entre otros don Alvaro Cubillo de Aragón, don Rodrigo de Herrera y Rivera, autor de las comedias Duelo de honor y amistad, y La fé no ha menester armas: don Juan Velez de Guevara: don Antonio de Solis, que escribió la tragedia Hércules furente: el autor de Un bobo hace ciento, Triunfos de amor y fortuna, El amor al uso y otras: don Juan de Matos Fragoso, don Francisco de Leiva, don Fernando de Zarate, don Agustín de Salazar y Torres, don Antonio de Zamora, autor de varios autos sacramentales, y de los dramas titulados El hechizado por fuerza y El convidado de piedra: don José de Cañizares, que nació en 1676, y escribió, siendo muy joven, la comedia titulada Cuentas del Gran Capitán, á la cual añadió mas de cincuenta obras entre comedias y zarzuelas, algunas de ellas históricas, como Picarillo en España; y otros varios escritores menos conocidos que no podemos enumerar. Pero después de Calderón todos ellos contribuyeron á la decadencia del teatro, fomentando el mal gusto que se habio introducido, de manera que, al terminar el siglo XVII, y principalmente en los años de Zamora y Cañizares, nuestro teatro pudo considerarse muerto.
De lo dicho se infiere que la literatura dramática corrió las mismas vicisitudes que la lírica, y que al principiar el siglo XVIII ambas habían agotado sus fuerzas y se habian dejado absorber por los estravíos del gongorismo. Asi es que en la primera mitad del siglo pasado ninguna de las dos dio señales de vida: y para resucitar de su letargo, y para sacar de la tumba del culteranismo, nuestros escritores se dieron á imitar á los clásicos franceses, como en la edad media habian imitado los líricos á los antiguos, y en el siglo XV y XYI á los italianos. Pero á pesar de esto, poco ó nada adelantó durante el siglo XVIII, en el cual se cita á los escritores don Francisco Mariano Nifo, don Vicente Rodriguez de Arellano, don Luciano Cornella y otros como tipos de poetas de mal gusto. El primer ensayo para aclimatar en España el drama de Racine y de Moliere lo hizo don Agustín Montiano y Luyando con sus tragedias Ataúlfo y Virginia: después don Nicolás Moratin escribió las tituladas Lucrecia, Hormesinda y Guzman el Bueno, y Cienfuegos el Idomeneo, Zoraida y La condesa de Castilla; pero todas ellas no tuvieron mas que mediano éxito.
Al principiar el siglo presente adquirió gran boga la tragedia y entonces fué cuando apareció el Pelayo de don Manuel José Quintana, obra que ha sobrevivido al tropel de sus contemporáneas, y á que dará larga vida el españolismo que respira. Vino después la comedia clásica en que descolló don Leandro Fernandez de Moratin, y cuyo género habian cultivado don Tomás Iriarte en sus piezas tituladas: El Señorito mimado y La señorita mal criada, asi como Jovellanos en su Delincuente honrado, siquiera esta sea mas bien de sentimiento que de costumbres. Pero Moratin fué el gefe de la escena. Queremos trascribir lo que dice hablando de este escritor el señor don Antonio Gil de Zarate ert su concienzudo Manual de literatura (resumen histórico.) Y aprovechamos esta ocasión para manifestar que asi el referido manual, como la historia de Sismondi, traducida y anotada por los señores Amador de los Rios y Figueroa, como finalmente la que ha publicado Tienor, han sido, los trabajos que entre otros hemos consultado principalmente para hacer la presente reseña histórica de nuestra literatura. Dice pues el señor Gil de Zarate. «La primera obra de Moratin El viejo y la niña le coloco ya á gran distancia de todos sus rivales; la segunda. El café ó la comedia nueva fué como un verdadero don Quijote del teatro, y con ella dio el golpe de muerte á los detestables escritorzuelos que inundaban el teatro, y corrompían el gusto publico con sus monstruosos engendros en La mogigata aspiro a rivalizar con el célebre Moliere: y con El sí de las niñas presentó el dechado perfecto del género que habia abrazado, mostrando hasta que punto se pueden interesar y mover los ánimo, con personages humildes, una acción sencilla y un lenguaje llevado hasta la estrema naturalidad. Moratin, sin embargo, aunque tan rígido clásico pagó tributo á su época, durante la cual estaba en boga el género sentimental; admirador é imitador del gran cómico francés se apartó de él en muchas escenas de su primera y última comedia, arrancando tiernas lágrimas, mientras su modelo jamás trató sino de escitar la risa. Los acontecimientos de 1808 vinieron á interrumpir sus trabajos en lo mejor de su edad y en la fuerza de su talento; posteriormente, cuando la literatura ha tomado otro rumbo, se ha querido deprimir el mérito de este autor insigne; pero Moratin vivirá siempre al lado de nuestros mejores dramáticos, y cada vez que se vuelva á dudar de su valor literario, no habrá mus que poner en escena El sí de las niñas, y representarlo ante sus detractores.» Hasta aqui el autor citado.
La literatura dramática emprendió nuevas vias al abrirse el segundo tercio de este siglo, época en que la escuela que se llamó romántica estuvo apoderada del teatro por espacio de algunos años. Fué esta una llamarada producida por la revolución política, y que cuando menos ha de trazar una nueva marcha y prepararar gran porvenir á nuestro teatro. No entra en nuestro propósito juzgar de las obras contemporáneas, pero sin emitir juicio sobre ninguna en particular, podemos decir que se han producido en estos últimos años obras de mas valor que las conocidas desde fines del siglo XVII hasta el presente.
Literatura en prosa. Habiéndonos propuesto al principio de este artículo hablar de la literatura en verso con separación de la literatura en prosa, y terminado nuestro trabajo en cuanto á la primera vamos á tratar brevemente de la segunda. La prosa ha seguido en España una marcha más lenta y embarazosa que el verso. Esto ha producido que nuestros sabios tuvieran á empeño y honor el cultivar el latin y emplearlo á todo género de producciones hasta en las que carecían de carácter científico propio. Por eso cuando, ya en el siglo XVI se hallaba formado el lenguaje poético, todavía la prosa se resentía de suma dureza por mas que revelase ya brio y magestad, dotes en que aventaja á las demás nuestra lengua. Haremos mérito de los escritores mas notables que entregrados al cultivo de la prosa fueron distinguiéndose y formando al mismo tiempo nuestro lenguaje.
Principiando por la novela, hallamos varios escritores que la cultivaron en todos sus géneros, el caballeresco principalmente, como el pastoril y el de costumbres. Pero como la índole de esta reseña no nos permite descender á prolijas indicaciones, nos limitaremos á citarlos nombres mas conocidos. Después de los Amadises, publicados á principios del siglo XVI, por García Ordoñez de Montalvo, debemos hacer mérito de Feliciano de Silva, Juan Martorell y Pelayo de Rivera, autores todos de novelas caballe–
De lo dicho se infiere que la literatura dramática corrió las mismas vicisitudes que la lírica, y que al principiar el siglo XVIII ambas habían agotado sus fuerzas y se habian dejado absorber por los estravíos del gongorismo. Asi es que en la primera mitad del siglo pasado ninguna de las dos dio señales de vida: y para resucitar de su letargo, y para sacar de la tumba del culteranismo, nuestros escritores se dieron á imitar á los clásicos franceses, como en la edad media habian imitado los líricos á los antiguos, y en el siglo XV y XYI á los italianos. Pero á pesar de esto, poco ó nada adelantó durante el siglo XVIII, en el cual se cita á los escritores don Francisco Mariano Nifo, don Vicente Rodriguez de Arellano, don Luciano Cornella y otros como tipos de poetas de mal gusto. El primer ensayo para aclimatar en España el drama de Racine y de Moliere lo hizo don Agustín Montiano y Luyando con sus tragedias Ataúlfo y Virginia: después don Nicolás Moratin escribió las tituladas Lucrecia, Hormesinda y Guzman el Bueno, y Cienfuegos el Idomeneo, Zoraida y La condesa de Castilla; pero todas ellas no tuvieron mas que mediano éxito.
Al principiar el siglo presente adquirió gran boga la tragedia y entonces fué cuando apareció el Pelayo de don Manuel José Quintana, obra que ha sobrevivido al tropel de sus contemporáneas, y á que dará larga vida el españolismo que respira. Vino después la comedia clásica en que descolló don Leandro Fernandez de Moratin, y cuyo género habian cultivado don Tomás Iriarte en sus piezas tituladas: El Señorito mimado y La señorita mal criada, asi como Jovellanos en su Delincuente honrado, siquiera esta sea mas bien de sentimiento que de costumbres. Pero Moratin fué el gefe de la escena. Queremos trascribir lo que dice hablando de este escritor el señor don Antonio Gil de Zarate ert su concienzudo Manual de literatura (resumen histórico.) Y aprovechamos esta ocasión para manifestar que asi el referido manual, como la historia de Sismondi, traducida y anotada por los señores Amador de los Rios y Figueroa, como finalmente la que ha publicado Tienor, han sido, los trabajos que entre otros hemos consultado principalmente para hacer la presente reseña histórica de nuestra literatura. Dice pues el señor Gil de Zarate. «La primera obra de Moratin El viejo y la niña le coloco ya á gran distancia de todos sus rivales; la segunda. El café ó la comedia nueva fué como un verdadero don Quijote del teatro, y con ella dio el golpe de muerte á los detestables escritorzuelos que inundaban el teatro, y corrompían el gusto publico con sus monstruosos engendros en La mogigata aspiro a rivalizar con el célebre Moliere: y con El sí de las niñas presentó el dechado perfecto del género que habia abrazado, mostrando hasta que punto se pueden interesar y mover los ánimo, con personages humildes, una acción sencilla y un lenguaje llevado hasta la estrema naturalidad. Moratin, sin embargo, aunque tan rígido clásico pagó tributo á su época, durante la cual estaba en boga el género sentimental; admirador é imitador del gran cómico francés se apartó de él en muchas escenas de su primera y última comedia, arrancando tiernas lágrimas, mientras su modelo jamás trató sino de escitar la risa. Los acontecimientos de 1808 vinieron á interrumpir sus trabajos en lo mejor de su edad y en la fuerza de su talento; posteriormente, cuando la literatura ha tomado otro rumbo, se ha querido deprimir el mérito de este autor insigne; pero Moratin vivirá siempre al lado de nuestros mejores dramáticos, y cada vez que se vuelva á dudar de su valor literario, no habrá mus que poner en escena El sí de las niñas, y representarlo ante sus detractores.» Hasta aqui el autor citado.
La literatura dramática emprendió nuevas vias al abrirse el segundo tercio de este siglo, época en que la escuela que se llamó romántica estuvo apoderada del teatro por espacio de algunos años. Fué esta una llamarada producida por la revolución política, y que cuando menos ha de trazar una nueva marcha y prepararar gran porvenir á nuestro teatro. No entra en nuestro propósito juzgar de las obras contemporáneas, pero sin emitir juicio sobre ninguna en particular, podemos decir que se han producido en estos últimos años obras de mas valor que las conocidas desde fines del siglo XVII hasta el presente.
Literatura en prosa. Habiéndonos propuesto al principio de este artículo hablar de la literatura en verso con separación de la literatura en prosa, y terminado nuestro trabajo en cuanto á la primera vamos á tratar brevemente de la segunda. La prosa ha seguido en España una marcha más lenta y embarazosa que el verso. Esto ha producido que nuestros sabios tuvieran á empeño y honor el cultivar el latin y emplearlo á todo género de producciones hasta en las que carecían de carácter científico propio. Por eso cuando, ya en el siglo XVI se hallaba formado el lenguaje poético, todavía la prosa se resentía de suma dureza por mas que revelase ya brio y magestad, dotes en que aventaja á las demás nuestra lengua. Haremos mérito de los escritores mas notables que entregrados al cultivo de la prosa fueron distinguiéndose y formando al mismo tiempo nuestro lenguaje.
Principiando por la novela, hallamos varios escritores que la cultivaron en todos sus géneros, el caballeresco principalmente, como el pastoril y el de costumbres. Pero como la índole de esta reseña no nos permite descender á prolijas indicaciones, nos limitaremos á citarlos nombres mas conocidos. Después de los Amadises, publicados á principios del siglo XVI, por García Ordoñez de Montalvo, debemos hacer mérito de Feliciano de Silva, Juan Martorell y Pelayo de Rivera, autores todos de novelas caballe–