martes, febrero 16, 2010

Viage ilustrado (Pág. 455)

peya de esta manera: «Daremos al lector, dice, una idea general de la forma en que estaban distribuidas las casas de Pompeya, y verá que su construcción era según los planos de Vitrubio; pero con toda esa variedad de pormenores, caprichos y gustos, naturales al hombre y que siempre han dado que hacer á los anticuarios. Se entra comunmente por un sitio llamado vestibulum (atrio) en una sala adornada á veces de columnas, pero la mayor parte no las tiene. En tres de los lados hay puertas que dan á las diversas alcobas, entre las que está la del portero, y de las cuales las mejores por lo regular, se destinan á los huéspedes estraños. Al estremo de la sala y á los lados derecho é izquierdo, si la casa es grande, hay dos cuartitos, ó mas bien dos nichos para las señoras de la casa; y en medio del embaldosado se ve siempre un estanque cuadrangular y poco profundo, para recibir el agua llovida que cae allí por una abertura hecha en el techo, abertura que se cierra cuando se quiere, por medio de una cubierta de madera. Esto es lo que se llama el impluvium, sagrado particularmente á los ojos de los antiguos. Alli se colocaban, muchas veces en Roma y pocas en Pompeya, las imágenes de los dioses lares. Ese hogar hospitalario de que tanto hablan los poetas romanos, y que estaba especialmente consagrado á estos dioses, consistía en un brasero móvil.
En el rincón mas distante habia una gran arca de madera, adornada y guarnecida con aros de bronce ó hierro, y fija por medio de clavos sobre un pedestal de piedra, con bastante firmeza para resistir todos los esfuerzos que hiciera un ladrón al robarla. Esta arca se tenia por el depósito del tesoro del amo de la casa: no obstante, como no se ha visto dinero en ninguna dé las encontradas en Pompeya, se supone que servian mas bien para adorno que para otra cosa.
En aquella sala ó atrium, hablando el lenguaje clásico, era donde se recibía á los clientes y personas de baja esfera En las casas de los vecinos mas distinguidos, habia un esclavo llamado atriensis, destinado en particular al servicio de dicha sala; su categoría era alta é importante entre sus compañeros. El estanque del centro debe de haber sido un adorno algo peligroso; pero como sucede con los prados de césped de los colegios universitarios de Inglaterra, estaba prohibido á los transeúntes pasar por enmedio de la sala, puesto que tenían suficiente espacio para hacerlo por los lados. Frente de la entrada y al otro estremo, habia un aposento (tablinum) cuyo piso solia estar adornado de ricos mosaicos, y sus paredes cubiertas de soberbias pinturas. Alli se conservaban los archivos de la familia ó los del empleo público que pudiera tener el dueño de la casa. En uno de los lados de este salon, si puede dársele tal nombre, estaba regularmente el comedor (triclinium), y en el otro, un gabinete que contenia una multitud de objetos raros y curiosos: mas siempre habia un pasadizo escusado para los esclavos, a fin de que pudiesen acudir á las diversas partes de la casa, sin pasar por las habitaciones de que hemos hablado. Todas estas piezas daban á una columnata cuadrada y oblonga, cuyo nombre, en términos técnicos, era perystilum. Si la casa era pequeña, concluía en esta columnata; entonces su centro, por reducido que fuese, formaba siempre un jardin lleno de vasos de flores puestos en pedestales, y debajo de la columnata, á derecha é izquierda, varias puertas conducían á sus respectivas alcobas y a otro triclinium ó comedor; porque los antiguos tenian en general dos piezas destinadas para este uso, una para verano y otra para invierno; ó bien una para todos los dias, y otra para los de convite y recibo. Por ultimo, si el amo de la casa era amante de la literatura, se veia también hacia aquella parte un gabinete, honrado con el nombre de biblioteca; porque bien poco trecho se necesitaba para encerrar los escasos rollos de papyro, que entre los antiguos constituían una colección de libros considerable.
La cocina solia estar al estremo del perystilo. Si la casa era grande no concluía en este, y entonces el centro no era un jardin; en su lugar, se veía á veces una fuente y otras un estanque para conservar el pescado: en la estremidad opuesta al tablinum estaba el segundo comedor, y á los dos lados alcobas o una galería de pinturas (Pinacotheca). Estas habitaciones daban á un parage cuadrado y oblongo, que tenia sobre tres de sus lados una columnata semejante a la del perystilo, al que se parecía mucho, solo que era mas largo. Alli estaba propiamente el viridarium o jardin, en que solia haber una fuente, estátuas, y muchas y vistosas flores. Al otro estremo, el cuarto del jardinero, y en ambos lados de la columnata había ademas cuartos, si la familia era tanta que los necesitara.
El primero y segundo piso casi nunca tenian importancia en Pompeya, como quiera que no estaban construidos sino sobre una parte del edificio y no contenían mas que los cuartos de los esclavos. No sucedía asi en las hermosas casas de Roma, donde el comedor principal (cœnaculum), estaba por lo regular en el primer piso. Las piezas eran pequeñas, porque en aquel delicioso clima, siempre que los huespedes eran muchos, se les recibía en el perystilo o portico, en el recibimiento ó en el jardin. Las salas del banquete también tenian cortas dimensiones, porque los antiguos que cuidaban menos del número que de la elección dé los convidados, rara vez reunían a su mesa mas de nueve personas juntas, y en las grandes casas se servia la comida en la sala de entrada. La serie de piezas que se dejaban ver al entrar, debía producir un efecto muy imponente. Se veía la sala llena de varios adornos y pinturas, el tablinum, el gracioso perystilo, y si se estendia mas la casa, la sala de los banquetes y el jardin, que terminaba el punto de vista con un surtidor ó con una estátua de mármol.
Lo mismo que hoy en París, continua Bulwer, los habitantes de las ciudades de Italia en aquella época, pasaban casi toda su vida en la calle. Los edificios públicos, el foro, los pórticos, hasta los templos podian mirarse como las verdaderas moradas. No es por lo tanto estraño adornasen con tanta magnificencia aquellos puntos de reunion, á que eran afectos por cariño doméstico, por vanidad publica; fuerza es convenir en que el foro de Pompeya ofrecía entonces un aspecto animado. A lo largo de su ancho suelo, compuesto de grandes baldosas de mármol, había de ordinario varios grupos hablando á un tiempo, con aquella enérgica pantomima que adapta un gesto a cada palabra, y que caracteriza hoy mismo a los pueblos del Mediodía.
A uno de los lados de la columnata se veían los cambiantes de moneda; sentados en siete tiendas, rodeadas de mercaderes y marinos de vistosos trages.

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