miércoles, marzo 02, 2011

Viage ilustrado (Pág. 550)

y empotrados en argamasa. En los alrededores de esta ermita se encontraron varios sepulcros. Estuvo abierta al culto hasta 1808.
De Cangas de Onis hay dos leguas cortas á Covadonga, y el camino real abierto por el gran Carlos III es en estremo agradable, pues va siempre á las orillas del Güeña, que son muy amenas. A la media legua de la referida villa se reúne este rio al Deva ó Diva, tan nombrado en nuestras historias, y cuya ribera no se abandona hasta llegar al célebre santuario. Después de andar una hora de camino, se encuentra el pequeño lugar de Soto que nada ofrece de particular mas que un antiguo palacio que pertenece á la familia del mismo nombre, que oslenta un robusto torreón en el cual, según las tradiciones, pasó repetidas veces el rey Pelayo durante sus espediciones guerreras. A muy pocos pasos está el Campo de la Jura, lugar donde algunos dias después de la batalla se reunieron los nuevos vasallos del nuevo rey para pronunciar el solemne juramento de fidelidad y pleito homenage, y Pelayo prometió guardar las sabias leyes godas del Fuero Juzgo, y hacer continua guerra á los enemigos de la patria. Para perpetuar la memoria de este hecho los jueces del concejo de Cangas de Onis tenian costumbre, hasta hace poco, de ir á tomar posesión de la vara de justicia al Campo de la Jura. Después de Soto se encuentra la Riera en donde está la casa ó palacio en que suele habitar el abad de Covadonga, y á muy pocos pasos, unas grandes rocas de granito que aseguran los aldeanos se pegaron al suelo porque los moros las querian arrojar contra los cristianos; pero es mas probable fuesen lanzadas por estos contra aquellos desde la cima del monte. También muestran los cangueses unas rayas ó surcos profundos en un peñasco que aseguran ser el resbalón del caballo de Pelayo, á quien nunca llaman rey sino infante, particularidad que ya notó el cronista Ambrosio Morales cuando de orden de Felipe II visitó á Covadonga. El valle por donde corren el Deva y el camino real, se va estrechando mas y mas á la salida de la Riera y muy cerca de Covadonga, esta un pequeño campo llamado de Repelayo, en el que los asturianos le detuvieron un momento en medio del combate en que ya eran vencedores, para alzar sobre el pavés, según la usanza goda, y proclamar rey, al que hasta entonces no fuera sino caudillo.
A pesar de lo familiarizada que tiene ya la vista el viagero con los magníficos cuadros de la naturaleza, queda sorprendido al descubrir á Covadonga. Diremos dos palabras de este sitio inolvidable.
Tres elevadísimos montes se ofrecen á la vista, que comprenden entre sí una estrecha vega El mas alto de estos y que está situado entre los otros dos, es también el mas célebre en los fastos de España y le daban el nombre de monte Auseba, pero hoy se llama montaña de la Virgen. Se calcula en 4,000 pies su elevación, y le sirve de cimiento un enorme peñasco de 180 de altura, roto por el rio Deva (1), que al caer impetuosamente forma una magestuosa cascada. En el centro de esta gigantesca roca, se ve la celebrada cueva que sirvió de refugio á Pelayo y sus bravos compañeros, y que era á la sazón conocida con el nombre de Covafonga, y Cueva de Santa María, como la llama la crónica de Alfonso el Magno. Su estension es próximamente de 30 pies de fondo y 40 de ancho por la boca. Otro tanto hay de altura desde el techo hasta el suelo, pero esta distancia va disminuyendo por la inclinación de la bóveda natural, hasta quedar reducida á 10 pies. El pavimento está formado en parte por el mismo peñasco, y parle por tablones, enclavados en vigas, que solo por un estremo encajan en aquel, y por el otro sustentan un gran balcón de madera, que corre por todo el frente de la cueva. A una punta de este balcón ó corredor se alza la ermita de Covadonga, que es muy pequeña, pues solo llega su estension á tres varas cuadradas, y otro tanto de elevación, y que fué construida en 1820. En su único altar se ve la imagen de la Virgen, bárbaramente escultada, pero de gran devoción en el pais. En una de las paredes de esta ermita, está empotrado el sepulcro del célebre Alfonso I, el Católico. El revoque que lo envuelve solo deja libre el testero en que se ve una lápida con este inscripción que dala del siglo XVI.

Áqui yace el católico y santo rey don Alfonso I, y su muger doña Ermenesenda, hermana de don Favila, á quien sucedió. Ganó este rey muchas victorias á los moros. Falleció en Cangas, año de 757.

Al frente de la ermita y en una gruta que tendrá de. largo como 12 pies y 4 de alto, se ve el tosco túmulo que encierra los restos del heroico don Pelayo, y que consiste en una gran tumba compuesta solamente de dos piedras el arca y la cubierta. Es mas angosta de los pies que de la cabeza, y no tiene adorno ni inscripción alguna. La rusticidad y pobreza de este sepulcro demuestra su veneranda antigüedad y robustece la vieja tradición que atribuye su fábrica al rey Alfonso el Católico, que en memoria de la celebre batalla erigió el monasterio de Santa María de Covadonga. y trasladó á la Santa Cueva el cadáver de su suegro don Pelavo, que yacia en Santa Eulalia de Belamio. La entrada de la covacha de que vamos hablando, está señalada con una ojiva que desde algunos años á esta parle, se ve tabicada y resguardada con una reja de hierro, pudiendo, no obstante, descubrirse el memorable lucillo, por una pequeña tronera que el tabique deja en claro. Sobre la referida ojiva se puso en el siglo XVI una pequeña lápida de mármol en la que se lee esta humilde inscripción:

Aqui yace el señor rey don Pelayo, elleclo el año de 716, que en esta milagrosa cueva dio principio á la restauración de España, venzidos los moros. Falleció, año ele 737, y le acompañan su muger y hermana.

Asi permanece este sagrado monumento, inmortal padron de nuestras glorias. Un farol luce de continuo, al lado de la gruta sepulcral de Pelayo, y muestra á los peregrinos que arriban á Covadonga durante la noche, el término de su devoto viage. La histórica cueva de la Virgen aumentada con un edificio de madera suspendido en el aire á la altura de 90 pies, y sostenido solamente por vigas como el corredor de que hicimos mención, sirvió de templo de la colegiala hasta el 18 de octubre de 1777, que incendiados por


(1) Este rio, que nuestros cronistas dicen «que creció y se hizo grande» con la sangre de los árabes, nace en las elevadísimas peñas llamadas picos de Europa, atraviesa algunas pradeñas y en la de Orandi se sumerge en una cueva, va ocultó por la montaña de la Virgen, y sale al campo de Peinano por debajo de la célebre cueva.

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