encuentra pescado, pero no carne. Las grandes tabernas están mas bien provistas: en ellas se come, y sobre todo se cena á media noche, costumbre que está muy en boga y es de gran tono.
Uno de mis amigos me habia dado una carta de recomendación para un comerciante inglés llamado sir William Esguirre, y le dejé una tarjeta en la oficina de Reform–club en Pall–Mall; dos horas después fué á mi casa, y no habiéndome hallado en dos veces que repitió la visita, me dejó una carta indicándome los dias que le seria posible ponerse á mi disposición, y rogándome fuese con él al dia siguiente a cenar en el club.
Nadie ignora que se entiende por club toda reunión ó asamblea libre, estrajudicial y permanente compuesta solo de hombres; pero de los que ahora se trata son los que en Francia, y en España por imitación, se llaman tertulias públicas ó casinos. En general la idea que domina para el establecimiento de un club, es la de facilitar relaciones amistosas entre gentes de una misma opinión, de igual clase ó de una misma profesión. Hay clubs militares, literarios, comerciales, sabios, clubs whigs y clubs thorys, aunque estas diversas distinciones no son de modo alguno absolutas.
Actualmente se cuentan en Londres mas de sesenta clubs; el número de abonados varía desde 400 hasta 1,800, y todos ellos rivalizan á porfía en lujo y magnificencia. Reform–club es uno de los tres mas notables por su esplendor y magestad.
La construcción de este edificio, sin contar los muebles, ha costado 3.000,000, y Pall–Mall, en donde se elevan una docena de esta clase de monumentos, es una calle cuajada de palacios.
Reform–club es un edificio casi cuadrado, de dos altos, con nueve ventanas de frente y nueve en las fachadas laterales; recibe la luz por una cúpula ó media naranja y otras cien ventanas rasgadas. La sala de entrada, precedida de un despacho con un director ó administrador encargado de recibir las peticiones de los que desean visitar el establecimiento, está rodeada de columnas que sostienen una ancha galería ensamblada con embutidos que imitan el mosaico romano; los pilares son de estuco de color del mármol de Siena, y la cúpula de donde baja la luz al través de unas vidrieras talladas á facetas, está sostenida por veinte columnas de orden jónico, cuyo basamento de pórfido rojo, rodeando una balaustrada de piedra, descansa sobre la galería, á la que se sube por una espaciosa escalera de mármol blanco. Esta galería, por la que se pasa como por un claustro cubierto, está adornada con sillas, una buena alfombra cristales y pinturas, es como una especie de salón de compañía construido en el segundo piso encima del de espera, que es donde se recibe á los estrangeros. Hay salas para jugar, de lectura, salas para estudiar y para baile. Hay también gabinetes para una sola reunión de amigos, cuyas puertas comunican con la galería, lo mismo que las de las dos bibliotecas, que son muy copiosas, una consagrada á la literatura y la otra al derecho y política, servidas ambas por dos bibliotecarios pagados por el club. El piso inferior contiene un considerable número de dormitorios.
Lóndres es tan grande y el tiempo tan precioso, que se gastan inmensas sumas para economizarlo; asi es que si un abonado tiene negocios que evacuar desde por la mañana en el cuartel del club, ó se propone volver muy tarde á su casa, lleva ó envia su equipage al club, y va á dormir alli. En todo cuarto hay un gabinete de tocador provisto de aguamanil de mármol blanco con dos grifos, uno para echar agua caliente y el otro para la fría, provistos á toda á toda hora de jabones, perfumes, esencias y cuantos útiles se necesitan para la toilette, como igualmente criados para ayudar á vestir ó afeitar. Si el socio se limita únicamente á querer cambiar de vestido después de comer, encuentra con facilidad las mismas comodidades en el piso bajo si quiere ahorrar el trabajo de subir la escalera; también en aquel sitio se encuentran hermosas salas de baño, y las cocinas subterráneas traen á la memoria las de Riquet–á–la–Houppe.
Alli es donde se ven asar delante de enrejados de cinco pies de elevación, formando una muralla de fuego, cuartos de buey, medios corderos y sartas de aves. Una puerta de dos hojas, pantalla ó biombo colosal, permite á los cocineros, entreabriéndolas, observar el estado del asado sin ser ellos mismos asados vivos al acercarse; mas allá está la lechería; en otra parte la despensa, en donde los cuartos de carne hecha á trozos y puesta por orden en enormes escaparates y cajones de zinc, descansa sobre capas de hielo; para los pescados se observan iguales disposiciones y esmero: todo es aseado y lujoso, y la batería de cocina brilla como el oro.
Examinadas estas maravillas con gran contento de Mr. William, que se regocijaba de mi admiración, fuimos á un vastísimo comedor, al que dan paso á la luz nueve ventanas que caen á un hermoso jardin. Veinte criados con trage negro sirven una infinidad de mesitas con prontitud y silencio, se deslizan sobre la alfombra de la testera de la mesa, y en vez de zapatos calzan chinelas de muleton; el triquitraque de la vagilla y el ruido de los platos son incomodidades desconocidas para los venturosos mortales que comen en el club. ¿Es maravilla que sus estómagos sean tan complacientes?
Uno de mis amigos me habia dado una carta de recomendación para un comerciante inglés llamado sir William Esguirre, y le dejé una tarjeta en la oficina de Reform–club en Pall–Mall; dos horas después fué á mi casa, y no habiéndome hallado en dos veces que repitió la visita, me dejó una carta indicándome los dias que le seria posible ponerse á mi disposición, y rogándome fuese con él al dia siguiente a cenar en el club.
Nadie ignora que se entiende por club toda reunión ó asamblea libre, estrajudicial y permanente compuesta solo de hombres; pero de los que ahora se trata son los que en Francia, y en España por imitación, se llaman tertulias públicas ó casinos. En general la idea que domina para el establecimiento de un club, es la de facilitar relaciones amistosas entre gentes de una misma opinión, de igual clase ó de una misma profesión. Hay clubs militares, literarios, comerciales, sabios, clubs whigs y clubs thorys, aunque estas diversas distinciones no son de modo alguno absolutas.
Actualmente se cuentan en Londres mas de sesenta clubs; el número de abonados varía desde 400 hasta 1,800, y todos ellos rivalizan á porfía en lujo y magnificencia. Reform–club es uno de los tres mas notables por su esplendor y magestad.
La construcción de este edificio, sin contar los muebles, ha costado 3.000,000, y Pall–Mall, en donde se elevan una docena de esta clase de monumentos, es una calle cuajada de palacios.
Reform–club es un edificio casi cuadrado, de dos altos, con nueve ventanas de frente y nueve en las fachadas laterales; recibe la luz por una cúpula ó media naranja y otras cien ventanas rasgadas. La sala de entrada, precedida de un despacho con un director ó administrador encargado de recibir las peticiones de los que desean visitar el establecimiento, está rodeada de columnas que sostienen una ancha galería ensamblada con embutidos que imitan el mosaico romano; los pilares son de estuco de color del mármol de Siena, y la cúpula de donde baja la luz al través de unas vidrieras talladas á facetas, está sostenida por veinte columnas de orden jónico, cuyo basamento de pórfido rojo, rodeando una balaustrada de piedra, descansa sobre la galería, á la que se sube por una espaciosa escalera de mármol blanco. Esta galería, por la que se pasa como por un claustro cubierto, está adornada con sillas, una buena alfombra cristales y pinturas, es como una especie de salón de compañía construido en el segundo piso encima del de espera, que es donde se recibe á los estrangeros. Hay salas para jugar, de lectura, salas para estudiar y para baile. Hay también gabinetes para una sola reunión de amigos, cuyas puertas comunican con la galería, lo mismo que las de las dos bibliotecas, que son muy copiosas, una consagrada á la literatura y la otra al derecho y política, servidas ambas por dos bibliotecarios pagados por el club. El piso inferior contiene un considerable número de dormitorios.
Lóndres es tan grande y el tiempo tan precioso, que se gastan inmensas sumas para economizarlo; asi es que si un abonado tiene negocios que evacuar desde por la mañana en el cuartel del club, ó se propone volver muy tarde á su casa, lleva ó envia su equipage al club, y va á dormir alli. En todo cuarto hay un gabinete de tocador provisto de aguamanil de mármol blanco con dos grifos, uno para echar agua caliente y el otro para la fría, provistos á toda á toda hora de jabones, perfumes, esencias y cuantos útiles se necesitan para la toilette, como igualmente criados para ayudar á vestir ó afeitar. Si el socio se limita únicamente á querer cambiar de vestido después de comer, encuentra con facilidad las mismas comodidades en el piso bajo si quiere ahorrar el trabajo de subir la escalera; también en aquel sitio se encuentran hermosas salas de baño, y las cocinas subterráneas traen á la memoria las de Riquet–á–la–Houppe.
Alli es donde se ven asar delante de enrejados de cinco pies de elevación, formando una muralla de fuego, cuartos de buey, medios corderos y sartas de aves. Una puerta de dos hojas, pantalla ó biombo colosal, permite á los cocineros, entreabriéndolas, observar el estado del asado sin ser ellos mismos asados vivos al acercarse; mas allá está la lechería; en otra parte la despensa, en donde los cuartos de carne hecha á trozos y puesta por orden en enormes escaparates y cajones de zinc, descansa sobre capas de hielo; para los pescados se observan iguales disposiciones y esmero: todo es aseado y lujoso, y la batería de cocina brilla como el oro.
Examinadas estas maravillas con gran contento de Mr. William, que se regocijaba de mi admiración, fuimos á un vastísimo comedor, al que dan paso á la luz nueve ventanas que caen á un hermoso jardin. Veinte criados con trage negro sirven una infinidad de mesitas con prontitud y silencio, se deslizan sobre la alfombra de la testera de la mesa, y en vez de zapatos calzan chinelas de muleton; el triquitraque de la vagilla y el ruido de los platos son incomodidades desconocidas para los venturosos mortales que comen en el club. ¿Es maravilla que sus estómagos sean tan complacientes?
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