cipal, flanqueada con dos torres de buen aspecto, aun que del gusto churrigueresco. La parroquia imperial de Santa María del Palacio está también servida por un cabildo de beneficiados, y es templo grandioso y antiquísimo, y tal vez de los primeros de España, pues se dice fundado por orden del emperador Constantino el Grande, por lo que lleva el dictado de imperial, y se llama también del Palacio por ocupar sus claustros el lugar del que ocupaban los antiguos reyes de Castilla siempre que iban á Logroño. En los mismos claustros habitaron los frailes del Santo Sepulcro.
La iglesia de Santiago, que es la tercera parroquia, es también digna de consideración por su antigüedad remota y por haberse en ella fundado, según se cree, la célebre caballería de Santiago. Había otra parroquia denominada de San Bartolomé, hoy suprimida, cuya iglesia es toda de sillería, y de arquitectura bizantina. También merece mencionarse el seminario conciliar del obispado, la casa de misericordia, el teatro, la inclusa, los tres conventos de monjas y los cuatro que fueron de religiosos, destinados hoy á cuarteles y oficinas públicas, el hospital civil y el magnífico puente sobre el Ebro, de doce arcos y defendido con tres torres. Fué fabricado por San Juan de Ortega en 1098 con los fondos que al efecto le facilitó el rey don Alfonso VII de Castilla, denominado el Emperador. El suelo que rodea á Logroño es muy feraz y ameno de producciones muy variadas. La población sube á 6,842 almas. Después de esta brevísima descripción de la capital de la Rioja, diremos algunas palabras sobre su historia. Su origen sube á una edad desconocida, y parece averiguado era desde tiempo inmemorial una ciudad muy populosa llamada Varia ó Varejia, de cuyo nombre se conserva un recuerdo en un arrabal del actual Logroño, llamado Varea. En cuanto al actual algunos lo derivan de latin Lucrosus, creyendo fuese impuesto á alguna parte de la antigua población por estar situada en parage fértil, abundante y provechoso. Todo lo que se espresa de la destrucción y repoblación de esta ciudad cántabra por el rey godo Leovigildo no está bastante averiguado. Apoderados los moros de Logroño hubieron de abandonarla en 755. El rey de Pamplona García IV hizo donación de esta ciudad al monasterio de San Millan de la Cogulla en 926, y en 1054 pertenecía á don Sancho, rey de Navarra. El Cid Campeador tomó á Logroño en 1073. El rey de Castilla, don Alonso IV, se hizo dueño de este territorio y dispuso que el conde don García, y su esposa doña Urraca, aumentasen y mejorasen la población de Logroño; concediéndole después el mismo monarca en 1076 el celebrado fuero que lleva su nombre. Cuando las escisiones de doña Urraca con su esposo el Batallador, vino Logroño á poder de éste; pero la recuperó Alfonso VII de Castilla en 1134, repitiéndose muchas veces esta conquista y reconquista por su situación especial en el confín de Navarra y Castilla. El año 1336 el valeroso Rui Diaz de Gaona defendió bizarramente con solos tres soldados el puente contra los navarros, que acaudillados por el conde de Fox intentaban pasarlo. Encontró una muerte gloriosa en las aguas del Ebro (1), pero la ciudad se salvó. En 1419 se celebró en Logroño un sínodo presidido por el obispo de Calahorra, y el rey don Juan II la concedió el título de muy noble y muy leal y voto en Cortes. El 25 de mayo de 1521 fué la ciudad cercada por numerosas tropas francesas, pero no solo las rechazó sino que las derrotó completamente é hizo prisionero al general. Por este brillante hecho el emperador Carlos V, concedió á Logroño añadiese á su escudo de armas tres flores de lis. En 1572 se estableció en esta ciudad el tribunal de la Inquisición, y en los dias 7 y 8 de 1610, celebró este tribunal el famosísimo auto de fé con cincuenta y tres acusados, de los cuales veinte y nueve profesaban la secta de los brujos. El asunto es tan curioso y estraordinario para los que vivimos en el siglo XIX, que no puedo resistir á la tentación de dedicarle algunas líneas.
Los veinte y nueve reos eran de la villa de Vera y lugar de Zugarramurdi en Navarra, y de las declaraciones resulta que llamaban á sus asambleas Aquelarre, palabra vascónica, equivalente á Prado del Cabrón, porque las sesiones se celebraron en un prado cuyo verdadero nombre fué Berroscoberro, en que solía el demonio aparecer á sus devotos en figura del másculo de las cabras, con dos grandes cuernos en la frente, ojos grandes, redondos, muy abiertos, centelleantes y espantosos; la barba como de cabra; el cuerpo y talle, parte como de hombre, parte de cabrón: y la voz como de rebuzno desentonada, espantosa y ronca. El estrado de dichas declaraciones, que el historiador de la Inquisición refiere (2), da una idea de lo que era esta secta, cuyas sesiones tenían lugar los lunes, miércoles y viernes, y duraban desde las nueve de la noche, hasta las doce ó mas tarde, antes del canto del gallo. Los adeptos concurrían á ellas volando por los aires como buenos brujos, á favor de un ungüento negro con que se frotaban, y estas reuniones, en que se remedaban las ceremonias católicas, tales como el santo sacrificio de la misa, la confesión y otras, concluían con los mas escandalosos escesos corporales. El dogma principal de los brujos era hacer todo el mayor mal posible á los cristianos, y algunos lo cumplían tan puntualmente, en especial las mugeres, que horroriza el relato de muertes por envenenamiento, de incendio de campos, de aniquilamiento de tierras y cosas por el estilo que aparecen del proceso. Como que todos los brujos rivalizaban en hacer daño para merecer los favores de su señor. Esta es la sustancia principal de los procesos de brujas de Logroño, cuyo tribunal estaba bien acostumbrado á formarlos, porque ya en 1507 habia castigado á mas de treinta, y en 1527 á ciento cincuenta.
Es, pues, indudable que la secta existió, y por consiguiente que ha habido brujas, pero no pudiendo admitirse hoy en buena razón, ni la presencia del demonio, ni los vuelos de noche, ni otras muchas cosas sobrenaturales, la imaginación se pierde en conjeturas acerca del verdadero significado de tales patrañas, unánimemente confesadas por un crecido número de personas todas conformes en cuanto la esencia, y sin diferir mas que en aquello que les era personal. Lo natural es creer que unas cosas eran efectivas, pero puramente naturales; otras solo imaginarias, mas creídas como verdaderas, y otras solo fingidas por ideas particulares. Asi se ve que habiéndose dado instrucciones después de este proceso, para que se obrase con mucha cautela en el examen de los testigos, con–
(1) Un lugar del mismo rio se llama aun el pozo de Rui Diaz.
(2) Llorente, tomo 7.° pág. 64 y siguientes.
La iglesia de Santiago, que es la tercera parroquia, es también digna de consideración por su antigüedad remota y por haberse en ella fundado, según se cree, la célebre caballería de Santiago. Había otra parroquia denominada de San Bartolomé, hoy suprimida, cuya iglesia es toda de sillería, y de arquitectura bizantina. También merece mencionarse el seminario conciliar del obispado, la casa de misericordia, el teatro, la inclusa, los tres conventos de monjas y los cuatro que fueron de religiosos, destinados hoy á cuarteles y oficinas públicas, el hospital civil y el magnífico puente sobre el Ebro, de doce arcos y defendido con tres torres. Fué fabricado por San Juan de Ortega en 1098 con los fondos que al efecto le facilitó el rey don Alfonso VII de Castilla, denominado el Emperador. El suelo que rodea á Logroño es muy feraz y ameno de producciones muy variadas. La población sube á 6,842 almas. Después de esta brevísima descripción de la capital de la Rioja, diremos algunas palabras sobre su historia. Su origen sube á una edad desconocida, y parece averiguado era desde tiempo inmemorial una ciudad muy populosa llamada Varia ó Varejia, de cuyo nombre se conserva un recuerdo en un arrabal del actual Logroño, llamado Varea. En cuanto al actual algunos lo derivan de latin Lucrosus, creyendo fuese impuesto á alguna parte de la antigua población por estar situada en parage fértil, abundante y provechoso. Todo lo que se espresa de la destrucción y repoblación de esta ciudad cántabra por el rey godo Leovigildo no está bastante averiguado. Apoderados los moros de Logroño hubieron de abandonarla en 755. El rey de Pamplona García IV hizo donación de esta ciudad al monasterio de San Millan de la Cogulla en 926, y en 1054 pertenecía á don Sancho, rey de Navarra. El Cid Campeador tomó á Logroño en 1073. El rey de Castilla, don Alonso IV, se hizo dueño de este territorio y dispuso que el conde don García, y su esposa doña Urraca, aumentasen y mejorasen la población de Logroño; concediéndole después el mismo monarca en 1076 el celebrado fuero que lleva su nombre. Cuando las escisiones de doña Urraca con su esposo el Batallador, vino Logroño á poder de éste; pero la recuperó Alfonso VII de Castilla en 1134, repitiéndose muchas veces esta conquista y reconquista por su situación especial en el confín de Navarra y Castilla. El año 1336 el valeroso Rui Diaz de Gaona defendió bizarramente con solos tres soldados el puente contra los navarros, que acaudillados por el conde de Fox intentaban pasarlo. Encontró una muerte gloriosa en las aguas del Ebro (1), pero la ciudad se salvó. En 1419 se celebró en Logroño un sínodo presidido por el obispo de Calahorra, y el rey don Juan II la concedió el título de muy noble y muy leal y voto en Cortes. El 25 de mayo de 1521 fué la ciudad cercada por numerosas tropas francesas, pero no solo las rechazó sino que las derrotó completamente é hizo prisionero al general. Por este brillante hecho el emperador Carlos V, concedió á Logroño añadiese á su escudo de armas tres flores de lis. En 1572 se estableció en esta ciudad el tribunal de la Inquisición, y en los dias 7 y 8 de 1610, celebró este tribunal el famosísimo auto de fé con cincuenta y tres acusados, de los cuales veinte y nueve profesaban la secta de los brujos. El asunto es tan curioso y estraordinario para los que vivimos en el siglo XIX, que no puedo resistir á la tentación de dedicarle algunas líneas.
Los veinte y nueve reos eran de la villa de Vera y lugar de Zugarramurdi en Navarra, y de las declaraciones resulta que llamaban á sus asambleas Aquelarre, palabra vascónica, equivalente á Prado del Cabrón, porque las sesiones se celebraron en un prado cuyo verdadero nombre fué Berroscoberro, en que solía el demonio aparecer á sus devotos en figura del másculo de las cabras, con dos grandes cuernos en la frente, ojos grandes, redondos, muy abiertos, centelleantes y espantosos; la barba como de cabra; el cuerpo y talle, parte como de hombre, parte de cabrón: y la voz como de rebuzno desentonada, espantosa y ronca. El estrado de dichas declaraciones, que el historiador de la Inquisición refiere (2), da una idea de lo que era esta secta, cuyas sesiones tenían lugar los lunes, miércoles y viernes, y duraban desde las nueve de la noche, hasta las doce ó mas tarde, antes del canto del gallo. Los adeptos concurrían á ellas volando por los aires como buenos brujos, á favor de un ungüento negro con que se frotaban, y estas reuniones, en que se remedaban las ceremonias católicas, tales como el santo sacrificio de la misa, la confesión y otras, concluían con los mas escandalosos escesos corporales. El dogma principal de los brujos era hacer todo el mayor mal posible á los cristianos, y algunos lo cumplían tan puntualmente, en especial las mugeres, que horroriza el relato de muertes por envenenamiento, de incendio de campos, de aniquilamiento de tierras y cosas por el estilo que aparecen del proceso. Como que todos los brujos rivalizaban en hacer daño para merecer los favores de su señor. Esta es la sustancia principal de los procesos de brujas de Logroño, cuyo tribunal estaba bien acostumbrado á formarlos, porque ya en 1507 habia castigado á mas de treinta, y en 1527 á ciento cincuenta.
Es, pues, indudable que la secta existió, y por consiguiente que ha habido brujas, pero no pudiendo admitirse hoy en buena razón, ni la presencia del demonio, ni los vuelos de noche, ni otras muchas cosas sobrenaturales, la imaginación se pierde en conjeturas acerca del verdadero significado de tales patrañas, unánimemente confesadas por un crecido número de personas todas conformes en cuanto la esencia, y sin diferir mas que en aquello que les era personal. Lo natural es creer que unas cosas eran efectivas, pero puramente naturales; otras solo imaginarias, mas creídas como verdaderas, y otras solo fingidas por ideas particulares. Asi se ve que habiéndose dado instrucciones después de este proceso, para que se obrase con mucha cautela en el examen de los testigos, con–
(1) Un lugar del mismo rio se llama aun el pozo de Rui Diaz.
(2) Llorente, tomo 7.° pág. 64 y siguientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario