viernes, agosto 05, 2011

Viage ilustrado (Pág. 584)

reyes godos se encuentra siempre la firma de los obispos irienses, que como dijimos al hablar de Santiago, trasladaron allí su residencia cuando se descubrió el cuerpo del apóstol. Posteriormente, en tiempo de don Diego Gelmirez, primer arzobispo de Santiago, se fundó por disposición de éste, y para conservar el recuerdo del antiguo obispado Iriense, una colegiata titulada Santa María de Iriaflavia y segunda silla compostelana, que aun subsiste y estiende su jurisdicción á un razonable territorio.
La situación de Padrón es en estremo agradable y risueña, muy cerca de la confluencia de los ríos Sar yUlla, que se reunen formando una Y griega. Esta villa es cabeza de un ayuntamiento y de un partido judicial que comprende treinta y ocho feligresías, y su población asciende á unas seis mil almas.
El célebre Macías fué natural de esta villa: he aquí la historia de este poeta tal y como la cuenta Argote de Molina en su libro, impreso el siglo XVI, con el título de Nobleza del Andalucía.
«Entre el rigor de las armas, bien se permiten discursos de amor. Florecían en el reino de Jaén, en la frontera del reino de Granada, los hijosdalgos, no tan solamente con esclarecidos y famosos hechos en las armas, mas con notables acaecimientos en amores. Era á esta sazón maestre de Calatrava don Enrique de Villena, famoso por sus curiosas letras, cuyo criado era Macías, ilustre por la constancia de sus amores. El cual, dando al amor la rienda que su edad y lozanía le ofrecían, puso los ojos en una hermosa doncella, que al maestre, su señor, servia. Y siendo estos amores con voluntad de ella, tratados con gran secreto, no sabiendo el maestre cosa alguna, y estando Macías ausente, la casó con un principal hidalgo de Porcuna. No desmayó á Macías este suceso, porque acordándose del amor grande que su señora le tenia, que no era posible en tanta firmeza haber mudanza, sino que forzada de la voluntad del maestre habia aceptado el matrimonio, conociendo por secretas cartas, que vivía su nombre en la memoria de su señora, confiado en que el tiempo le daria ocasión de mejorar su suerte, la siguió y sirvió con la misma confianza y fé que antes que llegara á aquel estado. Como amores tan seguidos el tiempo no los pudiese encubrir, el marido vino á entenderlos. Y no atreviéndose á dar muerte á Macías, (por ser escudero de los mas preciados de su señor), parecióle mejor acuerdo dar cuenta de ello al maestre. El cual, llamando á Macías le reprendió grandemente, que no solo siguiese, mas ni imaginase continuar semejante causa, y le mando se dejase de ello. Tenia el amor tan rendido y sujeto á Macías, que viéndose atajado de todas partes, creció el aficion con que las cosas de mayor resistencia son mas deseadas. Y poniendo sus hechos á todo trance, no quiso perder el continuo ejercicio de requestar y servir á su señora, tanto que el maestre, no hallando otro remedio (porque le considero tan perdido, qué consejo ni otra razón serian con él de alguna consideración) lo mandó llevar preso á Arjonilla, lugar de la orden, á cinco leguas de Jaén, por no hallar otro camino para atajar las quejas que de él se daban. Estaba preso con ásperas cadenas Macías en Arjonilla, donde lamentando sus dolores, no hallando otro reparo para el alivio de ellos, con canciones lastimosas, daba mil quejas de su triste suerte, y enviándolas á su señora se entretenía con algunas vanas esperanzas.
«Llegaron á manos del marido de la dama estas canciones, y las continuas cartas de Macías, y no pudiendo sufrir tanta inquietud, cuantos celos público le daban, acordó de acabar de una vez con esta historia. Y subiendo en un caballo, armado de adarga y lanza, fue a Argonilla, y llegando á la cárcel donde Macías estaba, vióle desde una ventana de ella, lametándose del amor. Y no pudiendo sufrir tan importuno enemigo, le arrojó una lanza, y pasándole con ella el cuerpo, con dolorosos suspiros el leal amador dio el último fin á sus amores; y escapándose el caballero por la ligereza de sus caballos, se pasó al reino de Granada. El cuerpo de Macías fué sepultado en la iglesia de Santa Catalina de Arjonilla, donde llevado en hombros de los caballeros y escuderos mas nobles de la comarca, le dieron honrosa sepultura. Y poniendo la sangrienta lanza encima de ella, quedó alli su lastimosa memoria en una letra que asi decia:


«Aquesta lanza sin falta
¡Ay coytado!
Non me la dieron del muro
Nin la prisé yo en batalla
Mal pecado.
«Mas viniendo á ti seguro,
Amor falso y perjuro
Me firió, é sin tardanza,
Fue tal la mia andanza
E fin venturo.»


Esta triste historia ha dado asunto, no solamente á Larra, para el drama y la novela que se ha citado, sino á otros muchos poetas antiguos y modernos para sus composiciones. Juan Rodriguez del Padrón hace mérito de Macías en sus Gozos de Amor; Juan de Mena en sus Tercietas, y García Sanchez en su Infierno de Amor, con algunos mas que no recuerdo.
Juan Rodríguez del Padron, citado como uno de los que se han ocupado de Macías, fué su contemporáneo y amigo. Pertenecía á una familia noble, y brilló mucho en la corte caballeresca de don Juan II. Enamorado, pero no correspondido, de una dama, que algunos con bastante fundamento suponen era la reina, emprendió, para curarse de su pasión un viage á Jerusalen, y á su vuelta entró religioso en el convento de Herbon, no lejos de esta villa, donde murió. Consérvanse de él algunas poesías, y entre otras los Diez mandamientos de Amor; la que empieza Ham, ham, ham, huir que rabio, y la siguiente que habla de Macías:


Si te place que mis días
Yo fenezca mal logrado
Tan en breve,
Pleyase que un Macías
Ser merezca sepultado,
Y decir debe
Do la sepultura sea:
Una tierra los crió
Una muerte los llevó
Una tierra los posea.


Se sale de Padrón por el camino real que conduce á Pontevedra, que es una de las mejores y mas hermosas carreteras que tiene España, aunque descuidada como tantas otras cosas en nuestra patria. La hizo el ministro de Cárlos IV, don Pedro Acuña, na–

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