gena, para beneficio de los inmensos escoriales, que ocupan el punto en que probablemente se hallaron los afamados pozos de Aníbal.
La fabricación de loza y porcelana adelanta en los pocos establecimientos en que se elabora, aunque distan mucho del aspecto que en otros paises presenta este ramo de industria. La fábrica de la Cartuja de Sevilla es una de las mas acreditadas. La dirige don Carlos Pickman, y venciendo grandes dificultades, ha sabido dar gran ostensión á sus labores, introduciendo al mismo tiempo todos los amaños, métodos y utensilios que dan tanta reputación á la cerámica inglesa. Los hornos para el bizcocho y el barniz, los de estampado y las muflas, están construidos como los mejores de Slallordshire en Inglaterra. El estampado no puede ser mas perfecto. Trabajan en el establecimiento noventa y cinco españoles y cinco estrangeros y consume anualmente 200,000 quintales de tierras. La fábrica de Valdemorillo, aunque cuenta pocos años de existencia, produce escelente loza, notable, entre otras cualidades, por la trasparencia y tersura de su barniz. Ocupa setenta personas; emplea 10,000 arrobas de arcilla plástica, otras tantas de cuarzo, 50 de feldespato y 200 de albayalde. Sus productos anuales son 33,000 docenas de piezas.
En la vidriería tenemos la fábrica Industria, en Gijon, cuyo grandioso establecimiento ocupa una superficie de 115,616 pies cuadrados, y produjo en los seis últimos meses de 1849, y los seis primeros de 1850. en vidrios planos, 992,788 reales; en vidrios huecos y blancos 291,996, y en botellas oscuras de todas clases, 117,592, componiendo estas partidas un total de 1,162,016 reales. Hay otra fábrica en la Coruña, dirigida por don Anselmo Garrido, cuya producción anual consiste en 1 300,000 piezas. Los otros establecimientos cerámicos que existen en la Península no son de mucha importancia.
No nos permite la naturaleza de esta obra tratar con la amplitud digna del asunto, del admirable estado de perfección y prosperidad á que ha llegado la industria militar en España. Rivalizan en estos trabajos las empresas particulares con las que sostiene el Estado, y entre las primeras sobresalen las que dirigen don Andrés Maquivar, en Plasencia; don Juan Tacho, en el Ferrol; don Eusebio Zuloaga, en Eibar; don Manuel Garate, alli mismo, y don Juan Senovilla, en Sevilla. Entre las fábricas del Estado, ¿quién puede negar la supremacía á la de armas blancas de Toledo, cuya antigua reputación se ha esparcido en todo el mundo, y que se sostiene en el día con igual esplendor? Esta fábrica se fundó por los años de 1761, y no ha cesado desde entonces de suministrar armas para el servicio del ejército. Los establecimientos reales de Oviedo, Eibar y Madrid producen escelente fusilería.
Tampoco tenemos espacio para hablar con la detención y pormenores que el asunto merece, de las fundiciones de cañones establecidas por el Estado en Sevilla y Trubia, establecimientos tan honoríficos á la corona que los mantiene, como al ilustre cuerpo de artillería que los dirige. Al de Sevilla sirvió de fundamento el modesto taller del fundidor Juan Morel, quien fué el que empezó á fundir cañones en aquella ciudad, y probablemente los vendia al gobierno. Pasó á espectadores mas ricos en 1604, y sus descendientes la vendieron al Estado en 1634, por la suma de 55,000 reales. El Estado adquirió sucesivamente los solares contiguos al terreno comprado, y no omitiendo medio ninguno de estenderlo y mejorarlo, vino por último á convenirlo en uno de los primeros de Europa. Las piezas de artillería que han salido de este magnífico laboratorio, y que han guarnecido todas las plazas fuertes de los dominios españoles cuando nunca dejaba de alumbrarlos el sol, han sido objetos de admiración para los militares instruidos de todas las naciones; han reconocido su superioridad con respecto á las fabricadas en sus respectivos países, y cuando las vicisitudes de la guerra han hecho caer en sus manos algunas de aquellas piezas, las han considerado como preciosas adquisiciones. Aunque las necesidades del servicio no han exigido que se fabrique mas de 44 piezas de hierro por año, desde el de 1849, hay medios de fabricar hasta 150 de todos calibres. Las de bronce, salidas de la fábrica hasta dicho año llegaban á 8,130. En este establecimiento encuentran las maestranzas del cuerpo de artillería lodo el surtido necesario de bujes, tuercas, gualderas, turquesas, y todas las piezas que les son indispensables. Desde la preparación de las primeras materias, hasta las mas difíciles y delicadas tareas del fundido y acabado de las piezas, todo se ejecuta en distintas oficinas, con los útiles y máquinas á propósito para distribuir el trabajo, y proporcionando y disminuyendo ordenadamente las operaciones, para producir en el menor tiempo y con el menor esfuerzo posible los mas favorables resultados.
Entremos en otro orden de trabajos industriales, empezando por los hilados y tejidos de lana, preferencia justamente merecida por un ramo en que hemos sobrepujado en tiempos mas felices á todas las naciones de Europa. Hubo un tiempo en que nuestros paños se buscaban en todas partes como un objeto de lujo, como una preciosidad que solo España producía. Fueron famosas las fábricas de Segovia y las de Cataluña, no menos por la escelente calidad de la lana, que por lo sólido, fino y terso del tejido. Pero ya en tiempo de Felipe III había decaído estraordinariamente este ramo de industria, y cuando después del infeliz reinado de Carlos II se pensó restablecerlo, olvidadas las prácticas indígenas, borrada hasta la memoria de la opulencia perdida, disminuidos los capitales, y convencida la nación de su propia impotencia, fué preciso recurrir á paises estrangeros para mendigar prácticas, maestros y maquinaria. En tiempo de Cárlos III se fundaron fábricas sostenidas por el Estado; pero estas iniciativas del poder son siempre inútiles, cuando no funestas á la industria. Los gobiernos que se convierten en especuladores, no consiguen mas que fomentar una prosperidad efímera, que ni redunda en utilidad propia ni en ventaja de los pueblos. Poco estímulo dio á la fabricación el ejemplo del monarca. En Valdemoro, Avila, Brihuega y Guadalajara se hicieron ensayos fructíferos, y Cuenca se distinguió por sus barraganes, de los cuales se tejian á fines del siglo XVIII diez mil piezas mensuales. Pero los paños estrangeros empezaron á rivalizar con los nuestros, y lograron vencerlos al cabo. Sin embargo, después de la guerra con los franceses, y de nuestras turbulencias políticas, la actividad mercantil é industrial que se despertó en la nación entera, no pudo descuidar un género de trabajo para el cual poseen los españoles tan adecuados elementos y recursos, y en el dia prosperan algunos establecimientos dignos de consideración. El de Renedo, jurisdic–
La fabricación de loza y porcelana adelanta en los pocos establecimientos en que se elabora, aunque distan mucho del aspecto que en otros paises presenta este ramo de industria. La fábrica de la Cartuja de Sevilla es una de las mas acreditadas. La dirige don Carlos Pickman, y venciendo grandes dificultades, ha sabido dar gran ostensión á sus labores, introduciendo al mismo tiempo todos los amaños, métodos y utensilios que dan tanta reputación á la cerámica inglesa. Los hornos para el bizcocho y el barniz, los de estampado y las muflas, están construidos como los mejores de Slallordshire en Inglaterra. El estampado no puede ser mas perfecto. Trabajan en el establecimiento noventa y cinco españoles y cinco estrangeros y consume anualmente 200,000 quintales de tierras. La fábrica de Valdemorillo, aunque cuenta pocos años de existencia, produce escelente loza, notable, entre otras cualidades, por la trasparencia y tersura de su barniz. Ocupa setenta personas; emplea 10,000 arrobas de arcilla plástica, otras tantas de cuarzo, 50 de feldespato y 200 de albayalde. Sus productos anuales son 33,000 docenas de piezas.
En la vidriería tenemos la fábrica Industria, en Gijon, cuyo grandioso establecimiento ocupa una superficie de 115,616 pies cuadrados, y produjo en los seis últimos meses de 1849, y los seis primeros de 1850. en vidrios planos, 992,788 reales; en vidrios huecos y blancos 291,996, y en botellas oscuras de todas clases, 117,592, componiendo estas partidas un total de 1,162,016 reales. Hay otra fábrica en la Coruña, dirigida por don Anselmo Garrido, cuya producción anual consiste en 1 300,000 piezas. Los otros establecimientos cerámicos que existen en la Península no son de mucha importancia.
No nos permite la naturaleza de esta obra tratar con la amplitud digna del asunto, del admirable estado de perfección y prosperidad á que ha llegado la industria militar en España. Rivalizan en estos trabajos las empresas particulares con las que sostiene el Estado, y entre las primeras sobresalen las que dirigen don Andrés Maquivar, en Plasencia; don Juan Tacho, en el Ferrol; don Eusebio Zuloaga, en Eibar; don Manuel Garate, alli mismo, y don Juan Senovilla, en Sevilla. Entre las fábricas del Estado, ¿quién puede negar la supremacía á la de armas blancas de Toledo, cuya antigua reputación se ha esparcido en todo el mundo, y que se sostiene en el día con igual esplendor? Esta fábrica se fundó por los años de 1761, y no ha cesado desde entonces de suministrar armas para el servicio del ejército. Los establecimientos reales de Oviedo, Eibar y Madrid producen escelente fusilería.
Tampoco tenemos espacio para hablar con la detención y pormenores que el asunto merece, de las fundiciones de cañones establecidas por el Estado en Sevilla y Trubia, establecimientos tan honoríficos á la corona que los mantiene, como al ilustre cuerpo de artillería que los dirige. Al de Sevilla sirvió de fundamento el modesto taller del fundidor Juan Morel, quien fué el que empezó á fundir cañones en aquella ciudad, y probablemente los vendia al gobierno. Pasó á espectadores mas ricos en 1604, y sus descendientes la vendieron al Estado en 1634, por la suma de 55,000 reales. El Estado adquirió sucesivamente los solares contiguos al terreno comprado, y no omitiendo medio ninguno de estenderlo y mejorarlo, vino por último á convenirlo en uno de los primeros de Europa. Las piezas de artillería que han salido de este magnífico laboratorio, y que han guarnecido todas las plazas fuertes de los dominios españoles cuando nunca dejaba de alumbrarlos el sol, han sido objetos de admiración para los militares instruidos de todas las naciones; han reconocido su superioridad con respecto á las fabricadas en sus respectivos países, y cuando las vicisitudes de la guerra han hecho caer en sus manos algunas de aquellas piezas, las han considerado como preciosas adquisiciones. Aunque las necesidades del servicio no han exigido que se fabrique mas de 44 piezas de hierro por año, desde el de 1849, hay medios de fabricar hasta 150 de todos calibres. Las de bronce, salidas de la fábrica hasta dicho año llegaban á 8,130. En este establecimiento encuentran las maestranzas del cuerpo de artillería lodo el surtido necesario de bujes, tuercas, gualderas, turquesas, y todas las piezas que les son indispensables. Desde la preparación de las primeras materias, hasta las mas difíciles y delicadas tareas del fundido y acabado de las piezas, todo se ejecuta en distintas oficinas, con los útiles y máquinas á propósito para distribuir el trabajo, y proporcionando y disminuyendo ordenadamente las operaciones, para producir en el menor tiempo y con el menor esfuerzo posible los mas favorables resultados.
Entremos en otro orden de trabajos industriales, empezando por los hilados y tejidos de lana, preferencia justamente merecida por un ramo en que hemos sobrepujado en tiempos mas felices á todas las naciones de Europa. Hubo un tiempo en que nuestros paños se buscaban en todas partes como un objeto de lujo, como una preciosidad que solo España producía. Fueron famosas las fábricas de Segovia y las de Cataluña, no menos por la escelente calidad de la lana, que por lo sólido, fino y terso del tejido. Pero ya en tiempo de Felipe III había decaído estraordinariamente este ramo de industria, y cuando después del infeliz reinado de Carlos II se pensó restablecerlo, olvidadas las prácticas indígenas, borrada hasta la memoria de la opulencia perdida, disminuidos los capitales, y convencida la nación de su propia impotencia, fué preciso recurrir á paises estrangeros para mendigar prácticas, maestros y maquinaria. En tiempo de Cárlos III se fundaron fábricas sostenidas por el Estado; pero estas iniciativas del poder son siempre inútiles, cuando no funestas á la industria. Los gobiernos que se convierten en especuladores, no consiguen mas que fomentar una prosperidad efímera, que ni redunda en utilidad propia ni en ventaja de los pueblos. Poco estímulo dio á la fabricación el ejemplo del monarca. En Valdemoro, Avila, Brihuega y Guadalajara se hicieron ensayos fructíferos, y Cuenca se distinguió por sus barraganes, de los cuales se tejian á fines del siglo XVIII diez mil piezas mensuales. Pero los paños estrangeros empezaron á rivalizar con los nuestros, y lograron vencerlos al cabo. Sin embargo, después de la guerra con los franceses, y de nuestras turbulencias políticas, la actividad mercantil é industrial que se despertó en la nación entera, no pudo descuidar un género de trabajo para el cual poseen los españoles tan adecuados elementos y recursos, y en el dia prosperan algunos establecimientos dignos de consideración. El de Renedo, jurisdic–
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