yes, las costumbres de la Francia, han dejado sus vestigios en la lengua que se habla en este pais.
Tres razas principales han poseido sucesivamente el territorio: 1.ª la raza céltica, en la que es posible distinguir dos ramas, la de los kimrys ó belgas y la de los galls ó galos, en la cual podemos incluir la secundaria de los aquitanos: 2.ª la raza romana ó itálica: 3.ª la raza germánica ó teutónica que se subdivide en la historia de la invasiones bárbaras en un número bastante considerable de pueblos diversos. Las lenguas de estas razas son los elementos, que viniendo primero á sobreponerse y después á confundirse, han formado definitivamente el francés. En el Mercurio de Francia de julio de 1737 hay un discurso sobre el origen de la lengua francesa, en que el autor Grandval pretende demostrar que este idioma y todos sus dialectos se hablaban antes de la época de Julio César. Todo lo que podemos conceder es la existencia en aquella época, de una parte de los elementos que han concurrido á la formación del lenguaje de las épocas posteriores. Fauriel en su Historia de la Galia Meridional, dice, que en el siglo V, las antiguas lenguas de la población aborígena se hablaban todavía en muchos parages
Del celta no subsiste ningún monumento escrito; pero uno de sus dialectos ha vivido hasta el dia en la lengua popular de la Baja Bretaña, lo cual se esplica por el hecho de que las comunicaciones de la antigua Armórica con el resto de Europa fueron, por su posición geográfica, mas tardías y mas raras que las del resto de las Galias. Sin embargo, para hallar en el dia el puro elemento céltico en el bajo bretón, es menester despojarlo de muchas palabras importadas. Es indudable que los galos, en otras provincias, debieron conservar algunos restos de sus antiguos idiomas, y los términos franceses que no ofrecen señales de una derivación cierta de las lenguas estrangeras, con las cuales las invasiones armadas ó el movimiento de la civilización puso á la lengua francesa en contacto, pertenecen al celta. Pero el número de estas voces es poco notable, y la importancia de esta clase de raices del francés ha sido exagerada por algunos autores tales como Bullet y la Tou de D'Auvergne, que han llevado mas allá de los límites de lo posible la manía de las etimologías gálicas. La escasa parte que este elemento parece haber tenido en la formación de la lengua francesa se esplica bastante por la rapidez con que fué penetrada la Galia por la civilización y por la lengua de los romanos. Junto al dialecto de los kymris y del de los galls, muy análegos al parecer, se encuentra el de los aquitanos, que por el contrario, se apartaba mucho del celta, al paso que estaba íntimamente enlazado con el de los cántabros de la antigua España. Este último ya no subsiste mas que en el vascongado, y ha dejado en el franeés menos vestigios aun que el celta.
Los fenicios ocuparon en la Galia algunos puntos del litoral del Mediterráneo. Vanos monumentos revelan su existencia en aquellos lugares; pero en cuanto á la influencia de su idioma sobre la formación del francés, no fué, al parecer, muy grande, á pesar de las laboriosas investigaciones de Bochart. Lo mismo diremos de los griegos de Marsella, á quienes Estienne ha querido atribuir mas etimologías de las que es justo. El griego se hablaba todavía en Arles en el siglo V, y el alfabeto de esta lengua estaba bastante generalizado en el Mediodía Mas á pesar de esto, el celta no se helenizó, según parece, por su contacto con los focenses. El uso del griego solo fue admitido en algunas clases de la población.
No sucedió lo mismo con el latin que llevaron á las Galias las legiones de Julio César. Concediendo á los vencidos la cualidad de ciudadanos romanos, se les impuso al mismo tiempo la obligación de hablar latin. Un siglo mas tarde, esta lengua, introducida por la conquista é impuesta por la política, se fortificó con la religión, puesto que fué, por decirlo asi, el vehículo de las ideas cristianas. En el siglo IV se hablaba el latin desde los Pirineos hasta el Rhin y la población de toda la Galia, salvas algunas escepciones, hacia olvidado su lenguaje nacional. Verdad es que en el siglo anterior los francos y borgoñones, en el siguiente los suevos, de origen teutónico como los anteriores, y después los visigodos, los alanos y los vándalos habían introducido acentos nuevos, tan estraños al latín como al celta. Los últimos de dichos pueblos pertenecieron, al parecer, á las razas escítica y eslava; los idiomas de unos y otros debian tener entre sí ese grado de afinidad que presentan todas las ramas de la gran familia indo―germánica, con la cual se enlazaban.
Como esos pueblos habían entrado todos por las fronteras de la Germania, se dio á su lenguaje el nombre común de tudesco para distinguirlo del gálico ó walon de los indígenas. Por lo demás, la porción de aquellos huéspedes que se fijó en la Francia, no tardó en olvidar, ó mas bien en confundir con la de sus nuevos vecinos, la lengua que había traído. El latin por su lado, que durante ocho siglos fué no tan solo el idioma oficial del gobierno, sino también el de la enseñanza y predicación, no pudo menos de alterarse al ponerse en contacto con tantos elementos nuevos. En el siglo IV ya aparecieron en el latin numerosos galicismos. Cuando los francos sucedieron á los romanos como dominadores de la Galia, abandonaron el uso de la lengua tudesca y aun la olvidaron. El cristianismo, que sentaba sus fundamentos en el seno de la monarquía, confirmó la preeminencia que la civilización romana había comenzado a dar al latín. Sin embargo, los nuevos conquistadores adoptaron a la vez espresiones celtas y espresiones latinas, imprimiendo á unas y á otras un carácter particular. El idioma muy alterado que resultó de aquí fué el lazo común de los descendientes de los galos y de los francos.
El romance y el tudesco subsistieron mucho tiempo simultáneamente como lenguas vulgares. Asi es que cuando el concilio de Tours mandaba en 813 a los obispos que tradujesen sus homilías latinas en la lengua que el común de los oyentes podía comprender, los padres del concilio nombraron como tales, en su decisión, el teótisco ó tudesco y el romance o romano rústico. En tiempo de los Merovingios, la lengua madre de los conquistadores, el tudesco fráncico que participa mas del frison que de los demás dialectos alemanes, se conservó en la corte. En la época de los Carlovingianos, esa lengua fué á empaparse en Aquisgran en el puro elemento germánico, y Carlo―Magno que le profesaba cierta predilección, hizo todo lo posible para darle superioridad sobre el romance. El mismo trabajó en pulirla y completarla, escribiendo, según se dice, una gramática, mandando recopilar los cantos nacionales, y dando nombres á los vientos y á los meses. Cuando la corte se restableció en Pa―
Tres razas principales han poseido sucesivamente el territorio: 1.ª la raza céltica, en la que es posible distinguir dos ramas, la de los kimrys ó belgas y la de los galls ó galos, en la cual podemos incluir la secundaria de los aquitanos: 2.ª la raza romana ó itálica: 3.ª la raza germánica ó teutónica que se subdivide en la historia de la invasiones bárbaras en un número bastante considerable de pueblos diversos. Las lenguas de estas razas son los elementos, que viniendo primero á sobreponerse y después á confundirse, han formado definitivamente el francés. En el Mercurio de Francia de julio de 1737 hay un discurso sobre el origen de la lengua francesa, en que el autor Grandval pretende demostrar que este idioma y todos sus dialectos se hablaban antes de la época de Julio César. Todo lo que podemos conceder es la existencia en aquella época, de una parte de los elementos que han concurrido á la formación del lenguaje de las épocas posteriores. Fauriel en su Historia de la Galia Meridional, dice, que en el siglo V, las antiguas lenguas de la población aborígena se hablaban todavía en muchos parages
Del celta no subsiste ningún monumento escrito; pero uno de sus dialectos ha vivido hasta el dia en la lengua popular de la Baja Bretaña, lo cual se esplica por el hecho de que las comunicaciones de la antigua Armórica con el resto de Europa fueron, por su posición geográfica, mas tardías y mas raras que las del resto de las Galias. Sin embargo, para hallar en el dia el puro elemento céltico en el bajo bretón, es menester despojarlo de muchas palabras importadas. Es indudable que los galos, en otras provincias, debieron conservar algunos restos de sus antiguos idiomas, y los términos franceses que no ofrecen señales de una derivación cierta de las lenguas estrangeras, con las cuales las invasiones armadas ó el movimiento de la civilización puso á la lengua francesa en contacto, pertenecen al celta. Pero el número de estas voces es poco notable, y la importancia de esta clase de raices del francés ha sido exagerada por algunos autores tales como Bullet y la Tou de D'Auvergne, que han llevado mas allá de los límites de lo posible la manía de las etimologías gálicas. La escasa parte que este elemento parece haber tenido en la formación de la lengua francesa se esplica bastante por la rapidez con que fué penetrada la Galia por la civilización y por la lengua de los romanos. Junto al dialecto de los kymris y del de los galls, muy análegos al parecer, se encuentra el de los aquitanos, que por el contrario, se apartaba mucho del celta, al paso que estaba íntimamente enlazado con el de los cántabros de la antigua España. Este último ya no subsiste mas que en el vascongado, y ha dejado en el franeés menos vestigios aun que el celta.
Los fenicios ocuparon en la Galia algunos puntos del litoral del Mediterráneo. Vanos monumentos revelan su existencia en aquellos lugares; pero en cuanto á la influencia de su idioma sobre la formación del francés, no fué, al parecer, muy grande, á pesar de las laboriosas investigaciones de Bochart. Lo mismo diremos de los griegos de Marsella, á quienes Estienne ha querido atribuir mas etimologías de las que es justo. El griego se hablaba todavía en Arles en el siglo V, y el alfabeto de esta lengua estaba bastante generalizado en el Mediodía Mas á pesar de esto, el celta no se helenizó, según parece, por su contacto con los focenses. El uso del griego solo fue admitido en algunas clases de la población.
No sucedió lo mismo con el latin que llevaron á las Galias las legiones de Julio César. Concediendo á los vencidos la cualidad de ciudadanos romanos, se les impuso al mismo tiempo la obligación de hablar latin. Un siglo mas tarde, esta lengua, introducida por la conquista é impuesta por la política, se fortificó con la religión, puesto que fué, por decirlo asi, el vehículo de las ideas cristianas. En el siglo IV se hablaba el latin desde los Pirineos hasta el Rhin y la población de toda la Galia, salvas algunas escepciones, hacia olvidado su lenguaje nacional. Verdad es que en el siglo anterior los francos y borgoñones, en el siguiente los suevos, de origen teutónico como los anteriores, y después los visigodos, los alanos y los vándalos habían introducido acentos nuevos, tan estraños al latín como al celta. Los últimos de dichos pueblos pertenecieron, al parecer, á las razas escítica y eslava; los idiomas de unos y otros debian tener entre sí ese grado de afinidad que presentan todas las ramas de la gran familia indo―germánica, con la cual se enlazaban.
Como esos pueblos habían entrado todos por las fronteras de la Germania, se dio á su lenguaje el nombre común de tudesco para distinguirlo del gálico ó walon de los indígenas. Por lo demás, la porción de aquellos huéspedes que se fijó en la Francia, no tardó en olvidar, ó mas bien en confundir con la de sus nuevos vecinos, la lengua que había traído. El latin por su lado, que durante ocho siglos fué no tan solo el idioma oficial del gobierno, sino también el de la enseñanza y predicación, no pudo menos de alterarse al ponerse en contacto con tantos elementos nuevos. En el siglo IV ya aparecieron en el latin numerosos galicismos. Cuando los francos sucedieron á los romanos como dominadores de la Galia, abandonaron el uso de la lengua tudesca y aun la olvidaron. El cristianismo, que sentaba sus fundamentos en el seno de la monarquía, confirmó la preeminencia que la civilización romana había comenzado a dar al latín. Sin embargo, los nuevos conquistadores adoptaron a la vez espresiones celtas y espresiones latinas, imprimiendo á unas y á otras un carácter particular. El idioma muy alterado que resultó de aquí fué el lazo común de los descendientes de los galos y de los francos.
El romance y el tudesco subsistieron mucho tiempo simultáneamente como lenguas vulgares. Asi es que cuando el concilio de Tours mandaba en 813 a los obispos que tradujesen sus homilías latinas en la lengua que el común de los oyentes podía comprender, los padres del concilio nombraron como tales, en su decisión, el teótisco ó tudesco y el romance o romano rústico. En tiempo de los Merovingios, la lengua madre de los conquistadores, el tudesco fráncico que participa mas del frison que de los demás dialectos alemanes, se conservó en la corte. En la época de los Carlovingianos, esa lengua fué á empaparse en Aquisgran en el puro elemento germánico, y Carlo―Magno que le profesaba cierta predilección, hizo todo lo posible para darle superioridad sobre el romance. El mismo trabajó en pulirla y completarla, escribiendo, según se dice, una gramática, mandando recopilar los cantos nacionales, y dando nombres á los vientos y á los meses. Cuando la corte se restableció en Pa―
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