Locke
mente por la institución de la Sociedad Real. El admirable Paraíso Perdido de Milton apareció bajo su reinado; pero permaneció desconocido en esta época. A pesar del mal gusto que reinaba en la corte de Carlos II, algunos escritores han considerado esta época para la Inglalarra como el siglo de Augusto; y en efecto, este siglo presenta á la vez los célebres nombres de Bogle, Halley, Hooke, Sydenham, Harvey, Temple, Tillotson, Barrow, Butler, Cowley, Wailer, Dryden, Wicherley y Othvay.
El pobre Jacobo II no produjo en todo su reinado mas que teólogos.
Los nombres de Newton y de Locke, formaron la gloria del reinado de Guillermo III. Este príncipe profesó una particular estimación á el último, asi como también a Tillotson y á Burnet. Aunque estuvo lejos de ser liberal con los hombres de genio, las ciencias florecieron, sin embargo, en su tiempo; peso únicamente por razón de la escelencia del terreno donde habían sido sembradas.
Las ciencias y las bellas artes llegaron á un alto grado de esplendor bajo los auspicios de la reina Ana. La mayor parte de los grandes hombres que habian figurado en los reinados de los Estuardos y de los Guillermos vivían aun, cuando una nueva generación surgió en la república de las artes y de las letras. Addison, Prior, Pope, Swift, Bolingbroke, Shaftesbury, Arbuthnot, Congréve, Steele, Rowe, Herne y una multitud de escritores en prosa y verso no tienen necesidad mas que de ser nombrados para escitar la admiración. La filosofía natural y moral marchó á la par de las bellas artes, y las discusiones, tanto religiosas como políticas contribuyeron á los progresos de las ciencias, gracias á la libertad ilimitada que las leyes concedían en las materias puramente especulativas: lo que prueba la buena influencia de las discusiones en el desarrollo de los verdaderos conocimientos.
Los ministros de Jorge I fueron los protectores del saber, y aun en algunos de ellos brillaba una grande erudición. Jorge, no fué un Mecenas; su reinado, sin embargo, no cedió á ninguno de los de sus predecesores en cuanto al número de sabios y de buenos talentos que lo ilustraron. Después de la revolución de 1745 la barrera que habia levantado entre el gobierno y los sabios fué echada por tierra, y los hombres de genio comenzaron á esperimentar los beneficios del trono. Desde esta época las bellas artes han hecho grandes progresos en Inglaterra. Se ha instituido la Academia Real, se han formado hábiles artistas, y las esposiciones anuales de pinturas y de esculturas han sido en estremo favorables á las artes, escitando la emulación y llamando la atención pública hacia las obras maestras del genio. Pero por mas beneficiosas que hayan sido estas circunstancias, las bellas artes están bien lejos de esperimentar la protección nacional á que tienen tan justos derechos. En Inglaterra hay muy pocos edificios públicos adornados de pinturas ó de estatuas; los escultores no encuentran ocupación y la pintura de historia no tiene fomento, aunque los artistas ingleses de este siglo hayan probado que su genio iguala al de los artistas estrangeros.
No sucede lo mismo con las letras; la inmensa estension de terreno donde se habla la lengua inglesa, abre un ancho campo á su literatura, comparable solo al de la literatura francesa; asi es que Lóndres cuenta las librerías mas considerables y ricas. Desde principios de este siglo tres hombres han llevado el nombre inglés á los límites de la civilización: lord Byron, Thomás, Moore y Walter Scolt; este último, que tantos imitadores mas ó menos dichosos ha tenido en
El pobre Jacobo II no produjo en todo su reinado mas que teólogos.
Los nombres de Newton y de Locke, formaron la gloria del reinado de Guillermo III. Este príncipe profesó una particular estimación á el último, asi como también a Tillotson y á Burnet. Aunque estuvo lejos de ser liberal con los hombres de genio, las ciencias florecieron, sin embargo, en su tiempo; peso únicamente por razón de la escelencia del terreno donde habían sido sembradas.
Las ciencias y las bellas artes llegaron á un alto grado de esplendor bajo los auspicios de la reina Ana. La mayor parte de los grandes hombres que habian figurado en los reinados de los Estuardos y de los Guillermos vivían aun, cuando una nueva generación surgió en la república de las artes y de las letras. Addison, Prior, Pope, Swift, Bolingbroke, Shaftesbury, Arbuthnot, Congréve, Steele, Rowe, Herne y una multitud de escritores en prosa y verso no tienen necesidad mas que de ser nombrados para escitar la admiración. La filosofía natural y moral marchó á la par de las bellas artes, y las discusiones, tanto religiosas como políticas contribuyeron á los progresos de las ciencias, gracias á la libertad ilimitada que las leyes concedían en las materias puramente especulativas: lo que prueba la buena influencia de las discusiones en el desarrollo de los verdaderos conocimientos.
Los ministros de Jorge I fueron los protectores del saber, y aun en algunos de ellos brillaba una grande erudición. Jorge, no fué un Mecenas; su reinado, sin embargo, no cedió á ninguno de los de sus predecesores en cuanto al número de sabios y de buenos talentos que lo ilustraron. Después de la revolución de 1745 la barrera que habia levantado entre el gobierno y los sabios fué echada por tierra, y los hombres de genio comenzaron á esperimentar los beneficios del trono. Desde esta época las bellas artes han hecho grandes progresos en Inglaterra. Se ha instituido la Academia Real, se han formado hábiles artistas, y las esposiciones anuales de pinturas y de esculturas han sido en estremo favorables á las artes, escitando la emulación y llamando la atención pública hacia las obras maestras del genio. Pero por mas beneficiosas que hayan sido estas circunstancias, las bellas artes están bien lejos de esperimentar la protección nacional á que tienen tan justos derechos. En Inglaterra hay muy pocos edificios públicos adornados de pinturas ó de estatuas; los escultores no encuentran ocupación y la pintura de historia no tiene fomento, aunque los artistas ingleses de este siglo hayan probado que su genio iguala al de los artistas estrangeros.
No sucede lo mismo con las letras; la inmensa estension de terreno donde se habla la lengua inglesa, abre un ancho campo á su literatura, comparable solo al de la literatura francesa; asi es que Lóndres cuenta las librerías mas considerables y ricas. Desde principios de este siglo tres hombres han llevado el nombre inglés á los límites de la civilización: lord Byron, Thomás, Moore y Walter Scolt; este último, que tantos imitadores mas ó menos dichosos ha tenido en
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