un rayo los jarales y maleza que lo tapizaban, quedó también convertida en cenizas la osada y piadosa construcción de Alfonso el Católico, que llevaba el nombre de Milagro de Covadonga. Desde aquel deplorable acontecimiento se trasladó la iglesia de la colegiata a la capilla de San Fernando del contiguo edificio que fué un dia el monasterio de Santa María. En sus principios estaba habitado por monges de San Benito, como asegura la escritura de fundación, y después por canónigos regulares de San Agustín. El rey don Felipe IV edificó las actuales casas de los canónigos y aumentó la escasa dotación que disfrutaban, renunciando en su beneficio un canonicato que en la colegiata de Covadonga poseían los reyes de España. El abad, que tiene asignación y categoría de mitrado, es también dignidad de la catedral de Oviedo. El edificio que hoy existe, renovado varias veces desde su fundación, es humilde, pero conserva aun restos de su primera arquitectura magestuosa y severa. Hasta el deplorable incendio de la antigua iglesia de la Cueva, estaban suspendidos cerca del sepulcro de Pelayo su espada y estoque. Aquella fué trasladada á Madrid por el abad de Covadonga cuando corrió á dar cuenta á Carlos III del inesperado desastre, y hoy, con el respeto que merece tan insigne trofeo, se conserva en la Armería real. El estoque de Pelayo permanece aun en la sacristía de la colegiata y su forma es muy estraña. Es de hierro, tiene cuatro filos y su longitud llegará á una tercia, cuatro gavilanes rodean el paño y suben hasta tocar el pomo en fisura de lira, dando á esta arma alguna semejanza á las antiguas espadas escocesas. Al pie del monte de la Virgen hay una reducida planicie desde la que según la tradición, hablaba el traidor obispo Opas á los cristianos que ocupaban la cueva, en la que y en el campo contiguo denominado de Reynazo, dio principio la sangrienta batalla que acabó en la vega de Santa Cruz de Cangas. Cerca de la referida planicie se ve la magnífica alcantarilla de piedra de sillería de 13 pies de alto y 8 de ancho, edificada por don Ventura Rodriguez, primer arquitecto de Cárlos III, que de órden de este monarca, pasó á Covadonga después del incendio para construir un nuevo templo digno del sitio y de sus recuerdos. La espresada alcantarilla tiene por objeto encerrar y cubrir el rio Deva que sale por debajo de la cueva de la Virgen, y servir de base al templo que debía edificarse. Ademas de la célebre cueva y colegiata, hay en Covadonga doce casas con huertas para los canónigos y dependientes de la colegiala, y un cómodo meson para los viajeros. En la sala capitular, que también sirve de biblioteca, hay un bonito album para firmar los viageros, el cual contiene ya algunas composiciones de mérito. La gran festividad de Covadonga es el 8 de setiembre y la misa y sermon se celebra bajo unos árboles, pues solo en el campo pueden acomodarse la multitud de concurrentes que aun van á pagar este tributo á las grandezas pasadas de nuestra patria. En cuanto al suceso histórico está aun grabado en el corazan de aquellos bizarros montañeses, que lo refieren á los viageros del mismo modo que nuestros cronistas y solo añaden estas poéticas tradiciones. Estaba la cueva dedica á la Virgen desde los primeros tiempos del cristianismo, y la primitiva imagen fué allí colocada por el apóstol San Pablo. Cuando la invasion agarena, estaba la cueva habitada por un anciano y santo ermitaño, y pocos dias antes de la célebre batalla llegó alli Pelayo persiguiendo á un bandido que fué á refugiarse al altar de la Virgen. El piadoso guerrero por respeto á la santidad del sitio le perdonó la vida, y el ermitaño profetizó entonces á Pelayo, que aquella santa cueva le acogería también á él y á los suyos, y que en ella alcanzaría un memorable triunfo. Dióle por prenda de la victoria la tosca cruz de madera que adornaba el altar, y lo despidió con su bendición. Esta tradición la menciona Carballo en sus antigüedades de Asturias. Dícese también en Covadonga, y lo apoyan algunas de nuestras historias, que las flechas de los moros de Alkhamak al tocar con sus puntas el gran peñasco, se volvían contra sus dueños y les daban la muerte; que don Opas fué mandado precipitar por don Pelayo desde unas altas peñas, y que en el momento fué arrrebatado su cuerpo por los diablos, y finalmente que todos los moros perecieron, y que el nombre de la Gusana que lleva un arroyo que del campo de Reynazo baja á unirse al Deva proviene de los muchísimos gusanos producidos en él por los cuerpos muertos.
Abandonemos este romántico sitio cubierto con las huellas de mil héroes, donde cada tronco de árbol, cada peñasco, cada trozo de terreno, es un monumento histórico y el recuerdo de una hazaña, y volvamos á pasar por el campo de Repelayo y la Riera para dirigirnos á la iglesia de Abamia que dista una legua de Covadonga.
En medio de dilatadas praderías, sobre la cúspide de una colina y en el mas risueño y poético paisage, se ofrece á la vista del viagero la vieja iglesia de Santa Eulalia de Abamia. Nuestras primeras crónicas la denominan de Belapnio, y según algunas debe su fundación al rey Pelayo, aunque puede demostrarse que este heroico principe solo la restauró y aumentó. Sus anchos sillares, pintados de color pardo por la mano del tiempo, y el severo gusto bizantino, que á despecho de los siglos ostenta este heroico edificio, le dan el mas venerable aspecto. Una rara cornisa formada por cabezas de hombres, de dragones ó de tarascas, circuye toda la parte superior y varios estribos «altos y fuertes» lejos de afearle le prestan fortaleza y magestad. La portada antigua es también notabilísima y está ornada con un tosquísimo bajo relieve en forma semicircular, que representa á nuestro modo de ver, el infierno, pues se ven en él varios diablos; uno de ellos sostiene una caldera, dentro de la que se ve la cabeza de un hombre, y por bajo de la que hay una hoguera; otro diablo arrastra á otro condenado por los cabellos para precipitarlo en los abismos eternos, etc., etc. La tradición del pais refiere que este bajo relieve fué mandado ejecutar por don Pelayo, en memoria de la muerte del traidor Opas; a quien, como ya hemos dicho, suponen arrebatado por los demonios en el momento de empezar la batalla de Covadonga. El interior do esta iglesia ofrece poco de particular, pues está renovada y blanqueada hace poco tiempo: solo merecen atención, un gran bajo relieve moderno situado en lo alto del retablo mayor y que representa la batalla de Covadonga, y los sepulcros vacíos de Pelayo y Gadiosa. Son estos enteramente iguales, el primero al lado del Evangelio y el segundo al de la Epístola.
En los primeros tiempos estaban uno y otro lucillo fuera de la iglesia, según costumbre antigua; pero en el siglo XVII el de Pelayo estaba ya dentro por haber alargado el templo, y quedar contenido entre
Abandonemos este romántico sitio cubierto con las huellas de mil héroes, donde cada tronco de árbol, cada peñasco, cada trozo de terreno, es un monumento histórico y el recuerdo de una hazaña, y volvamos á pasar por el campo de Repelayo y la Riera para dirigirnos á la iglesia de Abamia que dista una legua de Covadonga.
En medio de dilatadas praderías, sobre la cúspide de una colina y en el mas risueño y poético paisage, se ofrece á la vista del viagero la vieja iglesia de Santa Eulalia de Abamia. Nuestras primeras crónicas la denominan de Belapnio, y según algunas debe su fundación al rey Pelayo, aunque puede demostrarse que este heroico principe solo la restauró y aumentó. Sus anchos sillares, pintados de color pardo por la mano del tiempo, y el severo gusto bizantino, que á despecho de los siglos ostenta este heroico edificio, le dan el mas venerable aspecto. Una rara cornisa formada por cabezas de hombres, de dragones ó de tarascas, circuye toda la parte superior y varios estribos «altos y fuertes» lejos de afearle le prestan fortaleza y magestad. La portada antigua es también notabilísima y está ornada con un tosquísimo bajo relieve en forma semicircular, que representa á nuestro modo de ver, el infierno, pues se ven en él varios diablos; uno de ellos sostiene una caldera, dentro de la que se ve la cabeza de un hombre, y por bajo de la que hay una hoguera; otro diablo arrastra á otro condenado por los cabellos para precipitarlo en los abismos eternos, etc., etc. La tradición del pais refiere que este bajo relieve fué mandado ejecutar por don Pelayo, en memoria de la muerte del traidor Opas; a quien, como ya hemos dicho, suponen arrebatado por los demonios en el momento de empezar la batalla de Covadonga. El interior do esta iglesia ofrece poco de particular, pues está renovada y blanqueada hace poco tiempo: solo merecen atención, un gran bajo relieve moderno situado en lo alto del retablo mayor y que representa la batalla de Covadonga, y los sepulcros vacíos de Pelayo y Gadiosa. Son estos enteramente iguales, el primero al lado del Evangelio y el segundo al de la Epístola.
En los primeros tiempos estaban uno y otro lucillo fuera de la iglesia, según costumbre antigua; pero en el siglo XVII el de Pelayo estaba ya dentro por haber alargado el templo, y quedar contenido entre
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