viernes, enero 20, 2012

Viage ilustrado (Pág. 608)

Vista de Santa María de la Piscina



lla en nombre de Luis X, denominado el Hutin ó el Amotinado, un noble caballero de aquella nación que tenia por nombre Gualtero Marigni, hombre liviano, desleal, cruel é injusto. Apenas llegado se prendó de una ilustre dama de la ciudad, llamada doña Blanca Garcés, mas esta enamorada desde sus primeros años de su primo Ramiro Garcés, denodado paladin, rehusó decididamente los obsequios continuados del gobernador, y éste desde luego buscó medios para deshacerse de su afortunado rival. Con tal objeto lo envió á París con la importante misión de entregar unos pliegos reservados al rey, y Ramiro partió inmediatamente seguido de un solo escudero. Al penetrar ambos viageros en las asperezas de los Pirineos, se vieron rodeados de una veintena de agentes de Gualtero disfrazados de bandidos. Resistiéronse desesperadamente, mas el escudero de Ramiro fué muerto, y éste aprisionado, vendados los ojos y conducido á una fortaleza aislada en la que se le encerró cuidadosamente. Blanca esperaba en vano á su amante que no podía volver, y Gualtero redoblaba, aunque inútilmente, sus galanterías. Los torneos, las trovas y los saraos, se repetían sin cesar en obsequio de la bella navarra, mas ni una sola sonrisa habia endulzado la negra melancolía que oscurecía su bellísimo rostro. Un dia la dijo el desdeñado gobernador. «He aqui nuevas de vuestro fiel caballero que acabo ahora de recibir. No era de estrañar el retraso de su vuelta» Diciendo asi, dejó sobre un taburete un pergamino arrollado del que pendía un sello de plomo en que se veian grabadas unas armas cimadas de un sombrero episcopal, y dejó sola á doña Blanca. Recorrió ésta ávidamente el escrito, mas nada pudo comprender, pues estaba en lengua latina, mas en el instante hizo llamar al capellán de la casa, que lo descifró sin dificultad. Era una certificación en debida forma en que el arzobispo de París espresaba que en la catedral de aquella ciudad habia él mismo desposado á Ramiro Garcés, caballero navarro, con Isolina de Fontenay, joven heredera de una de las primeras casas de Francia. Blanca cayó desmayada al escuchar tan terrible relación, y aunque convencida de la infidelidad de Ramiro, jamás quiso escuchar las importunas exigencias de Marigni, y la tristeza mas profunda se apoderó de su corazón. Resolvióse, por fin, a tomar el velo en el monasterio de San Benito de la misma ciudad de estella, y á pesar de los ruegos y súplicas de sus parientes y amigos, se verificó la ceremonia de su entrada en el claustro con desusada y regia magnificencia. Gualtero de Marigni, aunque parecía resignado, meditaba terribles planes que pronto se vieron realizados. Una noche que la bella novicia rezaba en su celda humedeciendo con lágrimas su devocionario, se sintió de repente cogida entre los robustos brazos de dos enmascarados, que con un lienzo que apretaron a sus labios ahogaron el grito en que iba á prorumpir. Pocos instantes después era conducida en una litera al mismo castillo donde gemia Ramiro, que privado de toda comunicación nada sabia de Blanca desde su salida de Estella. No tardó Gualtero de Marigni en dejarse ver de su prisionera, y decirle que no saldria jamás de aquellos muros, ó que seria su esposa. «Antes morir mil veces, contestó Blanca, menos me espanta la muerte que vuestra odiosa pasión, yo soy la esposa de Dios.» Asi pasó mucho tiempo. Gualtero, aunque residía ordinariamente en Estella, visitaba con frecuencia á su cautiva, mas nada alcanzaba de su corazón de hierro. Tornaba una noche á la ciudad, cuando estalló de improviso la mas furiosa tormenta que le obligó á acogerse al solitario castillo, del mal se habia apartado pocos pasos. No bien atravesara el foso, cuando un rayo que cayó en el torreón que defendía la puerta principal, no solo derribó dos almenas, sino también incendió el edificio. Gualtero al frente de sus hombres de armas hacia los mayores esfuerzos para apagar el fuego, mas este tomaba un incremento espantoso. Una enorme viga abrasada, al

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