martes, octubre 04, 2011

Viage ilustrado (Pág. 591)

se tanto contra mi pobre perro, si nada tuviese que temer. Diciendo estas palabras tiró de la espada, la introdujo con trabajo en la tierra por bajo del arcon, y la sacó cubierta de moho y podredumbre, entonces esclamó: «Aqui hay sin duda un cuerpo muerto, tal vez el del marqués,» (pues recordó entonces las palabras de la tabernera). En tanto se habían llegado á la bodega algunos soldados y vecinos atraídos por el ruido de la disputa. Entre estos últimos se hallaba el alcalde, honrado labrador, á quien ya conocía el sargento por haberle hablado á su entrada en el pueblo, y desde luego fué requerido por éste, para que hiciera reconocer el suelo que cubría la hucha. Resistióse al pronto el agreste funcionario, pues no solo era colono de la marquesa, sino tambien su vasallo, nombrado alcalde por ella, como señora del pueblo y no se atrevía á ejecutar lo que le parecía un gravísimo desacato; mas hubo de ceder á la energía del digno sargento. Apartóse, pues, el arcon de su lugar, y quitando una ligera capa de tierra apareció el cuerpo del marques bastante bien conservado por la frescura del terreno, envuelto en su propia sábana, y con el dogal al cuello con que le arrastraron hasta allí. Todos los circunstantes le reconocieron al punto, y Alonso dio un grito y cayó desmayado. La marquesa aparentó también afligirse y admirarse de que el cuerpo de su amado esposo estuviese en su propia casa, pero fué presa en el momento con su cómplice y todos los criados. Conducida después de orden de las autoridades superiores á la cárcel pública de la Coruña, esta muger infernal manifestó el mayor valor y energía hasta en la terrible prueba del tormento, negando siempre haber tenido parte en la muerte de su marido. No asi el pusilánime Alonso, pues á la primera vuelta (como dice el proceso original) confesó todo el hecho y sus menores circunstancias, y atrajo, como era justo, el rigor de la ley sobre él y su alevosa ama. La audiencia de Galicia condenó a ambos reos á la pena de los parricidas, esto es, á ser arrastrados, ahorcados, descuartizados y encubados, pero solo pudo verificarse en el desdichado Alonso, á quien condujeron casi muerto al patíbulo, pues al entrar el verdugo, los hermanos de la caridad y la escolta, en el cuarto capilla de la marquesa, la encontraron muerta. Después llegó á averiguarse judicialmente, que sus parientes la envenenaron en la última comida, para libertarla de la afrenta de un público suplicio. La habitación que le sirvió de prision, aun es conocida en la cárcel de la Coruña por el cuarto de la marquesa.
La provincia de Orense, es de suelo muy variado, pues en ella se encuentran grandes montañas, frondosos bosques y risueños valles, presentando en sus producciones la misma variedad. En cuanto á árboles los hay de todas las especies indígenas de Europa, asi como las de yerbas. Abunda mucho el ganado vacuno, caballar, mular y de cerda, y la caza mayor y menor. Entre las aves se encuentra una muy rara llamada gayo, que es muy semejante al loro, y que como este, imita la voz humana y otros sonidos. Entre los muchos rios que fertilizan esta hermosa y rica provincia, debemos mencionar el magestuoso Miño, de que ya hemos hablado, y cuyas orillas íbamos recorriendo: el Sil, célebre por sus arenas de oro, y que se reúne al anterior, en el lugar de Lospeares, y que aunque de mayor caudal que el Miño, pierde su nombre y toma el de éste, por lo que dicen en esta provincia:


El Sil lleva el agua
Y el Miño la fama.


El Navea, el Avia, célebre por la belleza y rara fertilidad de sus riberas, y el Limia, nombrado en la historia antigua. Los orensanos son robustos, de buena estatura y muy ágiles. Entre sus cualidades morales, sobresalen la gravedad, la honradez y la modestia. Las mugeres son hermosas, prudentes y laboriosas. Comprende la provincia una ciudad, veinte y cuatro villas y ochocientas ochenta y tres feligresías repartidas en noventa y cinco ayuntamientos y once partidos judiciales, llevando su población á 380.000 almas.
La ciudad de Orense esta situada á la orilla izquierda del Miño, y en la vertiente occidental de Monte-alegre. Como la mayor parte délos pueblos de Galicia, presenta una antigüedad remotísima. Varios eruditos anticuarios dicen se llamó Amphiloguia, del nombre de su fundador Amphilogo, uno de los héroes de la guerra de Troya. Los romanos (de cuyo tiempo se hallan en esta ciudad muchas inscripciones), la llamaron Aobrigense y Aquæ Orígenes en alusión á sus famosas fuentes termales, llamadas las Burgas. Los suevos, que la dominaron, le dieron el nombre germano de Warmsee, que significa lago Caliente, del que ó del de Orígenes, pudo derivarse sin violencia el actual. El origen de su obispado se pierde en la antigüedad, no faltando quien lo atribuyera á los suevos, y en especial á su rey Teodomiro, el cual se convirtió al catolicismo, por haber alcanzado por intercesión de San Martin, la salud de su hijo moribundo, y edificó la catedral con la advocación del mismo santo, la cual conserva hoy. Arrasada Orense por los árabes en 738, fué restaurada en 742 por Alfonso el Católico. Habiéndose rebelado en Mérida el moro Mahamut contra su señor el emir de Cordoba Abdelrahaman, se refugió con muchísimos de sus partidarios á Galicia, y Alfonso II el Casto que reinaba á la sazón, no solo le acogió benignamente, sino que le dio el gobierno de la ciudad de Orense y su territorio; pero pagando aquel traidor las mercedes referidas con la mas negra ingratitud, y deseando reconciliarse con el emir de Córdoba, ofreció á este entregar el pais que gobernaba, si le enviaba los socorros necesarios. Hízolo asi Abdelrahaman, mas la hueste del infame traidor fue derrotada por Alfonso el Casto, no lejos de Lugo, y el pagó con la vida su perfidia. El duque de Alencastre ó Lancaster, cuando pretendía la corona de Castilla, ocupó á Orense con sus tropas, y se hallaba aun en esta ciudad, cuando se entablaron las negociaciones para aquella guerra en 1386. Finalmente, Orense figuró mucho en las turbulencias que tuvieron lugar en Galicia en 1480, pero fué pronto reducida á la obediencia del rey. Es patria de Santa Eufemia, que padeció martirio en ella, del licenciado Fernando Boan, del escultor don Francisco Moure, de don Manuel Ruiz de Medrano, obispo de Tortosa, y de otros muchos personages. Las armas de la ciudad consisten en un puente con castillo, y un león encima de las almenas con espada en mano. Hay en Galicia un proverbio que dice:


Tres cosas hay en Orense
Que no las hay en España,
El Santo-Cristo, la Puente
Y la Burga hirviendo el agua.

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