miércoles, mayo 06, 2009

Viage ilustrado (Pág. 389)

Adriático. La ciudad de San Marino está edificada en la cima de una montaña, y cuenta de 700 á 800 habitantes; la república entera se compondrá de unos seis mil. Pero su amor á la libertad los hace notables; son celosísimos de esta libertad y se glorian con razón de ser los republicanos mas antiguos de Europa. Esta república fué fundada por un albañil que se hizo ermitaño y fué á vivir á esta montaña. El ermitaño, de quien después se ha hecho un santo, puso la primera piedra de una sociedad libre, en la que todos los ciudadanos tenían los mismos derechos y los mismos deberes; sus leyes fueron muy sencillas y existen hoy todavía. Este estado debe principalmente su independencia á su poca estension.

ESTADOS SARDOS.

El reino de Cerdeña comprende el antiguo ducado de Saboya, menos una porción de territorio cedido al canton de Génova; el principado del Piamonte; los ducados de Aoste y de Monferrat; el señorío de Verceil; los marquesados de Saluces y de Ivreé; los condados de Niza y de Astí; algunas provincias del antiguo Milanesado; el ducado de Génova: la isla de Caprara, y la de Cerdeña.
Esto es en general un pais bueno é industrioso, con cerca de 4.000,000 de habitantes, gentes económicas, buenos soldados, y que no podrían menos de hacer grandes adelantos, si un gobierno paternal diera continuamente su apoyo, con sabiduría é inteligencia al razonable desarrollo de las instituciones y al bienestar material de los que la Providencia ha confiado á su administración. La Saboya confina con la Suiza, y como ésta, es un pais montuoso, cortado por profundos valles y altas cimas. Ninguna ocasión mas oportuna para dar una idea de esos gigantescos Alpes, que hacen de la Suiza y de la Saboya un pais de maravillas. Para este objeto, tomaremos algunos detalles de Mr. de Saussure, y aunque pudiéramos valernos de descripciones mas modernas en datos y estilo, no podríamos encontrar otras que estuvieran hechas con mas ciencia y estudio.
«Estas grandes cordilleras de montañas, dice, cuya cima se pierde en las mas elevadas regiones de la atmósfera, parecen ser el laboratorio de la naturaleza, el lugar reservado donde ella fabrica los bienes y los males que reparte sobre la tierra; de allí vienen los ríos que la riegan, los torrentes que la arrasan, las lluvias que la fertilizan y las tempestades que la devastan. Todos los fenómenos de la física general se presentan aqui con una magnificencia y una magestad de que no tienen idea los habitantes de las llanuras; los vientos y la electricidad ejercen su acción con una fuerza maravillosa; las nubes se forman á los ojos del observador, que con frecuencia ve nacer bajo sus pies las tempestades que van á asolar las llanuras, mientras que los rayos del sol brillan á su alrededor, y tiene sobre su cabeza el cielo mas puro y sereno. Grandes y sublimes espectáculos hacen variar á cada momento la escena; aquí un torrente se precipita bramando de lo alto de una roca, formando cascadas que se resuelven en menuda lluvia, y presentan al espectador dobles y triples arco–iris, que van siguiendo sus pasos y cambiando con él de lugar. Allí, se despeñan las avalanchas de nieve, con la rapidez del rayo, arrasando y abriéndose paso al través de los bosques, y cortando los mas grandes árboles á flor de tierra, con un ruido mas espantoso que el del trueno. Mas lejos, grandes espacios erizados de eternos hielos parecen un mar congelado súbitamente en el instante en que el soplo de los aquilones impelia los buques que la surcaban; y al lado de estos hielos, en medio de estos objetos espantosos, sitios deliciosos, risueñas praderas exhalan el perfume de mil llores las mas bellas y raras, presentando la dulce imagen de la primavera en el mas suave clima, y ofreciendo al botánico las mas ricas colecciones.»
Uno de los sitios mas curiosos de la Saboya es el valle de Chamouny, ó Chamonix, cuya entrada es un estrecho desfiladero. «Entre estas rocas es donde crecen las verdaderas plantas alpinas que he tenido el placer de encontrar. Deseo, dice el viagero citado, volver á ver, al renacer la primavera que me llama a los Alpes, el rhododendron ferrugineum, este arbusto encantador, cuyas ramas siempre verdes están coronadas de purpurinas flores que exhalan un olor tan dulce como fino es su color; la aurícula de los Alpes, que trasplantada á nuestros jardines ha ganado en riqueza de colores, pero que no tiene la suavidad del perfume que esparce sobre las rocas. No son las plantas solas las que dan al desfiladero su carácter alpestre, las rocas primitivas sobre las que está situado; el Arve, encerrado en un cauce estrecho y profundo, y cuya espuma se ve blanquear por encima de las copas de los abetos que el viagero mira á sus pies, y por el otro lado una roca negra, casi cortada á pico, teñida aqui y alli de colores metálicos, sobre la que se destacan de vez en cuando grandes abetos, cuyo verde–oscuro contrasta con la blancura de los abedules, tales son los objetos que caracterizan las avenidas de Chamouny. Al salir de este estrecho y salvage desfiladero, se entra en el valle, que por el contrario, presenta el mas dulce y risueño aspecto. El fondo, en forma de cuna, está cubierto de praderas, por medio de las cuales pasa el camino, rodeado de pequeñas empalizadas. Sucesivamente se van descubriendo los diferentes ventisqueros que descienden á este valle. Al pronto no se ve mas que el de Taconay, que está casi suspendido en la rápida pendiente de una torrentera, cuyo fondo ocupa; pero bien pronto se fijan los ojos en el de Buissons, que se ve descender de lo alto de las cumbres vecinas al Monte Blanco; sus hielos, de una blancura deslumbradora, cortados en forma de altas pirámides, hacen un efecto admirable en medio de los bosques de abetos sobre los que descuellan. Por último, se ve á lo lejos el gran ventisquero de Bois, que al descender se encorva y rodea el valle de Chamouny, y se distinguen las murallas de hielo que dominan las rocas amarillas cortadas á pico.
«Estos magestuosos ventisqueros, separados por bosques coronados por rocas de granito de una altura estraordinaria cortados en forma de grandes obeliscos é intercalados de nieves y de hielos, presentan uno de los mas grandes y singulares espectáculos que se pueden imaginar. El aire puro y fresco que se respira, tan diferente del aire sofocante de los valles de Sallanches y de Servoz, el esmerado cultivo del valle, las bonitas aldeas que á cada paso se encuentran, dan la idea de un nuevo mundo, de una especie de paraíso terrestre encerrado por una divinidad bienhechora en el centro de estas montañas. Algunas veces, grandes estampidos, parecidos á los del trueno, y seguidos como éste de prolongado fragor, interrumpen esta ilusión, causando una especie de espanto

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