domingo, septiembre 07, 2008

Viage ilustrado (Pág. 286)

espinosa, viene al fin á caer en gotas en la canal de madera que hay abajo.
«El objeto de esta filtración es hacer evaporarla mayor cantidad de agua posible, á fin de que la que quede esté mas impregnada de sal, y la desecación se haga mas fácil.
»Cuando el agua se encuentra á la graduación necesaria, comienza el trabajo de la ebullición y desecación. Otro edificio, ordinario en su estructura, pero igualmente inmenso en sus dimensiones, encierra los almacenes y talleres; su latitud es de 27 metros, y á lo ancho están puestas las calderas, cavidades monstruosas que no son redondas como las comunes, sino cuadrilongas de 7 metros de latitud, 13 de longitud y 50 centímetros solamente de profundidad. Cuando se está haciendo la operación, parecen estas calderas estanques igneos, donde hierve sin cesar el agua, se evapora con rapidez, se espesa á la vista y queda totalmente seca y blanca la sal, que se saca en masas muy sólidas para reducirlas después á grano.
«Estas vastas calderas, compuestas de hojas de palastro, están empotradas en las paredes lodo alrededor, escepto por un lado, que es por donde se mete debajo el fuego.»
Estas salinas nos obligan á decir dos palabras de Salins, en el mismo departamento, célebre igualmente por las salinas, de que ha tomado el nombre. Esta pequeña ciudad, antigua y mal construida, está situada á lo largo de una pendiente, en el fondo de una garganta, que no tiene, por decirlo asi, mas anchura que la necesaria para el paso del riachuelo Furiense, que la baña. Las montañas, que parecen tener por lo menos 400 metros de altura perpendicular, envuelven la ciudad y la tienen como oculta en el fondo de un inmenso cubo.
En el fondo de esta garganta donde Salins está edificada, corre un gran número de manantiales salados al lado mismo de otros de agua dulce. Bóvedas considerables cubren los manantiales y todo el trabajo es subterráneo. Se baja por dos escaleras tan cómodas como las de cualquiera casa; el rio costea todo el establecimiento, y corre á tres metros sobre el suele del subterráneo; un pequeño canal de agua se estrae del rio y se introduce bajo las mismas bóvedas para dar movimiento á las máquinas. Este taller subterráneo tendrá 300 metros de longitud y 100 de latitud. Alli no se puede emplear el aire con tanta ventaja como en Lons―le―Saulnier, y se tiene que recurrir al fuego para la desecación.
Después de Lons y Salins, importantes por sus salinas, no se debe dejar de visitar á San Claudio. Está edificado entre tres montañas que se elevan por encima de él á 300 metros, y parece que lo oprimen entre sus desfiladeros y amenazan continuamente sepultarlo. Esta posición le ha impedido siempre engrandecerse tanto como se lo permiten sus recursos y la industria de sus habitantes. San Claudio envia á toda la Francia y aun al estrangero sus tinteros de cuerno y boj, sus tabaqueras de raices y una porción de obras en que se emplea la madera. También había aqui grandes fábricas de papel que destruyó el incendio de 1798. Este incendio devoró una gran parte de la ciudad, lo que acontece de tiempo en tiempo á los pueblos y aldeas de este cantón, cuyas casas están cubiertas con tablas de abeto muy delgadas y secas. No es necesario advertir que una chispa puede producir aqui el mas violento incendio.
El carácter y las costumbres de los habitantes del Jura no se parecen á los de sus vecinos. «En el Jura, dice un viagero, los hombres tienen por lo general bastante talento y mucha prudencia, y son fríos sin ser perezosos. Una especie de egoísmo, hijo quizá del clima, los ha sustraído al imperio de las pasiones impetuosas, tan contrarias al bien de uno mismo y al de los demás. En general, ellos tienen en mucho la superioridad de su sexo, y no tienen para las mugeres esos cuidados minuciosos que componen lo que se llama galantería. Son muy amigos de las leyes que lisongean esta superioridad de los varones, y el hijo primogénito, aun en los campos absorbe la mayor parte del cariño paternal, hablan con placer del derecho de sustitución de las tierras á los varones, y de la costumbre de dotar á las hijas en dinero. He aqui lo que se puede mirar como general en todo el departamento.
»En las ciudades, son aficionados á la vida tranquila, y casi podia decirse, ociosa. La mesa es un placer para ellos, y sobre todo el juego, como negocio de interés.
«Los hombres en general son robustos y de elevada estatura. Las mugeres no son proporcionalmente tan altas, y frecuentemente padecen paperas, no habiendo edad, ni educación, ni cuidados que puedan preservar de esta deformidad en las localidades que se padece. En todas partes las paperas son una enfermedad de las montañas; pero en el Jura no es asi, pues no se ve mas que en la línea que forman los bosques, y especialmente en Lons y Salins.»
En muchas partes de la montaña, la nieve en invierno se eleva casi tan alta como los techos; la puerta de las casas permanece cerrada durante muchos meses y se sale por la chimenea. Por la nieve se camina con anchos patines planos en forma de zapatos y armados de clavos por los lados para evitar el resbalarse. Si se conoce que la nieve está bastante dura, se abre una bóveda que sirve de camino subterráneo á la cabaña. Para poder pasar asi encerrados todo el invierno, cuecen de antemano el pan necesario, como en los barcos que van á emprender un largo viage. Este pan está hecho de harina de avena sin salvado, y tiene la forma y el tamaño de una manzana, y la dureza de la galleta; cuando se moja, esponja mucho, y uno solo basta para la comida de un hombre. Estas familias se alimentan durante su retiro forzoso, de vaca salada, ahumada y conservada en la chimenea, de un poco de tocino salado y ahumado también; un mal queso hecho con los residuos del suero hervido, cuando se ha sacado el bueno para vender, la poca leche que dan las vacas en invierno, algún poco de mala manteca ó aceite de nabos, una bebida agria hecha de ciruelas silvestres, manzanas, nebrina y agua.
Sus ocupaciones durante este tiempo son hacer cucharas, cubas y otros artefactos de madera.
En el Jura se encuentran muchas habitaciones aisladas, y en algunos de los cantones mas elevados se han establecido chozas ó queseras que habitan los pastores y ganados durante el estío. Solo los hombres van á habitar estas chozas por espacio de cuatro meses; esta es la estación de los pastos y de hacer el queso, el tiempo en que la tierra no está cubierta de nieve, desde el 1º de junio hasta San Dionisio, que es el 9 de octubre. El número de hombres es proporcionado al de las vacas, y ordinariamente hay uno para

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