 metros; pero se comprende que si donde se encuentra hay huecos ó hundimientos, su profundidad debe ser mucho mayor. Se dice haber encontrado hielo de mas de 200 metros de espesor, y aunque yo no lo he visto, no tengo dificultad alguna en creerlo.
«Estos grandes valles de hielos tienen comunmente el fondo mas profundo cuanto menos inclinado. En todas partes donde su pendiente es rápida, los hielos impelidos por su peso y sostenidos con desigualdad por el fondo escabroso que los contiene, se dividen en grandes trozos, separados por profundas grietas. Estos témpanos, asi divididos y removidos algunas veces por la presión de los que les siguen, presentan grandes y bellos accidentes, formas caprichosas de pirámides, de torres, etc. Pero en todas partes donde el fondo es horizontal, ó inclinado en pendiente suave, la superficie del hielo es casi uniforme, y las grietas raras y muy estrechas por lo regular.
»No se crea por eso que estos hielos tienen una superficie resvaladiza como la de los lagos, es por el contrario áspera y escabrosa, y no hay peligro de escurrirse sino cuando la pendiente es demasiado rápida. Su sustancia es al mismo tiempo muy porosa y en todas partes se ven grandes pedazos trasparentes y sin burbujas, lo que hace creer que esta sustancia no está formada mas que por la congelación de la nieve impregnada de agua.
«Todos los grandes ventisqueros tienen en su estremidad inferior, y á lo largo de sus bordes, grandes montones de arena y de despojos que provienen de las vertientes de las montañas. Los paisanos de Chamouny dan el nombre de gusanillos á estos despojos. Estas arenas y piedras, algunas veces se detienen también en los hielos, formando bancos de grande estension.
«Por encima del ventisquero de Bois está el de Montanvert, elevado 856 metros sobre el valle y 1,908 sobre el nivel del mar, y situado al pie de la aguja de Charmos.
«Subiendo al Montanvert se disfruta de la encantadora vista del valle de Chamauny, del Arve , que lo riega en toda su longitud, de una multitud de aldeas y pueblecillos medio escondidos entre los árboles y de campiñas perfectamente cultivadas; pero al llegar á lo alto, cambia la escena, y en vez del risueño y fértil valle, se encuentra el viagero casi al borde un precipicio, cuyo fondo es un valle mucho mas ancho y largo, lleno de nieves y de hielos, y rodeado de colosales montañas, que admiran por su forma y por su inmensa altura, y que chocan por lo escarpadas y estériles; la estremidad inferior de este valle, es de donde nace el torrente del Arveirón.
«Entre las montanas que dominan el ventisquero de Bois, lo que principalmente fija las miradas del observador es un gran obelisco de granito que está en frente de Montanvert por el otro lado del ventisquero, y que le llaman la aguja de Dru; y en efecto, su forma redonda y estremadamente esbelta, le da mas semejanza á una aguja que á un obelisco; sus lados están pulimentados como por el arte, y solamente se distinguen algunas asperezas y algunas hendiduras rectilíneas trazadas con la mayor limpieza. La altura de este pico es de 2,844 metros sobre el valle de Chamouny. Es imposible llegar á todo lo alto, de modo que su cúspide no puede observarse mas que con ayuda del telescopio
«Cuando se ha descansado bien sobre la menuda yerba del Montanvert, y se ha cansado la vista, si es posible que se canse, del gran espectáculo que presentan el ventisquero y las montañas que lo rodean, se desciende por un rápido sendero, entre rododendros y malezas hasta el borde del vestiquero. Por aqui se pasa por encima del mismo hielo, y si no está muy escabroso y dividido en grandes grietas, es menester internarse por lo menos 300 ó 490 pasos, para formar una idea exacta. Desde Montanvert, por ejemplo, y sin bajar al mismo ventisquero, no se puede distinguir bien los detalles; sus desigualdades parecen desde lejos las ondulaciones de la mar después de la tempestad; pero cuando se está en medio del ventisquero, estas ondas parecen montañas, y sus intérvalos, valles formados entre estas montañas. Es necesario caminar un poco por el ventisquero para ver sus bellos accidentes, sus anchas y profundas grietas, sus grandes cavernas, sus lagos llenos de la mas hermosa agua, encerrada en muros trasparentes del color de agua–marina, sus arroyos de un agua pura y clara que corren por entre canales de hielo, y que van á precipitarse formando cascadas en abismos también de hielo.
Después de haber atravesado el ventisquero, subí hacia el pie de la aguja de Dru, y descansé en la pradera que se llama la plaza de la Aguja. Como no se puede ir á este sitio, sino por el ventisquero, todos los que quieren enviar alli sus ganados, se reúnen al principio del estío para abrir un camino en el hielo; también llevan cierto número de terneras y una ó dos vacas de leche, que sirven para el alimento del pastor. Alli permanecen hasta principios de otoño, teniendo para la vuelta que abrir de nuevo el camino; pues el que les ha servido para la ida, es casi siempre destruido algunas horas después por el continuo movimiento del hielo. El mismo pastor no baja á la aldea mas que una ó dos veces en toda la estación, para buscar su provision de pan, y todo el resto del tiempo permanece alli solo con su rebaño en esta horrible soledad. Cuando yo estuve alli, en 1760, encontré al pastor; este era un anciano de larga barba, vestido de piel de ternera con el pelo hacia fuera, y su aspecto era tan salvage como el lugar que habitaba. El se admiró mucho de ver á un estrangero, y yo creo que fui el primero cuya visita recibió. Yo hubiera desea–

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