colores y de unas cuantas bellas estatuas de Bernini.
L'Anunziata se fundó en 1540 y se enriqueció con buenas pinturas de Santafede, Corenzio, Stanzioni, Lanfranso y Giordano, y esculturas de Merliano y de Bernini; pero fué presa de un voraz incendio en 1757. Veinte y cinco años después se levantó de nuevo por el arquitecto Luigi Vanvitelle con mayor magnificencia. Sus columnas son de mármol blanco de Carrara, y de orden corintio, y sus pinturas de Fieschetti, el Spagnoleto y Mura. La capilla subterránea está sostenida por diez y seis columnas de granito, y ornada de un bello monumento fúnebre de Giovan da Nola.
San Francesco di Paola es una iglesia de construcción moderna; en 1816 fué comenzada por Fernando I, y concluida después por el actual monarca de las Dos Sicilias. Está situada cerca de la antigua área de la de San Luis, rey de Francia. Su aspecto esterior es magestuoso y sencillo: presenta dos pórticos sostenidos por cuarenta y cuatro columnas que descansan en una gradería de lava del Vesubio. En la parte superior del vestíbulo hay tres estátuas colosales de la religion, San Francisco y San Luis; la fachada es semicircular, y forma un gran contraste con la del Real Palacio que está enfrente, constituyendo entre los dos soberbios edificios la gran plaza de la Reggia, con vista al mar por un lado y con salida al otro á la hermosa calle de Toledo. El interior del templo es á semejanza de el del Pantheon de Roma. La gran cúpula está sobre sesenta y ocho columnas y pilastras jónicas de mármol de Moniragone; toda ella se ve revestida en la parte cilíndrica de piedra calcárea del monte de Gaeta, de la cual son igualmente las pilastras, los zócalos, los capiteles y las cornisas del pórtico. Sus lienzos son de Camilo Guerra, Gaspare Landi, Natale Carta y otros, pero los mas notables corresponden á Cammuccini y á Renvenuti. La hermosa estatua de mármol de San Juan Evangelista, es del caballero Pietro Tenerani da Carrara; la de San Marcos, de Fabri, veneciano; y la de San Agustín, de Tommaso Arnaud, napolitano. Una de las mas pintorescas vistas de Nápoles, es la que se goza desde la gigante cúpula de San Francesco di Paola.
El Museo Borbónico de Nápoles es una de las mas grandes maravillas del mundo, por las riquezas artísticas que encierra en su anchuroso recinto. Cualquiera que haya visitado el Real Museo de Madrid, habrá visto una colección mas numerosa de pinturas; el que haya recorrido las galerías del Vaticano y las demás colecciones de Roma con sus ejércitos de estátuas, no tendrá tampoco que admirar mucho el número de las esculturas; pero el Museo Borbónico reúne á una escelente colección de cuadros y á una rica serie de estátuas, el depósito mas grande de otros miles de objetos preciosísimos sacados de entre las ruinas de Herculano, Pompeya y otras ciudades ilustres de la antigüedad. La suma de sus riquezas pareceria fabulosa, á no calcularla delante de sus magníficos é infinitos monumentos de las artes.
Es imposible hacer una descripción de este museo: tampoco pueden siquiera nombrarse los objetos que encierra, porque estos se cuentan por millares; y hay muchos, muchísimos que en su tosca materia encierran un siglo de historia, un completo período artístico y un libro de poesía. Sin embargo, seria un crimen hablar de Nápoles y no mentar siquiera en colección las maravillosas bellezas de su Museo Borbónico.
El edificio es magestuoso, y por lo tanto digno de los tesoros que guarda. Su construcción recuerda al duque de Osuna, al conde de Lemos y á Felipe III.
La primera sala que se encuentra es la de los mosaicos: la vista mas acostumbrada á los prodigios de la antigüedad, el corazón mas familiarizado con las grandezas humanas, se sorprende y se entusiasma. ¡Qué de maravillas compuestas con millones de piedrecitas de colores! Mas allá está la galería de pinturas del príncipe de Salerno. ¡Ved esas vírgenes, esas Venus, esos cuadros bíblicos y esos grupos profanos, y admiraos del genio de Gerard–Dow, Annibale Caracci, del Perugino, de Salvator Rosa, de Sassoferrato, del Guido, del Guercino y de Claudio Lorena!
¡Toda esa naturaleza muda habla un idioma que no conocemos, sufre unos dolores que no sabemos sentir, ó goza de unos placeres que no hemos comprendido nunca!
El Egipto ha concurrido tambien con algunas piezas que revelan los secretos de su sociedad, á hermosear este magnífico palacio. ¿De quienes son aquellas momias tan prodigiosamente conservadas? ¿Serán de reyes, de sacerdotes ó de plebeyos? ¡Que no podamos satisfacer nuestra curiosidad! ¿Y sus almas estarán entre las de los ángeles, ó allá en las hogueras del averno? ¡Qué incertidumbre! Lo que es cierto, que hoy son objeto de admiración y de estudio esa piel árida y seca, esos huesos de piedra y esos cartílagos de hueso. ¡Qué felicidad! ¡Quizá sean los restos de algunos malvados los que van pasando de generación en generación, mientras las carnes de Alejandro y de César fueron pasto de inmundos y asquerosos gusanos!
Alli están las estátuas de bronce de Fauno, de Mercurio, de Nerón Druso, de Hércules enseñando su anatomía muscular al través de su epidermis, y de Séneca, el divino filosofo cordobés.
En seguida se entra en las salas de los mármoles. ¡Aquel atleta asombra, aquel gladiador infunde miedo, y aquellas amazonas á caballo mortalmente heridas, nos hacen esperimentar las amarguras de su dolor! ¡Salve, hermosísima Venus, cariñoso Cupido, divino Baco y alegrillos faunos! ¡Animaos, moles de piedra, y alegradnos con vuestros cantos, vuestros vinos y vuestros besos! Pero dejemos esa tropa celebrando su fría bacanal, y pasemos á la sala de las estatuas dé los emperadores: ¡Qué bellas y elegantes son las de Antonino, Tilo, Marco Aurelio Carino, Caracalla y Adriano!
Esta otra galería lleva el nombre de Flora. Ahi tenemos delante la hermosa estátua de la divinidad. ¡Qué formas, qué encanto, qué seducción! Esa es la sala de Apolo: ¡magnífico es el dios de pórfido! Cerca está otro de basalto, y ambos rodeados de Ceres, de Isis y de una preciosa Diana de alabastro. ¡Qué pueriles son esos amantes que quieren bajar á la tumba con una prenda de su amada sobre el pecho! ¡Aprended de ese dios que hace dos mil años quizá que no se cuida de las deidades que endulzaron sus amores!
La galería de las musas contiene una gran taza en que están esculpidos el nacimiento de Baco, y el dios Apolo en medio de las gracias. ¡Qué estudios tan bellos para los artistas y para los poetas!—Adelante!
Ya estamos en la sala de las Venus. ¡Qué formas tan preciosas, qué voluptuosas figuras, qué perfiles tan delicados, qué miradas tan lánguidas, qué aposturas tan mortales, qué calor tan lascivo se siente cor–
L'Anunziata se fundó en 1540 y se enriqueció con buenas pinturas de Santafede, Corenzio, Stanzioni, Lanfranso y Giordano, y esculturas de Merliano y de Bernini; pero fué presa de un voraz incendio en 1757. Veinte y cinco años después se levantó de nuevo por el arquitecto Luigi Vanvitelle con mayor magnificencia. Sus columnas son de mármol blanco de Carrara, y de orden corintio, y sus pinturas de Fieschetti, el Spagnoleto y Mura. La capilla subterránea está sostenida por diez y seis columnas de granito, y ornada de un bello monumento fúnebre de Giovan da Nola.
San Francesco di Paola es una iglesia de construcción moderna; en 1816 fué comenzada por Fernando I, y concluida después por el actual monarca de las Dos Sicilias. Está situada cerca de la antigua área de la de San Luis, rey de Francia. Su aspecto esterior es magestuoso y sencillo: presenta dos pórticos sostenidos por cuarenta y cuatro columnas que descansan en una gradería de lava del Vesubio. En la parte superior del vestíbulo hay tres estátuas colosales de la religion, San Francisco y San Luis; la fachada es semicircular, y forma un gran contraste con la del Real Palacio que está enfrente, constituyendo entre los dos soberbios edificios la gran plaza de la Reggia, con vista al mar por un lado y con salida al otro á la hermosa calle de Toledo. El interior del templo es á semejanza de el del Pantheon de Roma. La gran cúpula está sobre sesenta y ocho columnas y pilastras jónicas de mármol de Moniragone; toda ella se ve revestida en la parte cilíndrica de piedra calcárea del monte de Gaeta, de la cual son igualmente las pilastras, los zócalos, los capiteles y las cornisas del pórtico. Sus lienzos son de Camilo Guerra, Gaspare Landi, Natale Carta y otros, pero los mas notables corresponden á Cammuccini y á Renvenuti. La hermosa estatua de mármol de San Juan Evangelista, es del caballero Pietro Tenerani da Carrara; la de San Marcos, de Fabri, veneciano; y la de San Agustín, de Tommaso Arnaud, napolitano. Una de las mas pintorescas vistas de Nápoles, es la que se goza desde la gigante cúpula de San Francesco di Paola.
El Museo Borbónico de Nápoles es una de las mas grandes maravillas del mundo, por las riquezas artísticas que encierra en su anchuroso recinto. Cualquiera que haya visitado el Real Museo de Madrid, habrá visto una colección mas numerosa de pinturas; el que haya recorrido las galerías del Vaticano y las demás colecciones de Roma con sus ejércitos de estátuas, no tendrá tampoco que admirar mucho el número de las esculturas; pero el Museo Borbónico reúne á una escelente colección de cuadros y á una rica serie de estátuas, el depósito mas grande de otros miles de objetos preciosísimos sacados de entre las ruinas de Herculano, Pompeya y otras ciudades ilustres de la antigüedad. La suma de sus riquezas pareceria fabulosa, á no calcularla delante de sus magníficos é infinitos monumentos de las artes.
Es imposible hacer una descripción de este museo: tampoco pueden siquiera nombrarse los objetos que encierra, porque estos se cuentan por millares; y hay muchos, muchísimos que en su tosca materia encierran un siglo de historia, un completo período artístico y un libro de poesía. Sin embargo, seria un crimen hablar de Nápoles y no mentar siquiera en colección las maravillosas bellezas de su Museo Borbónico.
El edificio es magestuoso, y por lo tanto digno de los tesoros que guarda. Su construcción recuerda al duque de Osuna, al conde de Lemos y á Felipe III.
La primera sala que se encuentra es la de los mosaicos: la vista mas acostumbrada á los prodigios de la antigüedad, el corazón mas familiarizado con las grandezas humanas, se sorprende y se entusiasma. ¡Qué de maravillas compuestas con millones de piedrecitas de colores! Mas allá está la galería de pinturas del príncipe de Salerno. ¡Ved esas vírgenes, esas Venus, esos cuadros bíblicos y esos grupos profanos, y admiraos del genio de Gerard–Dow, Annibale Caracci, del Perugino, de Salvator Rosa, de Sassoferrato, del Guido, del Guercino y de Claudio Lorena!
¡Toda esa naturaleza muda habla un idioma que no conocemos, sufre unos dolores que no sabemos sentir, ó goza de unos placeres que no hemos comprendido nunca!
El Egipto ha concurrido tambien con algunas piezas que revelan los secretos de su sociedad, á hermosear este magnífico palacio. ¿De quienes son aquellas momias tan prodigiosamente conservadas? ¿Serán de reyes, de sacerdotes ó de plebeyos? ¡Que no podamos satisfacer nuestra curiosidad! ¿Y sus almas estarán entre las de los ángeles, ó allá en las hogueras del averno? ¡Qué incertidumbre! Lo que es cierto, que hoy son objeto de admiración y de estudio esa piel árida y seca, esos huesos de piedra y esos cartílagos de hueso. ¡Qué felicidad! ¡Quizá sean los restos de algunos malvados los que van pasando de generación en generación, mientras las carnes de Alejandro y de César fueron pasto de inmundos y asquerosos gusanos!
Alli están las estátuas de bronce de Fauno, de Mercurio, de Nerón Druso, de Hércules enseñando su anatomía muscular al través de su epidermis, y de Séneca, el divino filosofo cordobés.
En seguida se entra en las salas de los mármoles. ¡Aquel atleta asombra, aquel gladiador infunde miedo, y aquellas amazonas á caballo mortalmente heridas, nos hacen esperimentar las amarguras de su dolor! ¡Salve, hermosísima Venus, cariñoso Cupido, divino Baco y alegrillos faunos! ¡Animaos, moles de piedra, y alegradnos con vuestros cantos, vuestros vinos y vuestros besos! Pero dejemos esa tropa celebrando su fría bacanal, y pasemos á la sala de las estatuas dé los emperadores: ¡Qué bellas y elegantes son las de Antonino, Tilo, Marco Aurelio Carino, Caracalla y Adriano!
Esta otra galería lleva el nombre de Flora. Ahi tenemos delante la hermosa estátua de la divinidad. ¡Qué formas, qué encanto, qué seducción! Esa es la sala de Apolo: ¡magnífico es el dios de pórfido! Cerca está otro de basalto, y ambos rodeados de Ceres, de Isis y de una preciosa Diana de alabastro. ¡Qué pueriles son esos amantes que quieren bajar á la tumba con una prenda de su amada sobre el pecho! ¡Aprended de ese dios que hace dos mil años quizá que no se cuida de las deidades que endulzaron sus amores!
La galería de las musas contiene una gran taza en que están esculpidos el nacimiento de Baco, y el dios Apolo en medio de las gracias. ¡Qué estudios tan bellos para los artistas y para los poetas!—Adelante!
Ya estamos en la sala de las Venus. ¡Qué formas tan preciosas, qué voluptuosas figuras, qué perfiles tan delicados, qué miradas tan lánguidas, qué aposturas tan mortales, qué calor tan lascivo se siente cor–
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