mosa Estefanía, su hermana. Llegado este anuncio á Nájera, el infante primogénito don García, mal hallado con la ociosidad, á que su belicoso padre le condenara al mandarle permanecer alli, quiso ser uno de los aventureros del torneo. Otra razón habia mas poderosa para que alimentase este deseo, y era estar perdidamente enamorado de la bella Estefanía, á quien conoció en un viage que hizo á Francia. No podia, pues, soportar el triste pensamiento de que otro guerrero hubiese de imprimir sus labios en la blanca mano de su amada, pues esta era la mas grande recompensa designada para el afortunado vencedor, según las leyes ú ordenanzas del torneo. Al hacer el altivo heredero de la corona de Iñigo Arista sus preparativos de viage, notó con inesplicable pesar, que al partir el rey su padre á la guerra, se llevó, como era natural, los mejores corceles que contenia su caballeriza, y siendo él arrebatado é impaciente en demasía, se entregó á la mas estremada desesperación. Su escudero favorito quiso calmarle diciéndole que don Sancho habia dejado en Nájera el mejor y mas poderoso de sus caballos, el Africano, y que ninguno mas á propósito para darle la victoria del torneo. Inmediatamente hizo el infante venir á su presencía al muy noble Pedro Sesé, caballerizo mayor, y le mandó que al instante pusiese á su disposición el famoso Africano; pero aquel le contestó con respeto que no le era posible complacerle por haber el rey prohibido espresamente, que nadie, durante su ausencia, se atreviera á hacer uso de un caballo que tenia en tanta estima. Acudió entonces don García igual demanda á la reina; pero esta señora, que conocia el carácter inflexible de su esposo, no se atrevió á desobedecerle y tampoco accedió á los ruegos de su hijo: don García, furioso y desesperado concibió la mas horrible venganza de esta, que conceptuó una indeleble afrenta, y desde luego la puso en ejecución. Dirigióse á la cámara de su hermano don Fernando, y con fingidas muestras de la mas profunda tristeza le anunció que su nobilísimo linage estaba deshonrado para siempre, que su madre doña Nuña habia manchado el tálamo real, que el adúltero era el caballerizo Pedro Sesé y que era necesario le ayudase á tomar venganza. Horrorizóse Fernando, mas no pudo resolverse á acusar á la reina, consintiendo únicamente en jurar á su hermano no mezclarse en nada que tuviese relación con tan terrible suceso, El desnaturalizado don García remitió en seguida al rey la acusación de adulterio, y éste hubo de darle crédito, pues no pudiera ni remotamente imaginar que hubiese nacido un hijo capaz de tan infame calumnia contra una madre. Abandonando Sancho el Mayor el teatro de sus recientes triunfos, se trasladó inmediatamente á Nájera, hizo encerrar en una torre del castillo de la misma ciudad á la inocente doña Nuña y á su supuesto cómplice, y reunió las Cortes que debían juzgar tan grave delito. Interrogado el infante don García, sostuvo la calumnia, y don Fernando con las respuestas ambiguas á que le obligaba su juramento, la dio toda la certeza necesaria para que aquel tribunal nacional condenase á los acusados á la hoguera como adúlteros, debiendo ser conducidos al suplicio con un dogal al cuello, la cabellera rapada y los pies desnudos, mas permitiéndoles, según las costumbres de la época, la apelación al juicio de Dios por medio del combate. Llegó en breve el dia prefijado; los reos, el rey, toda la córte navarra, ocupaban un gran palenque construido al intento, en el que se veian un alto trono en que estaba sentado Sancho el Mayor, y una pira al estremo opuesto sobre la que estaban ya aherrojados los reos, y á su lado dos sayones con antorchas encendidas. El bárbaro don García, armado de todas armas, paseaba á caballo la arena de la liza para sostener su dicho, empero ningún campeón osaba presentarse á hacer batalla con él; tal era la opinion que de su feroz bravura se tenia. Iba ya el rey á dar la señal para que la fatal sentencia se ejecutase, cuando su hijo bastardo don Ramiro se dejó ver para defender con su fuerte lanza la causa de la reina. Partieron el campo ambos paladines. Era llegado el instante de comenzar un terrible y fratricida combate, pero se arrojó entre ellos un santo monge que oyó la última confesión de doña Nuña y del caballerizo. «¡De rodillas!.. ¡hijo maldecido!!.. gritó á don García, ¡pide perdón á tu buena madre de tan alevoso crimen!.. Yo te anuncio en nombre de Dios que serás vencido por un gran rey de tu linage y tu cadáver pisado en el campo de batalla.» Cubrióse de frió sudor la altiva frente del malvado infante: una horrible convulsion recorrió todos sus miembros, y el hielo de la muerte envolvió su corazón ; sus manos inertes dejaron caer la lanza, y él mismo cayó en la arena. «He aqui la justicia de Dios, gritó el monge. ¡Maldición al hijo perjuro!..» Sin embargo, don García no estaba muerto, y volvió en breve de su desmayo; pero aterrorizado aun por las siniestras profecías que acababa de escuchar; se alzó pálido y abatido y confesó en alta voz que habia calumniado infamemente á su virtuosa madre, y postrándose á sus pies y á los de su rey, solicitó con la mayor humildad el perdón, que le fué concedido, aunque en pena de tan grave crimen se le despojó del condado de Castilla, que debería heredar después de los dias de aquella. Por el contrario, al valiente don Ramiro, en premio á su lealtad, le fué dado el condado de Aragon con título de rey, siendo el primero y fundador de aquella noble monarquía. Don García para aplacar la justicia divina fué en peregrinación á Roma, y poco después, siendo ya rey de Navarra, fué muerto de una lanzada en la famosa batalla de Atapuerca, que él se arrojó á dar á su hermano don Fernando, primer rey de Castilla, el año de 1054. La predicción del monge se habia cumplido.
El otro sucedo histórico que debemos mencionar se refiere á la vida de Pedro el Cruel. Marchaba este príncipe contra Nájera en 1360 por haberse apoderado de esta ciudad sus dos irreconciliables hermanos, don Enrique, conde de Trastamara, y don Tello, cuando hallándose con su campamento junto á Azofra, se le puso delante un presbítero que venia á anunciarle que se le habia aparecido Santo Domingo de la Calzada y le mandó le advirtiese que se guardase de don Enrique , porque habia de morir á sus manos. El rey se turbó al pronto con tan fatídico anuncio; pero volvió en sí y mandó que inmediatamente fuese quemado vivo el clérigo, lo que en el acto se verificó.
Cinco leguas no mas dista Nájera de Logroño, ciudad situada á la orilla derecha del caudaloso Ebro, se compone de mil doscientas cincuenta casas y es capital de la provincia y del partido judicial de su nombre. Tiene tres parroquias, la principal es la colegiata de Nuestra Señora de la Redonda, asistida por un pequeño cabildo. El edificio es notable por su fachada prin–
El otro sucedo histórico que debemos mencionar se refiere á la vida de Pedro el Cruel. Marchaba este príncipe contra Nájera en 1360 por haberse apoderado de esta ciudad sus dos irreconciliables hermanos, don Enrique, conde de Trastamara, y don Tello, cuando hallándose con su campamento junto á Azofra, se le puso delante un presbítero que venia á anunciarle que se le habia aparecido Santo Domingo de la Calzada y le mandó le advirtiese que se guardase de don Enrique , porque habia de morir á sus manos. El rey se turbó al pronto con tan fatídico anuncio; pero volvió en sí y mandó que inmediatamente fuese quemado vivo el clérigo, lo que en el acto se verificó.
Cinco leguas no mas dista Nájera de Logroño, ciudad situada á la orilla derecha del caudaloso Ebro, se compone de mil doscientas cincuenta casas y es capital de la provincia y del partido judicial de su nombre. Tiene tres parroquias, la principal es la colegiata de Nuestra Señora de la Redonda, asistida por un pequeño cabildo. El edificio es notable por su fachada prin–
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