miércoles, octubre 22, 2008

Viage ilustrado (Pág. 294)

milia contribuye mucho á la gravedad, ó mas bien seriedad que caracteriza á las inglesas. En cuanto á los alimentos, los ingleses se cuidan mas bien de la cantidad que de la calidad: su comida ordinaria consiste en grandes pedazos de buey, de ternera y de carnero asados; el pudding es uno de sus manjares favoritos: este es una mezcla que varían basta lo infinito; la base es por lo regular miga de pan, leche, tuétano de buey, pasas, riñones, etc., todo lo cual junto se cuece en el horno. Los ingleses generalmente comen mucha carne y poco pan. Lo mismo sucede en las clases proletarias; tienen dos necesidades que proveer, que son la mesa y el vestido; pero la mesa llama principalmente su atención. Estas dos cosas cuestan muy caras en Londres, pero en cambio abunda el dinero; si los artículos de primera necesidad se pagan caros, también se paga caro el trabajo, de modo que todo queda compensado. El lujo de las grandes masas está en el vino, bebiéndose en ellas los mejores y mas estimados.
El pueblo se contenta con cerveza fuerte. En invierno hacen una especie de ponche compuesto de cerveza, aguardiente, yema de huevo y azúcar. También usan un licor llamado sillabud, compuesto de vinagre, leche y azúcar.
Las tabernas y los cafés son muy numerosos en Lóndres y en todas las demás ciudades de Inglaterra. Estas casas son para los ingleses uno de los mayores recreos. El nombre de taberna no debe chocar á nuestro oído, porque entre los ingleses no tiene la misma significacion que nosotros le damos; las tabernas vienen á ser lo que los franceses llaman restaurant. A ellas concurren los mas grandes señores y los sabios, sin que esto llame la atención, y alli también se reúnen los socios de los diferentes clubs, para divertirse y estrechar mas los vínculos que los unen.
En los cafés ingleses no se oye el menor ruido, pudiendo comparárseles á una biblioteca ó gabinete de lectura. Los cafés mas afamados de Lóndres están suscritos por diez ó doce ejemplares á cada periódico, á fin de no hacer esperar á los curiosos, y esto con tanta mas razón, cuanto que á pesar de su gran flema, el inglés es de todos los europeos el menos aficionado á esperar.
Los clubs vienen á ser despues.de los cafés los sitios de reunión, y casi su mayor parte está en cafés tabernas. Su número es prodigioso en Lóndres. Desde el par que se sienta en el Parlamento hasta el mas humilde comerciante de la Cité, todos tienen su club. Los mas famosos son el Whig-club, que vela porque el monarca, ó mas bien los ministros, no estiendan las prerogativas del trono mas allá de los límites de la constitución inglesa, y el Human-society, que adjudica premios á todas las invenciones que tienden á aliviar la miseria y los males que aflijen á la naturaleza humana. Estas sociedades han prestado muy grandes servicios, y no han contribuido poco á mantener el espíritu publico tan admirable que reina en Inglaterra.
Los ingleses son aficionados alternativamente á la soledad y á las reuniones. La clase baja tiene también sus sitios de reunión, que son los figones, que por lo ordinario están estimadamente aseados, y pueden servir de espejos las mesas, los bancos, los vidrios y demás muebles.
La población de Lóndres conserva todavía la costumbre de los famosos combates á puñetazos que los estrangeros ven con lástima y desprecio, y los ingleses con orgullo. Algunos escritores han dicho que estos combates eran á propósito para dar á la nación energía y valor; pero la verdad es que esta costumbre es solo propia para hacer á los nombres rústicos y feroces. Por lo demás, la policía no se mezcla jamás en las querellas de los boxeadores, que es el nombre que dan a los qué hacen de estas luchas una especie de profesión, y los deja tranquilamente aporrearse en medio de la calle. «Yo fui testigo un día, dice Chantreau, de uno de estos combates cerca de Billings―Gate, que es el mercado del pescado: los dos hombres que se batian eran de este mercado, y los dos, según me dijeron, hábiles boxeadores; estaban en camisa en una actitud verdaderamente pintoresca, cambiando alternativamente de posición y dando á sus brazos un continuo movimiento. El brazo izquierdo lo tenían horizontalmente doblado á la altura del rostro y les servia de broquel, mientras que con el derecho se asestaban mutuamente feroces puñadas en el pecho y en la cara, pero la mayor parte eran paradas con una destreza admirable. El golpe para ser bueno y legal debe darse á puño cerrado, y jamás cuando el enemigo vacila ó se levanta del suelo. En efecto, uno de los dos hombres que yo ví combatir dio un paso en falso y cayó; entonces muchos espectadores se apresuraron á levantarlo, gritando á su adversario que se detuviese. Este grito era inútil, porque él se paro desde que vio á su enemigo caído, y permaneció fieramente inmóvil hasta que se repuso; pero caer, levantarse y volver á la carga, todo fué obra de un momento. El combate duró aun mas de un cuarto de hora. Los golpes dados y recibidos eran proporcionados á la atlética fuerza de aquéllos hombres nerviosos, y me hacían horrorizar. El uno de ellos, habiendo en fin recibido un fuerte golpe en el ojo derecho, saltó hacia atrás, pidió cuartel y el combate concluyó. Este debe tener fin tan pronto como uno de los combatientes declara que ya es suficiente, ó cuando habiendo caido rehusa levantarse; porque entonces se considera vencido. Habiendo sido testigo del combate, quise también serlo de la reconciliación, que tuvo lugar sobre el mismo terreno; y estos dos hombres tan animados el uno contra el otro algunos minutos antes, se aproximaron y se estrecharon tiernamente la mano, como hubieran hecho los mejores amigos.»
Se ha dicho de los ingleses que eran generosos y espléndidos en el estrangero, y muy económicos en su nación: esta es una verdad, pero su economía es bien entendida, y no les impide sacrificar sumas considerables al socorro de la humanidad afligida. Los pobres y los desgraciados son socorridos en Inglaterra con una liberalidad que viene á ser perjudicial á la industria; porque quita á la última clase del pueblo los motivos que la obligan á trabajar, es decir, la necesidad de ahorrar algunos recursos para las enfermedades y para la vejez. Las mismas personas que contribuyen á estas suscriciones dan también, según su fortuna, una cuota para los pobres de su respectiva parroquia; esta cuota asciende anualmente en Inglaterra solo á 6.509,466 libras esterlinas, y en el país de Gales á 288,422. Sin embargo, á pesar de esta generosa profusión que en cualquier otro pais debería desterrar la pobreza, las calles de Lóndres y los caminos de Inglaterra están plagados de mendigos que desafian las severas penas que les impone la ley. Otra verdad igualmente incontestable es que entre los ingleses de todas las categorías, la riqueza es considerada su―

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